Macky Chuca
(Buenos Aires, Argentina, 1973). Fijó su residencia en Palma de Mallorca en el 2000;
Vocalista y letrista del grupo punk rock Mostros. Ha ganado con “La reina del burdel”, el VIII premio Café Mon, y publicado por la editorial mallorquina Sloper en 2011.
Ha publicado: Saliva. ContraEscritura, 2015.
Macky Chuca. Saliva. ContraEscritura, 2015.
BARRO QUE TODAVÍA
una tiende a saber si prefiere ser barro en manos moldeadoras
marca de barro en la alfombra roja
barro en las patas del animal vagabundo
pero el barro es débil
y sordo
y no sabe de cuentos
después de todo se debe a su lluvia
pero
ni la peor
lluvia
sucia de balcones
podrá lavar las horas
que pasé murmurando azúcares
(dice mi boca, que siempre se creyó indeleble)
y la lluvia no sirve para lavar los besos
los míos
narcolépticos hasta el próximo tren
ni los suyos
que despertaron en mí
algo que todavía ruge
y muerde.
Sola y la zarza
1.
todos ustedes
que señalan el fuego siempre vivo
para que yo lo vea
quiero que sepan que desde aquí no distingo
el dedo del fuego
y no hay previsiones de que vaya a entender de un momento a otro.
por qué no se apaga nunca
quítenme este efecto
se desenchufa de ahí del pedal.
siempre me confundí el phaser y el flanger
alguno de los dos debe ser el que molesta.
apaguen
de una vez por todas
que esto no es vida
quiero descansar
de la condena del vaso medio lleno
y la zarza.
2.
la zarza
apunta a algo que ella no puede
comprender
ni sostener entre las manos
sin volverse de azufre y kerosén.
si pudiera apartaría la vista para ser de otro y no de él
del que le muestra
la llama y la puta de la zarza
que nunca se consume.
pero no
no cerrará los ojos porque no puede
no mirará otra cosa porque no sabe
se arrodillará
liviana
como ha sido siempre
pero no piensen que es adoración
es sólo hambre.
Canción para mi menopausia
cuando vengas
añoraré los días
en que los perros hundían el morro entre mis piernas
en nombre de sus dueños.
cuando vengas
tendré que archivar para siempre mi reclamo
a aquel que me llama en semanas alternas
por haberse perdido mi ovulación
y su alarde primaveral
su manía de ponerme las tetas
como faros traicioneros
que encandilan a navegantes
tetas leudantes que buscan manos panaderas
que me enmantequen y me enharinen
cuando vengas
caminaré liviana
sin el peso del óvulo en las trompas
que me hace contonearme a cada paso
un micrón más alta y dos más ancha
para recibir al alfa
al evolutivamente adecuado
que
(están verdes barra nunca quise)
cuando vengas
a ponerme el escote fucsia de calores
cuando me haya olvidado de la arritmia
en aras del hueco y el sofoco
¿qué baile nuevo me deparará la hormona?
¿a quién le informaré en tiempo real
sobre el contorno de mi culo y su querencia?
¿a quién le contaré
que ya no ando alborotando perros
y que los dueños me parecen muy cansinos
y que quiero que me amasen de otra forma?
cuando vengas
me parece que me quedaré callada
y dejaré que me cuentes
de qué va esta sustitución de calendarios
a qué sabe el arroz por fin pasado
cómo suena el tren que se aleja por la vía
cómo es abrirse
y no pensar
en la condena de posibles homúnculos
con cara de panaderos en miniatura
con cara de navegantes.
Con mi balsa
las flores amarillas que me golpeaban las piernas
mientras iba en bicicleta por Lago Puelo
son mi casa.
la cutícula seca y levantada
de mi dedo corazón
también es mi casa.
la yema de ese dedo
me riega y me garúa
y me lleva sana a casa
cada vez.
algunas mañanas me despierto
miro a mi alrededor
y no reconozco el espacio
ni mis cosas.
algunas mañanas soy náufrago
bicho escamado
afónico de sol
hipermétrope de ver sólo agua y sólo cielo.
tantos años viviendo junto al mar
me deben haber hecho mucho daño.
hay algo en mí que se castiga
por semejante privilegio
regalándome algunas mañanas
un pavor de balsa
hondura trémula bajo el parquet
el viejo miedo a la oscuridad
al que ya vencí en pasillos y en esquinas
pero que vuelve, salado, al paladar
que vuelve, vértigo, al talón
que vuelve a esto telgopor y deriva.
Canción primera de la tundra
afuera cruje el frío polar y se prepara el trueno.
linda noche para dormir cucharita
en mi cabaña siberiana
y comernos
los restos congelados
del último turista.
afuera donde vive la nieve
la noche miente negrura.
linda noche para calentarnos las manos
en las entrañas abiertas
del último turista.
anoche me ofreciste montura.
remotos y ensangrentados
paseamos nuestro lustre
por la tundra.
tú nunca tienes frío.
fue cabaña ahora es guarida.
pintamos las vigas del techo con la mala semilla
derramada
y aquello que brotó
alegremente
de la arteria femoral
del último turista.
cuesta mucho quitar el tejido de debajo de las uñas
largas
de un largo
invierno.
la espalda abierta trazó una huella
en el parquet.
es el camino tibio que va desde la puerta
hasta una habitación
donde mugen los silencios
de muchos días vacíos.
me has clavado a nuestra cama para siempre.
afuera claman las estrellas que no vemos.
porque no vemos
y todo es trueno.
ahítos reblandecidos
nos murmuramos dentro de la boca.
habremos de salir a cazar un día de estos.
Con mi balsa II
algunas mañanas soy náufrago
y me pesa el cuerpo
y me balanceo en el espacio
apóloga del martirio
enganchada por unos cuantos centímetros cuadrados de piel
la noche esa herida alargada
me deja este vestido de nácar
molusco bivalvo
y tanta sed
y hay una cuerda que me ancla al fondo
de tu fondo.
Saliva es mi nuevo libro, un poemario editado por ContraEscritura.
Macky Chuca
Los poemas de Saliva giran alrededor de una temática de hibridación, tránsito e impermanencia: insectos mutantes al servicio de las neurosis personales, componentes olfatogustativos, conciencia somática, plantas con mecanismos semihumanos y cosas que nos ocurren a las mujeres en el coxis y en la piel. Todos están preparados para ser declamados en directo como parte de un proyecto de spoken word.
Son textos que cruzan el papel para que la autora pueda colocarse con su propio anhídrido carbónico y hacer ademanes. Los lectores están invitados a hacer lo propio y salivar, leyéndolos en voz alta desde el balcón, o entre las sábanas. Pero también funcionan a la manera tradicional y pueden leerse, como artefacto quiromántico, en las hebras del fondo de una taza de té, en peluquerías y madrigueras, en la barra del bar esperando al amante y en la mesa de la cocina mientras humean las cacerolas y gotea el grifo.
.