LUCÍA GÓNGORA PETROVICH
Lima, Perú 1994. Estudiante de Derecho y Poeta. Publicaciones en antologías ajenas y revistas desde los 16 años. Ha participado en diversos festivales y ferias poéticos, incluyendo La Feria del Libro, el Proyecto Barrio Literario y el Festival Internacional de Poesía Por La Paz.
Día o noche
Me acuesto con los senos al aire
Y me pesan
El miedo se eriza también
Como dos pezones
Que nunca encuentran hogar
El líquido de todos los nombres
De seres que no me refugiaron
Me invade la garganta
Y se anidan en mí todas las palomas
Que como yo son tibias
Y a la vez descarriadas
Vistas como demonios
Cuando no quieren más que pan
Y algo de agua
Con qué incendiarse un poco
Las pequeñas patas
Que también tienen frío
Y los nombres se me van
Porque no fueron nunca
Y me meto de nuevo a la cama
Con los senos al aire
Para recordar algo todavía
Como si en las puntas de mis pechos
Se hallara alguna cosa
Conexión dispersa con algo que tenga hogar ¿y qué era yo,
Un eructo infértil cortado en la garganta
Con alguna navaja? ¿un espacio para seres
Que habitan en el parque
Igual que un borracho
O un ave
O una hoja blanca llena de hambre
Que grita
Y nadie sacia?
IMAGO
Por estos días
El verbo es un fantasma
Un alba de luz invisible
Mis dedos
Una nota de tecla
Los acordes son de pasto
Y yo, que solo soy música
Arrullada en Érebo
Un columpio de umbra
Estigia y Leteo son un fuego
De agua y me tocan las notas
De tecla maldecida
Y yo, que les huyo
A las náuticas
Y yo, que soy de mar.
Píntenme, auroras, con todo el esplendor que me haga falta ser pintada,
Con las chimeneas marchitas marrones y los gases de escarlata,
Tómense los azules que me aman y me saben tan a viento,
Que adía aprendí que quería volar como el bardo en mis jardines,
Sobre las ramas de agua que rasgan el alma; la tala, la mía, la misma.
Píntenme, antes de que cesen de cantar los pinceles y me canse de bailar,
Con el espacio rebelde que se escurre entre mis piernas,
Mójese el vapor seco del Otoño que amenaza con extirpar su belleza,
Que atarde aprendí que debían seducirme sus luces hasta no ver,
Invadirme hasta el ocaso en el cobijo de vástagos torniopacos
Píntenme, auroras, y las sendas tendrán nombre al desarmar los lazos,
Sin el incordio de las voces que silencian sus trovas,
Cálmense las notas que donan sus dedos enmelados de mar,
Que anoche aprendí que aún he de arrullar mis astros abiertos,
Hasta que se asfixie la agonía del mercurio destrozado
Píntenme, auroras, con todo el esplendor que me haga falta ser pintada,
Sin la vileza de los tintes vanos que pretenden sembrarse en mí,
Róbenme los céfiros hacia los alcorces de mi cosmos, mío sol o,
Que ahora aprendo a volar como el bardo en mis jardines,
Sobre las ramas de agua que rasgan el alma; mis tejidos se enervan en uno.
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