Bárbara Heliodora, em óleo sobre tela encontrado nos porões da antiga Fazenda Boa Vista em São Gonçalo do Sapucaí.
Bárbara Heliodora
Bárbara Heliodora Guilhermina da Silveira (São João del Rei, 3 de diciembre de 1759 - Sao Goncalo do Sapucaí, antes llamado San Gonzalo de la campaña de Río Verde, el 24 de mayo de 1819) fue una poeta y activista política brasileña.
Fueron sus padres José da Silveira e Sousa y Maria Josefa Bueno da Cunha. Para algunos estudiosos, era descendiente de una de las familias más ilustres de Sao Paulo: el aclamado Amador Bueno.
Estaba casada con el conspirador Alvarenga Peixoto. De hecho, Alvarenga Peixoto y Barbara Heliodora vivieron juntos durante algún tiempo, y sólo se casaron, por orden del obispo de Mariana en 22 de Diciembre de 1781, cuando María Ifigenia, su hija, ya tenía tres años de edad. De esta unión nacieron tres hijos: José Eleuterio, Juan Damasceno (que más tarde se llamaría Juan el Evangelista) y Tristan Antonio. En virtud de su matrimonio con Alvarenga, y su participación inmediata en el movimiento conspirador, Barbara ganó el título de "Heroína de Minas de la conspiración".
Perdió a María Ifigenia, su hija mayor, cuando este todavía tenía 13 años y había sufrido una violenta caída de caballo que le causó la muerte.
Para el escritor Aureliano Leite en su obra "La vida heróica de Barbara Heliodora", "era la estrella norte que guía sabiamente la vida de su marido, que ella fue quien alimentó su sueño de deslealtad en Brasil ..., hecho que la posteridad le dio el tratamiento de la heroína de la conspiración ". Siendo la esposa de uno de los principales mentores del levantamiento, se supone que Bárbara también había actuado en la conspiración. Se cree que algunas reuniones se celebraron en el hogar Alvarenga, como se cree que la participación de la poetisa. En los interrogatorios de Autos los acusados, en sus declaraciones, tienden a salvaguardar a sus esposas o parejas. Así que no hay ninguna prueba histórica de su participación en el movimiento. Sin embargo, si efectivamente se produjo la participación de Bárbara en el episodio de la conspiración, se convierte en la primera mujer en Brasil participante en un movimiento político.
Casa donde Barbara Heliodora vivió sus últimos años en Sao Goncalo do Sapucai
Unos años más tarde, con el descubrimiento del movimiento conspirador, Alvarenga Peixoto fue detenido, condenado y declarado infame por la corona portuguesa. Se confiscaron sus bienes. Fue exiliado a Ambaca, en Angola, en África, donde vino a morir. Desde entonces, Bárbara fue a vivir con sus hijos y una hermana.
Las dos pérdidas, su hija y su marido, han sido una de las teorías utilizadas como razón para demostrar la supuesta demencia de Bárbara Heliodora.
El capitán de mar y guerra Carlos Alberto da Rocha, en el artículo publicado (en virtud de la ACR inicial) en el 11 del mes de octubre de 1931 en la revista La Revista de S. Gonçalo do Sapucai, explica las razones de la declaración de demencia de Bárbara: con el fin de deshacerse de la amenaza de secuestro y ejecución, "vendió" por escritura de 27 de julio de 1809, los activos que había dejado a su hijo José Eleuterio de Alvarenga. Tal maniobra, al parecer, sería un perjuicio para la Real Hacienda; que se anule la citada escritura y Heliodora fue declarada loca.
Muerte
Bárbara vivió sus últimos años en el pueblo del sur-minero de Sao Goncalo do Sapucaí, donde tenía propiedades con operaciones en la minería y la agricultura, dirigidas en compañía de su amigo João Rodrigues de Macedo. Alvarenga Peixoto, esposo de Bárbara, era amigo cercano del contratista Macedo, y la amistad se extendió a Bárbara después del destierro y la muerte del conspirador.
Barbara murió en Sao Goncalo do Sapucaí en 24 de mayo de 1819, siendo enterrada en la Iglesia de la Ciudad.
El certificado de defunción informa que Bárbara murió de tuberculosis, y recibió todos los sacramentos, fue envuelta en el hábito de la Virgen del Carmen y acompañada a la tumba por nueve sacerdotes que le hicieron nueve lecciones y misas de cuerpo presente. En los mediados de los años veinte, sus huesos fueron trasladados al cementerio local y enterrados en la fosa común, y el paradero de sus restos en la actualidad se considera incierto.
La producción literaria de Bárbara Heliodora es muy baja y controvertida. A ella se le asignan los poemas "consejo a mis hijos" , y un soneto dedicado a María Ifigenia, pero no todos los expertos están de acuerdo en esta cuestión. Si, efectivamente, la autoría de tales escritos se ha demostrado históricamente, hace que la esposa de Alvarenga Peixoto fuera la primer poeta del Brasil.
AMADA HIJA
Amada hija, ya es llegado el dia
En que la luz de la razón, como antorcha encendida,
Viene a conducir a la simple naturaleza;
Es hoy cuando tu mundo da principio.
La mano, que te ha formado, guía tus pasos,
Desprecia ofertas de belleza vana
Y sacrifica honras y riquezas
A las santas leyes del Hijo de María.
Imprime caridad en tu alma,
Que a amar a Dios y a nuestros semejantes
Son eternos preceptos de verdad.
Lo demás son ideas delirantes;
Procura ser feliz en lo eerno,
Que el mundo son brevísimos instantes.
Extraído de la obra
VOCES FEMENINAS DE LA POESÍA BRASILEÑA
Goiânia: Editora Oriente, s.d.
Traducción: ADOVALDO FERNANDES SAMPAIO
SONETO
Amada filha, é já chegado o dia,
em que a luz da razão, qual tocha acesa,
vem conduzir a simples natureza:
- é hoje que o teu mundo principia.
A mão, que te gerou, teus passos guia;
despreza ofertas de uma vá beleza,
e sacrifica as honras e a riqueza
às santas leis do Filho de Maria.
Estampa na tua alma a Caridade,
que amar a Deus, amar aos semelhantes,
são eternos preceitos da Verdade.
Tudo o mais são idéias delirantes;
procura ser feliz na Eternidade,
que o mundo são brevíssimos instantes.
Nota: Domingos Carvalho da Silva, em alguns trabalhos, inclusive num artigo publicado em "O Estado de São Paulo" de 12.8.1961, sob o título "História de um Soneto", atribui sua autoria a Bárbara Heliodora.
Fonte: http://www.clubedapoesia.com.br/brasileiros/braalvaren.htm
CONSELHOS A SEUS FILHOS
Meninos, eu vou dictar
As regras do bem viver,
Não basta somente ler,
É preciso ponderar,
Que a lição não faz saber,
Quem faz sabios é o pensar.
Neste tormentoso mar
D'ondas de contradicções,
Ninguem soletre feições,
Que sempre se ha de enganar;
De caras a corações
A muitas legoas que andar.
Applicai ao conversar
Todos os cinco sentidos,
Que as paredes têm ouvidos,
E também podem fallar:
Ha bixinhos escondidos,
Que só vivem de escutar.
Quem quer males evitar
Evite-lhe a occasião,
Que os males por si virão,
Sem ninguem os procurar;
E antes que ronque o trovão,
Manda a prudencia ferrar.
Não vos deixeis enganar
Por amigos, nem amigas;
Rapazes e raparigas
Não sabem mais, que asnear;
As conversas, e as intrigas
Servem de precipitar.
Sempre vos deveis guiar
Pelos antigos conselhos,
Que dizem, que ratos velhos
Não ha modo de os caçar:
Não batam ferros vermelhos,
Deixem um pouco esfriar.
Se é tempo de professar
De taful o quarto voto,
Procurai capote roto
Pé de banco de um brilhar,
Que seja sabio piloto
Nas regras de calcular.
Se vos mandarem chamar
Pâra ver uma funcção,
Respondei sempre que não,
Que tendes em que cuidar:
Assim se entende o rifão.
Quem está bem, deixa-se estar.
Devei-vos acautelar
Em jogos de paro e tópo,
Promptos em passar o copo
Nas angolinas do azar:
Taes as fábulas de Esopo,
Que vós deveis estudar.
Quem fala, escreve no ar,
Sem pôr virgulas nem pontos,
E póde quem conta os contos,
Mil pontos accrescentar;
Fica um rebanho de tontos
Sem nenhum adivinhar.
Com Deus e o rei não brincar,
É servir e obedecer,
Amar por muito temer
Mâs temer por muito amar,
Santo temor de offender
A quem se deve adorar!
Até aqui pode bastar,
Mais havia que dizer;
Mâs eu tenho que fazer,
Não me posso demorar,
E quem sabe discorrer
Póde o resto adivinhar.
O SONHO
Oh que sonho! Oh! que sonho eu tive n'esta,
Feliz, ditosa e socegada sésta!
Eu vi o Pão de Assucar levantar-se
E no meio das ondas transformar-se
Na figura de um indio o mais gentil,
Representando só todo o Brazil.
Pendente ao tiracol de branco arminho
Concavo dente de animal marinho
As preciosas armas lhe guardava;
Era thesoiro e juntamente aljava.
De pontas de diamante eram as setas,
As hásteas d'oiro, mas as pennas pretas;
Que o indio valeroso altivo e forte
Não manda seta, em que não mande a morte,
Zona de pennas de vistosas côres
Guarnecida de barbaros lavores,
De folhetas e perolas pendentes,
Finos chrystaes, topazios transparentes,
Em recamadas pelles de sahiras,
Rubins, e diamantes e saphiras,
Em campo de esmeralda escurecia
A linda estrella, que nos traz o dia.
No cocar... oh que assombro! oh que riqueza!
Vi tudo quanto póde a natureza.
No peito em grandes letras de diamante
O nome da augustissima imperante.
De inteiriço coral novo instrumento
As mãos lhe occupa, em quanto ao doce accento
Das saudosas palhetas, que afinava,
Pindaro americano assim cantava.
Sou vassallo e sou leal,
Como tal,
Fiel constante,
Sirvo á glória da imperante,
Sirvo á grandeza real.
Aos elysios descerei
Fiel sempre a Portugal,
Ao famoso vice-rei,
Ao illustre general,
Ás bandeiras, que jurei,
Insultando o fado e a sorte,
E a fortuna desigual,
Qu'a quem morrer sabe, a morte
Nem é morte, nem é mal.
Do livro: Florilégio da Poesia Brasileira, de Varnhagen, 1946 ("fac-símile do frontespício da ed. princeps do "Florilégio da Poesia Brasileira", de 1850),
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Bárbara Bela (por Alvarenga Peixoto)
Bárbara bela,
Do norte estrela,
Que o meu destino
Sabes guiar,
De ti ausente,
Triste, somente
As horas passo
A suspirar.
Por entre as penhas
De incultas brenhas,
Cansa-me a vista
De te buscar;
Porém não vejo
Mais que o desejo
Sem esperança
De te encontrar.
Eu bem queria
A noite e o dia
Sempre contigo
Poder passar;
Mas orgulhosa
Sorte invejosa
Desta fortuna
Me quer privar.
Tu, entre os braços,
Ternos abraços
Da filha amada
Podes gozar;
Priva-me a estrela
De ti e dela,
Busca dois modos
De me matar!
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