Célie Diaquoi-Deslandes
Nació en 1907 y murió en 1989. Es una de las más talentosas poetisas de la generación de los años 50. Sin embargo, al ser una mujer de oficinas que revoloteaba de una administración pública de Puerto Príncipe a otra, no le gustan ni las flores ni los paquebotes. El crítico Christophe Charles tenía razón al resaltar que “Se infravalora a Célie Diaquoi-Deslandes. Merece ocupar uno de los primerísimos puestos en la poesía femenina haitiana”. En efecto, le sigue a Ida Faubert en la composición de gran poesía que parece renacer bajo su pluma tanto al nivel de perfección formal como de la capacidad de expresión. Entre sus obras se cuentan: Chants du coeur [Cantos del corazón] (1963); Arpent d’amour-Chansons feutrées [Arpente de amor-Canciones aterciopeladas] (1967) y Crépuscule aux cils d’or [Crepúsculo de pestañas de oro] (1969).
Versión al español de
Cristina García, María García y Alejandro Múnera
Películas
Mañana. Cielo azul. Nubes ligeras.
La montaña. Los árboles. Las flores.
El sol detrás de la montaña.
El parque.
Los bancos. El columpio.
Los niños con sus criadas.
El jardinero robusto, vivo, guapo.
Las muchachas en minifalda.
Las muchachas las admiran.
Las ancianas las miran de reojo.
La calle.
Los coches se multiplican. Los cojines queman.
Los cláxones se irritan.
El pavimento se ablanda bajo el calor.
Los ciclistas imprudentes. Las señales luminosas.
Los transeúntes caminan a zancadas.
Las muchachas son muy lindas.
Las muchachas elegantes.
Las ancianas van lentamente.
El policía con gafas oscuras.
Las tiendas lujosas.
Los niños con sus mamás.
Los juguetes que piden.
La radio de los restaurantes.
Las muchachas de paso desenvuelto.
Las muchachas sonrientes.
Las ancianas preocupadas.
La iglesia.
Los fieles rezan. El altar en el fondo de la iglesia.
El armonio de la iglesia a la izquierda.
Las estatuas a la derecha.
Las muchachas que se exhiben
Las muchachas que se arrodillan.
Las ancianas que rezan, rezan fuerte.
La atmósfera de piedad.
La hora del regreso.
La compra para la cena.
La hora de la cena. Los platos suculentos.
Las muchachas que comen poco.
Las muchachas que comen bien.
Las ancianas que comen demasiado.
La conversación que se anima.
La tarde fresca y alegre.
El helado de chocolate.
La música en el salón.
Las muchachas que menean las caderas.
Las muchachas balancean las caderas con langor.
Las ancianas murmuran, murmuran.
Tomado de Crépuscule aux cils d’or, 1969
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