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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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ÓSCAR CORTÉS TAPIA [18.782]

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Óscar Cortés Tapia 

(Chilpancingo, Guerrero, 1960). Escritor mexicano.
Óscar Cortés Tapia es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México, y estudió la Maestría en Letras Mexicanas en esta misma institución. También es licenciado en Derecho por la Universidad del Valle de México.

En 1987, mientras hace sus estudios de literatura, imparte clases en colegios particulares. Al año siguiente aparecen sus primeros textos de creación en la revista Punto de Partida.

A partir de 1990 colabora en varios periódicos de la Ciudad de México y en revistas nacionales y del extranjero. En la revista Ruptures, de Quebec, le publican el poema "Don Panchito", el cual es traducido al inglés, francés y portugués.

Entre 1996 y 1997 pertenece al colectivo artístico El Erizo de Arquíloco, cuya propuesta era un arte neoingenuo, inspirado en la píntura naif y la poesía en bruto.

En 1998 obtiene la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Guerrero, en el rubro de Creador con trayectoria.

Entre los reconocimientos que obtiene destacan el Premio Punto de Partida 1990 en Cuento y el de 1992 en Poesía; así como el Premio de Poesía Gabriela Mistral 2000.

En 1998 publica el libro de cuentos intitulado Breve espera, y en 1999 la antología Su inútil servidor, Margarito Ledesma (antología mínima de Leobino Zavala).

Cortés Tapia se ha inclinado por la poesía. Entre sus libros están Voces como silencio (1995), Tierra de palabras (1996), Cuaderno de iluminar ausencias (1997), La misma pluma (1998), Elogio de El Santo y otros poemas (2001), Elogio de lo baladí (2004) y Las hijas pródigas (2011).

En Noviembre de 2012 gana el Certamen de Poesía Demiurgo, convocado por la editorial Valentia Autores, de España; y en julio de 2013 la Universidad del Valle de México le otorga el premio Lince de Oro.

Desde 1988 ha colaborado en periódicos mexicanos y en revistas literarias impresas. Actualmente lo hace también en revistas literarias virtuales.

Entre 2013 y 2014 condujo los programas radiofónicos en línea ¿Te cuento un libro? y Déjame que te cuente, los cuales se transmitieron a través de Ciudad Radio Mx.

Desde el 22 de noviembre de 2013 es presidente de la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Chilpancingo.

Bibliografía

Voces como silencio, México, Asociación Guerrerense de Profesionistas y Técnicos / Raíces Surianas, 1995, 44 pp. ISBN 968-7532-00-9
Tierra de palabras, México, El erizo de Arquíloco, 1996, 36 pp. Sin ISBN.
Cuaderno de iluminar ausencias, México, El erizo de Arquíloco / Sigma, 1997. Sin ISBN.
Breve espera, México, Mixcóatl, 1998, 20 pp. Sin ISBN.
Su inútil servidor, Margarito Ledesma (antología mínima de Leobino Zavala), Guanajuato, H. Congreso del Estado de Guanajuato / Universidad de Guanajuato, 1999. 108 pp. Sin ISBN.
Elogio de El Santo y otros poemas, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México / La tinta del alcatraz, 2001, 68 pp.ISBN 968-835-654-9
Elogio de lo baladí, México, Mixcóatl, 2004. 16 pp. Sin ISBN.
Las hijas pródigas, Chilpancingo, Ediciones Tarántula Dormida, 2011. 32 pp. Sin ISBN.



Elogio del vuelo enclaustrado

Estas manos
no firman decretos
no cultivan rosas
no dirigen naciones
no amasan harina
no levantan muros
no matan tiranos
no arreglan relojes

Y las amo
Ellas tañen a la Necesaria
Arrancan de su garganta sedas guturales
Con papilas imposibles la catan de punta a punto final
Y en el colmo de la magia
transforman sus ojos en avellanas líquidas

Las amo también
por otros prodigios

Frente al liso dominio de la pared
conducen animales oscuros, domésticos
hacia un Arca de Noé que no sabe de caídas

Su muda semántica da la misma carne
al retorno
al presente
lo cercano

En la noche de mi habitación
atrapan la tenue luz de una plegaria
La ciudad y sus filos
se asoman humillados
y giran alrededor del breve sol de Dios

Hay momentos en que estas manos
destinadas a concluir mis muñecas
se convierten en puños de alegría
Y el ademán las enclaustra

Su genética es de alas
Deberían volar



La suerte de la ceniza

Eres una palabra en un índice
Jorge Luis Borges

Querido poeta
Hermano menor en la antología
Padre de versos menospreciados:

El río numerable de los años
perdió la memoria de tu dicha casera
y de tu gran dolor, universo que cabría en un puño distraído

Los dioses te negaron la gloria de las tesis profesionales
de las biografías autorizadas y las mesas redondas
de las calles y las bibliotecas
de los premios literarios con tu nombre

Oscuro hermano
poco sabemos de ti

Que amaste a una sola mujer
Que siempre tuviste el mismo número telefónico
Que una tarde escuchaste al ruiseñor

No lamentes tu pobre fortuna
Si los dioses dieron a otros la luz de la gloria
ésa que escanea y deteriora el perfume de la rosa venerada
contigo
contigo han sido piadosos

tuyo el sino de la referencia onomástica
Tuya la suerte de la ceniza
Que no da luz
mas conserva el calor de la otra orilla



Cursi

¿Cursi yo?

Cursi la noche de Cancún, imitadora no oficial de tus ojos
Cursi el hilo de grana, tibio símil de tus labios

Y el trinar de sinsontes que suplanta los arpegios de tu voz
Y las bíblicas gacelas, hologramas humildes de tus pechos

¿Cursi yo?

Cursi tú
Dueña de prodigios


AL PROCURADOR EN LA ÚLTIMA FATIGA

Judas, Judas Tadeo
Abogado de la segunda instancia
Procurador en la última fatiga
Que tu voz se apersone pronta
y represente mi talada esperanza
Que tu escrito inicial demande
las prestaciones que lo adverso me niega
Que tu vía sea idónea
y que Dios no te reconvenga

Construye bien el agravio
Elige cuidadoso el silogismo
Fundamenta con las tesis de la Providencia

Opón
si es necesario
el ruego y otros recursos

(Por si acaso
tendremos el amparo de María)




ELOGIO DE EL SANTO Y OTROS POEMAS 
ÓSCAR CORTÉS TAPIA



REGRESO 

Tan leve, 
tan simple mi madre: 
trascendental 
como hoja de limón, 
como salmodia del palomar. 

Qué rasposa su ternura. 
Qué gran óxido su sombra. 
Qué de ausencias. 

Ah, la paradoja tiene cinco letras. 

En su aire de jacaranda agotada 
encuentro la fogata de otras horas, 
de otras verdades. 

Deseo el regreso definitivo: 
que su vientre 
ya muerto 
sea mi tumba. 



Fotografía del niño conejo

Día especial en tu planeta de claroscuros
La danza lo celebra 
Tus giros y saltos, saltos y giros de paño blanco, 
son prodigio contra el polvo en el corazón 

(Miríadas de miradas 
plenas aplauden pautadas 
el paso a paso pausado: 
el peso sin piso, alado 
Tará tará tarará) 

Ah, Niño Conejo, 
la Muerte no disfrazará esta danza: 
un diamante de frondosas ramas 
da de beber fuego al tiempo que no ha de transcurrir



La hora

A la hora del colibrí,
que a las flores musita adagios contra la gravedad,
mi madre cose un vestido blanco
para la Noche de Año Nuevo
Al tiempo de su labor
trae voces amarillentas, rostros arrinconados:
polvosas ramas de la sangre

Ocurre
En sus palabras,
en sus manos
avanza la ira
A paso de cuchillo. A paso de fuego

A la hora del ciempiés,
que cruza el puente de la tarde,
mi madre arroja el doble filo de su corazón
a la nuca del incendio

A la hora del murciélago,
que hilvana giros en el amate,
mi madre termina el vestido

Hay silencio en sus ojos,
un hondo silencio,
y la casa
-lo que de ella queda-
lentamente
se alza de los rescoldos




ELOGIO DE EL SANTO 

Primera caída 
(Elogio del tiempo antiguo) 

En medio de nuestra angustia, 
más vasta que la noche, 
la hora del arma que apunta a la ciudad 
te vestía con la rara estirpe del héroe. 
Te anudabas la máscara 
de quien navega bajo tormenta y sabe salir entero, 
y corrías en tu auto deportivo 
de un ring con criminales de feroz libreto 
a otro: 
calles, solitarias casonas, enlonado de asfalto; 
ibas del llaveo precioso por preciso 
a la amenaza oculta en la guarida de las sombras. 

Te anudabas la máscara 
y la plata argumental de tus puños -irrefutables
machacaba sofismas del ladrón y el vampiro, 
del hombre lobo y el desquiciado científico. 

Te anudabas la máscara 
y la alada plata en vuelo de los topes suicidas 
eclipsaba el sol negro del Mal. 

Poca cosa eran las balas 
en busca del nido de tu pecho; 
poca cosa 
el puñal y su instinto trapero. 

Mayor peligro había 
en la soledad y sus venenos, 
en la mujer 
que con lenta lengua se mojaba los labios, 
como promesa de la trampa deliciosa. 

Pero tú, 
semidiós de la arena, 
el primero de los invencibles, 
lograbas zafarte del abrazo del oso 
que te rompería los huesos del alma. 
(Celosa, 
la ciudad te arrebataba el corazón) 

Te anudabas la máscara, 
capitán de todas nuestras esperanzas, 
y el mundo era seguro. 




Segunda caída 
(Victis honos) 

Ahora 
los músculos ágiles, 
los acerados músculos, 
son frutos de la memoria. 
Más te duele este tiempo 
que el golpe alevoso, 
que la cavernaria misma. 
(Admítelo, 
te anudas la máscara 
y naufragas bajo lluvias simples.) 

Pelea sucia y calles oscuras 
no son ya tu dominio completo; 
nuevos criminales, 
nuevos locos hieren la ciudad. 
Y perdieron la elocuencia 
tus puños discursivos, 
tan bien lo sabes. 

Qué difícil 
levantar el vuelo plateado 
desde la tercera cuerda, 
con tantos años de peso, 
también lo sabes. 

Sin embargo, 
no te duela el tiempo ido; 
no te avergüencen 
las tareas escolares de tus nietos, 
las insaboras caricias de tu esposa 
ni tus viejas películas en el televisor. 
Tu estilo del heroísmo 
ahora es otro. 

Si lo dudas, 
enmascarado como Rodolfo Guzmán, 
vuelve a la arena que caía en pedazos 
con la sola fuerza de tu nombre 
en nuestros labios.
Te espera el amor antiguo: 
la ciudad. 

Ella no ha dejado 
el asiento de la primera fila; 
te es fiel. 

Subirá a tu esquina 
y será tu aliada 
siempre. 

Siempre, 
aunque los nuevos rudos 
venzan al hombre sin rostro 
que en tu carne vive 
y se anuda la máscara 
durante la noche del Mal. 




Tercera caída 
(Santos de nuestra devoción) 

No te negaremos 
antes de que el réferi 
cuente las tres palmadas sobre la lona
No te negaremos 
después de tu última película 
No nos avergonzaremos 
de tus monstruos de utilería, 
del cartón de tus computadoras, 
de la fácil victoria 
sobre momias, espectros y hechiceras
(¡Ay, qué excepción la Tetona Mendoza!) 
No olvidaremos 
Las mañanitas 
el día de tu santo 
No olvidaremos 
limpiar de vez en vez 
tus milagros de plata

No olvidaremos 
prenderte un reflector 
en el altar casero 
de nuestro corazón 

Eres 
Santo, 
Santo, 
Santo
Y no vienes 
en nombre del Señor 
Productor

Nuestra angustia, 
nuestra fe en ti 
desde niños, 
te dieron 
la misión inagotable

¡Oh, golpe justiciero! 
(¡Párteles la madre!) 
¡Oh, rodillazo sin mancha! 
(¡Desgüévalos!) 

Eres 
Santo, 
Santo, 
Santo. 
Y estaremos orgullosos de ti, 
pues tus puños 
mantendrán con vida 
el discurso que aprendimos 
en un viejo cine: 
el Bien gana 
en la tercera caída 




ESPEJO 

(“Del insomnio”, díptico, mixta sobre acrílico y papel aluminio, 1995) 


Cansado de copiar 
el rincón exacto, eterno, 
se desabotona 
la lisa memoria de azogue. 
Abre un cajón del ropero, 
la guarda. 

Con bostezos 
se mete en la cama. 
Una y otra, muchas 
alas profundas lo cubren: 
es el sueño 
sin imágenes. 


II 

Sin parpadear 
la luna llena del ropero 
aluza la noche ciega. 

¡Ah, justicia antiquísima! 

Ojo por ojo, 
luna por luna. 




SOMBRAS 

(“Del insomnio”, tinta sobre papel pautado, 1995) 

Abajo: la calle. 
Las sombras danzan. 

Cierro los ojos. 
Danzan junto a mí. 

Abro los ojos. 

¿Qué desierta música, 
oh, hermanas casuales, 
me roba las piernas, 
me roba los brazos? 



RELOJ 

(“Del insomnio”, díptico cinético, 1995) 


Gota a gota 
vacías 
nuestras vidas. 

Gota a gota. . . 
Gota a gota. . . 
Gota a gota. . . 


II 

¿Qué pañuelo del adiós 
enjugará el océano 
de la sonora lágrima? 




MURCIÉLAGOS 

(“Del insomnio”, tríptico cinético, 1995) 

                                                        Para Bob Kane 



¡Cáspita! 
La velocidad gótica 
y algún desmayo romántico 
se estrellaron 
contra la primera claridad 
de esta página. 


II 

Noche de la Condenación. 
Negros ángeles de la guarda 
piruetean frente a mi ventana. 


III 

En cementerio extranjero 
duerme el poeta maldito. 
Veloces, tan oscuros ángeles de la guarda, 
cambian su ciega ruta de la noche local: 
buscan los malos sueños, gusanos, pus, crueldad. 



NOCHE 

(“Tatuajes”, 1996) 

Cambian de sitio los nombres. 
Todo despierta hacia dentro 





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