Guillermo Linero Montes
Santa Marta, Colombia, 1962. Pintor, escritor y crítico literario. Es abogado de la Universidad Sergio Arboleda. Ha publicado los siguientes libros: Aventuras en la Calle, relato, Editorial Magisterio, 1996; Cuadros de una Exposición, poemas, Departamento de Literatura, Universidad Nacional, Bogotá, 2000. La Última Carta, poemas, Colección Catapulta de Poesía, Bogotá, 2008. El Arma Secreta del Navío Leandro, novela histórica sobre la Expedición Miranda, Premio Nacional Literaturas del Bicentenario, Ministerio de Cultura, Editorial Ícono, Bogotá, 2010; Mi Ciudad en tus Ojos, relato, Instituto Distrital de Patrimonio, Bogotá 2011; Historia del Derecho Romano (autor) e Instituta de Derecho Romano (coautor) en Instituta e Historia del Derecho Romano, Editorial Diké Universidad Sergio Arboleda, Medellín, 2013; Palabra de Dios, poemas (plaquette), Punto Convergencia Editores, Bogotá, 2015; ADN-DNA, novela, Editorial Babilonia, Bogotá, 2015.
Poemas de Guillermo Linero (Colombia, 1962)
José Martí
Tu creencia en la libertad, ciega y feroz
te hizo ver todo como jaula: a la villa
a la escuela, a la patria, a los hombres,
y al amor, que es decir adiós
que es decir puñal, ciervo herido
que es decir claustros de mármol.
Tu creencia en la esclavitud, triste e impotente
te hizo ver todo como vuelo de águila:
la poesía, la música, las palmeras
y el amor, que es decir tablado de corazones
que es decir el verso.
Tu creencia en la gloria
te hizo ver a los héroes como a estatuas
y por eso ahora tú mismo eres de piedra:
ojos de piedra, labios de piedra,
y bigotes de piedra.
Constantino Cavafis
Esta cabeza no encanece
de modo que ya no te harás más viejo
pero verás envejecer a los jóvenes
y verás cómo la vida bella
dura dos o tres semanas.
Sin embargo, hay algo que debo decirte:
ahora sí percibirás en serio la monotonía
porque sólo cambiarán
las cosas que pasan y te dejan.
Por eso hemos trasladado tu cabeza
a la biblioteca de Berito
y te pusimos ahí, junto al sabio Lisias
donde pasan de continuo los jóvenes
que de seguro, una y otra vez,
acariciarán tus mejillas de granito.
Fran Monz
Esta cabeza
no es la cabeza de Fran.
Esta cabeza es de piedra
y las piedras no piensan.
Si fuera la cabeza de Fran
entonces pensaría como Fran.
Por eso una piedra que piense
no es una piedra es una cabeza.
Y una piedra que piense
presta se echa a rodar.
Una cabeza de piedra
aunque piense no podría rodar.
La única piedra que piensa
y puede rodar
es la cabeza de Fran.
Jorge Luis Borges
La cabeza de este poeta puede observarse aquí
en la plena oscuridad, entre las sombras
porque está hecha de ellas
y porque la mano con la que tanteaba
y escribió, tenía la luz de los fanales.
En su semblante irrumpen de pronto
el brillo de una espada
la tarde y sus címbalos de plata
“la atmosfera diplomática del día”
-diría un acartonado-
pero también lo que carece de acervo intelectual
como las flores, que con sus tallos vidriosos
se quiebran en la canícula del jardín vecino.
Quedan aquí en la cabeza del maestro Borges
-ya muertos el político y el intelectual,
ya muertos el animal y el hombre-
sus poemas y su alma.
Gwendolyn Macewen
La inmensa escultura tuya
Instalada en el parque que lleva tu nombre
representa con tácita explicitud
la grandeza de tu cabeza.
Hay que decirlo, fue una fineza del escultor,
sin duda un amigo tuyo, haber puesto
toda tu gracia y sonrisa al servicio del aire fresco
de ese exquisito lugar de Toronto.
Si alguien te hubiese visto cruzando la ciudad
en tu bicicleta, pensando, como lo hacías,
en la imposibilidad del pasado y del futuro,
igual hubiera dicho lo que tú dijiste:
“Nunca harás nada más vital, más
profundo, más perfecto o más necesario
que lo que estás haciendo en estos momentos”.
César Vallejo
Esta es tu cabeza en bruto, Vallejo
la tuya, que eras el más inteligente.
El parte médico de tu defunción
declaró que te mató el paludismo
y eso mismo anunciaron los heraldos negros.
Pero yo te creo a ti, y denuncio
que fue porque te dieron duro con un palo
y duro también con una soga.
Esta es tu cabeza, tiene peso y carácter
no obstante carece de vibración humana
lo que es raro, Vallejo
porque tú la tenías en abundancia.
Aunque te agrade esta luminosa piedra azul
sé que hubieras preferido para tu cabeza
una talla en piedra negra o piedra blanca;
pero sólo Dios puede visualizar
de qué materia estaremos hechos.
Octavio Paz
¿Quién iba a pensar
que su rostro sería una talla de piedra y de sol?
¿Quién hubiese imaginado
que de las concavidades de sus ojos claros
surgirían como lágrimas de sal,
emplumadas serpientes?
¿Quién iba a pensar que en las fosas de su nariz
crecerían arbustos diminutos, y tan agrestes
como para escondrijo del jaguar y el ocelote?
¿Quién tendría por cierto, de antemano,
que lo que es suyo iba a tener el acento
de las voces perdidas?
Las voces que hablan de erizadas noches
en la plaza del Zócalo
y que recitan versos a la muerte
versos tan vivos y ardientes como el sol
versos tan duros y callados como piedras.
Yannis Ritsos
Lo único sólido que quedó de ti
fue tu cabeza, y la pusieron por ahí
en un desván.
Hasta que una mañana llamó la atención
a un sujeto que pasaba silbando;
dijo que “por su color extraño”
que “por su anticuado corte”.
Ayer la han trasladado al gran museo
Al cabezario universal de los poetas.
Entra, Ritsos, tu cabeza en tu cabeza
y observa lo que quedó de ella.
Recorre sus estancias con moroso deleite
y déjanos acompañarte, Yannis,
para mirar desde tus ojos
y para que nos pregunten desde afuera
qué hacemos aquí en lo alto, y tú contestes:
¿Además de observar el florecido vacío?
Alfonsina Storni
He regresado del bosque desencantado.
Desde la montaña vengo, para ser más exacto.
He cepillado mis dientes y limpiado mi lengua.
Permanecí callado en la cabaña
durmiendo sobre tierra mojada
y alimentando mi cuerpo con raíces amargas.
Solo he bebido el agua de las rocas.
No alcancé en medio de tanta
soledad y abulia, a enloquecer mi mente:
no me puse a conversar con pájaros o plantas
y los músculos me fueron tornados.
Créeme, he puesto toda mi alma en ello
y ahora que te busco para enamorarte,
encuentro tu cabeza
junto a las conchas de nácar
en las níveas arenas del fondo marino.
Es de nácar (como tú la querías).
Con cabellos de espumas (como tú la querías).
Lavada de alba (como tú la querías).
Pero nada casta (como tú lo querías).
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/26/News/Linero.html
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