Isabel Crooke Ellison
Nacida en Cambridge,Inglaterra; de madre pintora y padre escultor, reside en Colombia desde 1970; en 1976 se nacionaliza Graduada inicialmente en Historia y Arqueología de la Universidad de Southampton, Inglaterra, a su llegada a nuestro país se vincula al Instituto Colombiano de Antropología. Junto con su esposo, el antropólogo Horacio Calle Restrepo, se dedica a la investigación antropológica durante siete años, la mayor parte del tiempo entre las comunidades Murui-Muinane (Huitotos) del bajo Putumayo.
Posteriormente se gradúa de Medicina en la Escuela Juan N. Corpas y trabaja durante varios años con grupos indígenas y campesinos en Putumayo, Cauca, la Sierra Nevada, Boyacá y Cundinamarca.
Desde 1967 vive en Barichara (Santander) donde dedica gran parte de su tiempo a las artes plásticas incluyendo esculturas en papel maché y cerámica. Aunque a través de los años ha participado en talleres de artes plásticas, con los maestro David Manzur, Oscar Salamanca, Aurora Bueno, Jimena Rueda, se considera básicamente autodidacta. Actualmente estudia cerámica en el Taller de Oficios de Barichara.
Su primer libro de mitos y leyendas de los indígenas colombianos titulado SUEÑOS CON JAGUARES e ilustrado por ella, fue publicado por editorial Intermedio (2004). El segundo volumen titulado “¿Has visto el amanecer?” será publicado en los próximos meses. El libro “Jaguares de la Luna”, ocupo el cuarto premio otorgado por el jurado del Concurso Ediciones Embalaje del XXIV Encuentro de Poetas Colombianas del Museo Rayo, Roldanillo, Valle.
El Mar de las Antillas
Me siento al lado del mar,
Mar de las Antillas:
me apago entre la zarabanda de las olas,
y me vuelvo una con sus aguas
y escucho un cántico, el señuelo de las sirenas
que ondula hacia un crescendo
cuando la poderosa furia de la marea
se revienta en orquesta de tempestad.
El plateado frenesí de las sardinas
que cruzó el agua en carnaval, fue veraniego:
ahora el mar se vuelve un torbellino delirante
acompañado del raudo grito de las gaviotas
y su dolor, lamento del océano
que estalla y levita con las almas
de los marineros muertos,
mientras sus lágrimas las lloran
las viudas de los pescadores.
Mañana,
el mar amanecerá azul, turquesa y esmeralda:
cruzarán su expansión reluciente,
los pelícanos y los cormoranes.
Pero el color del mar que se oculta con el sol,
será una herida fluida de anaranjado, escarlata y carmesí
de los antillanos muertos en los albores de la historia.
Mar Antillano, ¿Quién escucha su voz, su crónica,
los cantos de la marea?
¿Quién contempla sus colores, entiende su dolor?
Su sapiencia es el consejo de ballenas y delfines.
Nunca lo escuchamos,
--o no queremos escuchar--
o lo hemos olvidado con la marea de los siglos.
Lamento de los embera
Amarraron los ríos
con cadenas de oro,
nuestro oro.
Olvidaron a sus dioses,
bailaron al ritmo de las cataratas
sobre el cuerpo de los árboles
que desangraban,
árboles náufragos
en las aguas turbulentos del cambio.
¡Cómo lloraron con los peces!
Y la selva, ahora desnuda,
deja de cantar.
Ingrávido ser
Ingrávido ser
ligero en su paso,
que festeja bajo los aguaceros torrenciales,
pesca en las aguas insondables de lagos perezosos
chapalea alegre los lares pandos de los sapos
bucea en el reino de los caimanes.
Ojos, íntimos de la oscuridad,
espían las estrellas.
Percibe cuentos nocturnos
susurrados en sibilina intimidad;
dueño de un holgorio perezoso
bajo un bochorno tropical,
flecha viva de acierto inmaculado,
mito y omnipotencia
ser supremo
del inframundo,
emisario del Sol,
Rey de la selva,
Imagen eterna, mi Jaguar.
La felicidad
La felicidad es tan volátil
como el disparo de un cometa
a través del cielo crepuscular:
tan volátil como el dulce bochorno de verano
antes de la tempestad:
o la vida de la chicharra
que ya al nacer, canta desesperada su adiós:
o la luna llena, dorada en el horizonte
antes de un nuevo amanecer:
tan volátil como el repentino brillo del cristal
al caerse de la mesa:
o el chirrido de la rama
al caerse del viejo mango:
o el destello fugaz de un espejo
antes de romperse en mil añicos.
Pero con los mil añicos de la felicidad
el vértigo del vacío se ilumina
y por un momento se sacia
de destellos de alegría.
Palabras de palabrero wayúu
I.
Nuestra raza es como el cardón:
por fuerte que sea la tormenta
erguida permanece, no se cae
y si el sol quema,
su savia lo salva de la sequía.
Florece y da las iguarayas
tan dulces como la mujer wayúu.
II.
Somos fuertes como el corazón del cactus,
nuestro canto es el del viento y el mar,
nuestra pureza brilla como la blancura de la sal,
nuestra danza es tan célere
como el correr de la arena.
Nuestras bailarinas son garzas blancas
que aletean en delirante torbellino
mientras los tambores retumban
con los truenos de la tarde.
Las flautas hacen dúo con las aves
y su música atraviesa la soledad del desierto;
las maracas son la lluvia
que azota la tierra en primavera.
Nuestra voz es wayunaikí*
y nuestras leyendas buscan la verdad.
III.
El alimento del arijuna nos enferma,
su religión nos condena,
su mundo nos corrompe,
su risa es la voz de wanülü.**
Nuestra riqueza es su hambre,
nuestro arte su ganancia,
sus enfermedades nuestra plaga,
nuestra muerte, su deseo.
*el hombre blanco.
**El espíritu de las enfermedades y la maldad.
Advertencia de los abuelos a los jóvenes ika
¡No desprecien a los mayores, a sus recuerdos!
¡No escupan sus consejos a la candela del desdén!
¡No entreguen su hombría y sapiencia innata
a las noches del desorden!
¡Recuérdense que un Sol quemó
el disoluto pueblo primigenio
y se marchó a otros cielos!
Las serpientes de los páramos en su furia
formaron remolinos de relámpagos,
amarillos, verdes y escarlata.
Embebieron la sangre de los muertos
mientras los últimos arreboles advirtieron
venideros siglos de oscuridad.
Y ahora, Boonkua-kukue* nos mira
con ojos de acero líquido
y hierve su disgusto en los calores de la tarde.
¡No desprecien a los mayores,
no olviden sus recuerdos y consejos!
* El sol actual. Según la mitología Ika, este mundo ha conocido tres soles. El primer sol, por el mal comportamiento de los seres humanos, lo quemó. Los Ika temen que si vuelvan a comportarse mal, y no respeten a las leyes de la Naturaleza, el sol actual hará lo mismo que su antepasado y quemará el mundo y todos los seres humanos.
El mamo
Anduve por la Sierra,
por sus caminos,
viejos caminos de piedra.
Y entre la niebla aparece,
como una sombra ancestral.
Asomo efímero,
sólo un paso vacilante,
mirada fugaz
de ojos negros y profundos,
sola lumbre.
Y el hombre sigue su camino.
Bello rostro de viejo pergamino,
dibujado por el tiempo
por los vientos,
iluminado,
sereno en su tristeza y su saber.
Nacido de la raíz del silencio,
uno con el roble y el cóndor,
el hombre sigue el camino
y entre la niebla se esfuma:
suspendido en el sosiego
suena el tic, tic, tic,
el sonsonete del poporo
que se filtra a través
de una mañana inmóvil.
El son de la flauta,
el caracol y el tambor,
vibra a su paso
mientras el melancólico viento
me susurra un adiós.
La primavera
La Primavera corretea despeinada
en la brisa de su juventud.
Risas coquetas estallan
en lluvias de abril.
Sus labios rebosantes de alegría
derraman ríos de canto y de flores
y riachuelos traviesos de canción festiva
hacen muecas a las sombras del Invierno
que se deslizan apenadas hacia el olvido.
Su perfume embriaga;
ojos pícaros invitan
y su voz insinuante y pagana
llama a los dioses de antaño,
que se avivan con sensual sonrisa.
¡Que corra el vino de los hongos!
¡Que derramen la chicha sagrada!
Y Xochipilli la corteja
con poesía: los cantos y las flores.
Lamento murui
A los indígenas del Caraparaná, Bajo Putumayo.
I.
Crecía el río y los peces,
constelaciones centelleantes de las aguas,
bailaban y yo cantaba.
Ahora el río duerme
y el cieno deshonra sus caños.
Se fueron los peces
ya no puedo barbasquear.*
Crecía un río oculto
que serpenteaba con sigilo
por las mentes de los hijos.
Ahora se ahogan lejos
ya no tengo con quien hablar.
Se murieron los abuelos
y en un vendaval escarlata,
se esparcieron las leyendas
por un cielo líquido sin luna.
Ya no tengo con quien mambear.*
II.
¿Dónde está mi cuento, mi historia?
Se apagó como las luciérnagas de alba.
¿Dónde está mi poesía?
Se perdió entre el bullicio de los patos silvestres
en su vuelo auroral.
¿Y mis recuerdos?
Los devoraron los caimanes negros
que sonríen lánguidos
en las orillas del tiempo.
¿Dónde está mi memoria?
En el profundo pozo del alma
del dios que duerme.
¿Y mi canto?
Fue llevado en el vaivén
del ramaje de la tormenta.
¿Y mi esperanza?
Parece el aullido del ciego jaguar
que nos abandonó
y descaminó el sendero del futuro.
¿Y mi futuro?
Acompaña los lamentos
de los vientos perdidos
que se arrastran
por la selva moribunda.
*Los murui echaban a las lagunas el zumo de un bejuco, barbasco, para dormir a los peces. Estos subían a la superficie y así el indígena podía recoger los que necesitaba para su sustento, dejando que los demás, al despertarse, siguieran sus vidas normalmente. Llamaron esta actividad, “barbasquear”.
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/26/News/Crooke.html
.