Blanca Victoria de Lecea
Madrid, España, 1991
Ha aparecido en diversos fanzines digitales (Por Qué Tiemblan, Absurdo, Tea Herética o Descotazar), páginas web (como Errr-magazine, New Spleen, VOCES The idealist, TPA o Digo.Palabra.txt) y en los libros de antología poética El país de los poetas, Anónimos 2.3 y Versos en el aire. Es Periodista Cultural en Drugstore Magazine, escribe para la revista Contrapunto de la Universidad de Alcalá y en uvedelecea.
Sitios que al mismo tiempo hablan de recuerdos
diferentes
Él me hablaba de quién realmente había ganado la segunda guerra mundial.
Y yo le miraba a base de susurros de antiguas complicidades.
Incapaz de aguantar la concentración,
imaginaba cómo sería discutir con él
la sutil diferencia
entre la angustia y la melancolía,
o si prefería tener perros o hijos
o si quería abrazarme el tiempo que nos quedaba
por compartir.
Ésta última se la escribí con una caricia
pero él prefirió seguir con la guerra.
Avería de escombros
Marcando el linde:
Filos blancos en el albornoz
Figura varada y muda
Desamparada
Furgoneta apostatada
o perro abatido
Mísera tristeza
sumida en el abandono
de unos chistes sin gracia
Fluido de grana
Olor de orines
Vagabunda repulsión,
rugir de trueno delirante
en la madrugada
cucaracha kafkiana
que arma errabundas miradas
zumbido de mosca
que cierra cualquier puerta
y separa estancias.
:Limitando el vínculo
El motor se para
Alcanza el umbral y resbalan los cuerpos de las bicicletas. Se sumergen y despeñan al suelo.
No se puede seguir eligiendo libros en las bibliotecas. Se ahogan los lactantes arriados.
No se puede seguir tirando de piedras. Se quiebran y derraman los afectos.
No se pueden dar más pasos. Fundieron las fuerzas.
Amasijo devorado por el ciego latido
¿Quién te anida? Consulto al retrato
Ningún temblor en el resplandor deshabitado del sur
La imagen que soy ignora mi presencia
Y no sé quién responde:
Ecos caídos de lejanos transitares.
Han entrado las termitas derramando denso oleaje,
por las costuras, se ve lo negro.
El felpudo se convirtió en envoltorio y no hay madre.
Quedaron las dunas, los huérfanos huecos en el lecho deshojado.
Eres
esta Caverna lanzada al velo del vacío, al olvido del delirio
Recalcitrar. Resistir con tenacidad a quien se debe obedecer
El absoluto
control
estúpido
de su madre
sobre cualquier movimiento
que emita su hija.
Y si la madre está fuera
es su fantasma el que está dentro.
La hija sabe
que hasta que la hija no muera
y no muera la hija de la hija
no morirá su madre
o que nunca morirá
si seguimos bajo esta
atávica
lluvia.
Pero los fantasmas de las madres
siguen salvando el vacío
entre suelo y puerta,
latigando al aire, hendiendo
la celosía.
Logran
pasar.
Hedionda existencia, lustrada con jabón,
pero hediondo lo caminado
al acostarse,
hedionda la herida
al abrir las piernas,
hedionda la boca
escuchándose a sí misma.
Hedionda
existencia.
Y se repite para sí;
Romper
la Soga
Ancestral
Abandono
Dejarse mecer
por la brisa de la ola y, dar suaves vueltas de campana
una tras otra. Aterrizar,
dulcemente y
a cuatro ruedas, en
una
nube
negra.
.