Kevin Prufer
Fecha de nacimiento: 1969, en Cleveland, Ohio es un poeta americano, académico, editor y ensayista. Sus libros más recientes son Churches (Four Way Books, 2014), In A Beautiful Country (Four Way Books, 2011) and National Anthem (Four Way Books, 2008).
Educación: Universidad Wesleyana, Universidad Washington en San Luis, Hollins University
Poesía:
Churches ( Four Way Books , 2014)
In A Beautiful Country ( Four Way Books , 2011)
National Anthem ( Four Way Books , 2008)
Fallen from a Chariot ( Carnegie Mellon University Press , 2005)
The Finger Bone (Carnegie Mellon University Press, 2002)
Strange Wood ( Louisiana State University Press , 1998)
Antologías:
Russell Atkins : On the Life and Work of an American Master (Unsung Masters Series, 2013)
Until Everything is Continuous Again: On the Work of WS Merwin ( WordFarm , 2012, with Jonathan Weinert)
Dunstan Thompson: On the Life & Work of a Lost American Master ( Pleiades Press , 2010, with DA Powell)
New European Poets ( Graywolf Press , 2008, with Wayne Miller)
Dark Horses: Poets on Overlooked Poems ( University of Illinois Press , 2007, with Joy Katz)
The New Young American Poets ( Southern Illinois University Press , 2000)
Poesía en traducción:
Wir wollten Amerika finden ( Luxbooks , 2011) (German translation by Norbert Lange and Susanna Mewe)
Traducción de Luis Ingelmo y Pablo Luque Pinilla
elcuaderno POESÍA Número 62 / Noviembre del 2014
Para los infelices
Perdonadme, insomnes. Me he quedado dormido. Me ha invadido el sueño. Me he escurrido, aquí en la encimera, con las manzanas, mientras echaba una ojeada al césped.
Y vosotros, los heridos. ¿Podéis perdonarme? Me he cortado el dedo con este cuchillo de cocina. Ha teñido el fregadero, aunque solo un poco. He apretado los labios para evitar llorar y ahora el agua lava la pila.
Vosotros, que no albergáis en la cabeza espacio para ideas nuevas: vivo en un molino de viento. Sus aspas no dejan de girar durante todo el día, sus cien dientes sobre el tejado no cesan de hacer clic como si se les ocurrieran ideas fantásticas. Perdonadme. Tengo los oídos llenos de algodón, pero no sirve de nada.
Hay carcoma en las paredes, avispas en la panera –no se están riendo de vosotros, que no sentís los pulgares, los entumecidos de corazón–. Tienen la boca llena de astillas, los ojos cegados por la pintura.
¿Podréis ser amables? Tengo muchos pensamientos delicados. Perdonadme, infelices: tengo un pequeño cuchillo en la mano.
For the unfortunates
Forgive me, insomniacs. I dozed off. I fell into a dream. I slipped, here
at the kitchen counter, with the apples, looking over the lawn.
And you, the wounded. Will you forgive me? I cut my finger on this
paring knife. It stains the sink, but not so badly. I bit my lip to keep
from crying and now the water washes the basin clean.
You, who haven’t room in your heads for a new thought: I live in a
windmill. All day long, the blades swing round, the hundred cogs
above the roof clicking away like excellent ideas. Forgive me. My
ears are full of cotton, but it does no good.
Wood bugs in my walls, wasps in my bread box—they aren’t laughing
at you, who have no feeling in your thumbs, the numb at heart. Their
mouths are full of woodchips, their eyes blind with paint.
Won’t you all be kind? I have so many gentle thoughts. Forgive me,
unfortunates: there is a little knife in my hand.
Un coche ha caído desde un puente
Tenemos la muerte del coche, que se encontraba tranquilo y significa bien poco, emitiendo un suave chirrido en un campo nevado.
Y tenemos la muerte del cuerpo, que fue rápida, el cuerpo inconsciente y enfriándose contra el salpicadero.
Por supuesto, tenemos la nieve, que suspira por tener la oportunidad de dormirse, rodeando el coche y el cuerpo donde ambos vinieron a pararse.
Qué suave parece la nieve vista desde el coche, como una vaporosa cortina que el viento ondeara en una ventana en un día de otoño, hace años quizás. Qué graciosas las pequeñas huellas donde se ha esparcido el parabrisas roto.
La gente conduce sobre el puente sin advertir que el guardarraíl está arrancado, sin advertir que el coche se ha precipitado en el campo y, momentos antes, ha dejado de funcionar.
Quiero ser más joven de lo que soy.
Quiero decirle a mi madre: «no». Llorar en el asiento de atrás porque me aburro y tengo hambre y todavía estamos a cientos de kilómetros de casa.
El coche yace en el campo y la cabeza duerme en el salpicadero. Una ambulancia se ha acercado hasta el borde del puente, pero no ha encontrado la manera de llegar hasta el campo helado y el coche, que está parado.
A veces creo que comprendo la muerte, que a mi madre se le parara el corazón justo cuando hablaba por teléfono con una amiga. Sin dolor, sin dolor, digo pues. Y misericordioso, mientras el teléfono cuelga del cable.
Qué bueno morir de ese modo, como un coche que tan pronto es feliz como sale
volando por donde el puente se ha roto.
Para el cuerpo, la nieve no es suave ni fría. Para el cuerpo, hay un cero donde debería haber un campo.
De tener un móvil, haría lo posible por llamarla.
A car has fallen from a bridge
There is the death of the car, which was quiet and signifies little,
ticking gently in a field of snow.
And there is the death of the body, which was quick, the body
unaware and cooling against the dash.
Of course, there is snow, which wants so badly just to sleep,
surrounding the car and the body where they came to rest.
How gentle the snow seems form the car, like a gauzy curtain the
wind blew from a window on a fall day perhaps years ago. How sweet,
the little paw prints where the sprung glass scattered.
People drive over the bridge not noticing the rail has torn away,
not noticing the car that rolled into the field and, moments ago,
just died.
I want to be younger than I am.
I want to say to my mother, no. To cry in the back seat because I am
bored and hungry and we are still one hundred miles from home.
The car lay in the field and the head slept on the dash.
An ambulance pulled to the edge of the bridge
but could not figure out how to descend to the frozen field and the
car, which was already dead.
Sometimes, I think I understand death, my mother whose heart just
stopped while she spoke to a friend on the phone. Painless, painless,
I say then. And merciful, the receiver dangling from its cord.
How nice to go that way, like a car which one moment is happy and,
another, suspended in flight where the bridge broke loose.
To the body, the snow is neither cold nor gentle. To the body,
there’s a zero where a field should be.
If I only had a cell phone, I would try to call her.
El auge de Roma
Se levantó como la bruma sobre un lago al amanecer mientras pasaba el autobús y un joven cabeceaba adormilado contra la ventanilla.
Se levantó de la pista como un avión al que no le queda mucho tiempo de vida.
«Levantaos», nos dijo el pastor, y nos levantamos del banco y manoseamos los libros porque sabíamos que nos quedaba poco tiempo. Cantamos e inclinamos la cabeza, y después nos arrodillamos.
Fue un imperio magnífico repleto de ladrillo y mármol. Magnífico como un coche nuevo, todo limpiaparabrisas y cromo. Yo quería tocarlo, pasar el dedo
por el cristal como de ojo de abeja de un faro y no pensar en él volcado en un campo, con las ruedas deteniéndose y la cabina llena de humo.
«Levantaos», dijeron los dioses revestidos de sabiduría y anillos. «Levantaos», con los dedos cubiertos por cicatrices abrasadoras, con sus caprichosos y arbitrarios ira y amor. Roma se levantó y se levantó como la bruma y nosotros dijimos «sí» a los dioses y tocamos la guitarra. «Sí» y nos subimos a los aviones
o recorrimos las largas carreteras que rodeaban la ciudad donde se ponía el sol sin que los quitanieves lo barrieran. Fue una época maravillosa, más y más rápida como el humo. Los baños y el acueducto, el barrio opulento y el menos opulento. Nadé en perfume mientras mis sirvientes comían ratones, mientras las fronteras se derrumbaban y los aviones poblaban el cielo. «O, dadme, dadme», les dije a los dioses que sonreían en torno a sus bolas de cristal.
Siempre era verano durante el auge de Roma. El pastor dijo «arrodillaos».
Los dioses rieron.
Extendimos las toallas de playa en la arena y nos desplomamos.
[Fallen from a Chariot, Pittsburgh (Pensilvania), Carnegie Mellon University Press, 2005]
The rise of Rome
Rose like a fog off a lake at dawn as the bus rolled past, a young man
nodding sleepily against the glass.
Rose from the runway like an airplane that has not long to live.
Rise, the pastor told us, and we rose from our pews and fingered the
books because we knew our time was short. We sang and bowed our heads, then kneeled.
It was a gorgeous empire in its brick and marble. Gorgeous,
like a new car, all windshield and chrome. I wanted to touch it, to
slide my finger along the headlight’s bee-eye of glass
and not think about it overturned in a field, the wheels slowing and
the cockpit just smoke.
Rise, the gods said in their wisdom and rings. Rise, in their fingers
nettled over with scars, in their whimsical and gratuitous
anger and love. Rome rose and rose like fog
and we said yes to the gods and played our guitars. Yes and boarded
our planes, or drove the long roads outside of the city
where the sun came down and no one plowed it away. It was a
marvelous time,
faster and faster like smoke. The baths and the aqueduct, the
opulent quarter and the less opulent.
I swam in perfume while my servants ate mice, while the
borders collapsed
and planes crowded the skies. Oh give me, give me, I said to the gods
who grinned around their crystal balls.
It was always summer while Rome was rising. The pastor said
kneel.
The gods just laughed.
We spread our beach towels on the sand and collapsed.
Al encontrar una esvástica tallada en un árbol
en las colinas de Heildelberg
Más tarde, sobre las orillas resbaladizas del Neckar
di de comer a un cisne de dos cabezas un mendrugo de pan duro.
La cabeza sana comió;
la otra, sin plumas, con los ojos cerrados o sin desarrollar,
se arrastró desde el final de su cuello de manguera de jardín
por el barro de la orilla.
Mientras tanto, por toda la Schwartz Strasse,
como todos los días, había parejas de ciudadanos
sentadas en las terrazas de los cafés
engullendo escalopes, suspirando ante la puesta de sol.
Trocearon sus servilletas
después frotaron el borde de sus vasos de vino
hasta que la tarde se llenó
con el sonido cristalino de una sirena antiaérea.
La noche descendió flotando como un millar de aliados
atados a paracaídas negros.
[Strange Wood, Rock Hill (Carolina del Sur), Winthrop University, 1997]
On finding a swastika carved on a tree in the
hills above Heildelberg
Later, on the Neckar’s oil-slick banks,
I fed a two-headed swan a stale bread crust.
The healthy head ate;
the other , featherless, eyes closed or undeveloped,
dragged from the end of its garden-hose neck
in the mud on the shore.
Meanwhile, all along Schwartz Strasse,
as they do every day, the citizens sat
in pairs at their outdoor café tables
swallowing schnitzel, sighing at the sun’s descent.
They shredded their napkins
then rubbed the rims of their wine glasses
until the evening was filled
with a crystal air-raid siren sound.
The night floated down like a thousand allies
lashed to black parachutes.
BOSQUES OSCUROS
¿Sabes a dónde ha ido nuestro hijo?
Lo siento. ¿Sabes que ha sido
de él? Lo siento. [ .] ¿Está escondido
en un armario? No. ¿Está acurrucado entre
los zapatos? No. [ .] ¿Deberíamos
buscar en los armarios? No está en los armarios. [ .]
¿Deberíamos comprobar las cajas vacías? No está
en las cajas vacías. Hace mucho frío fuera. [ .]
Probablemente esté escondido detrás del sofá.
¡Venga, sal, sal! Voy a contar hasta diez.
Uno, dos, tres... No está detrás del sofá.
[ .] Hace mucho frío fuera. [ .] Probablemente
sea una broma. No es una broma. Probablemente
esté escondido en el vano del techo. ¡Hola ahí arriba!
No está en el techo. [ .] Hace mucho frío fuera.
[ .] ¿Salió afuera? No. ¿Llevaba puesta
la chaqueta? No. ¿Llevaba puestas las botas
y el gorro? [ .] No hay más que bosques oscuros
ahí fuera. [ .] ¿Le diste tu chaqueta?
[ .] ¿Le ofreciste tu chaqueta? [ .]
Tal vez esté disfrazado. ¿Disfrazado? Con tu gorro
y tu chaqueta. ¿Disfrazado? [ .] Disfrazado
de ti. [ .] ¿Entró a través de tu ventana?
Escucha lo que estás diciendo. ¿Entró en ti?
Escucha lo que estás diciendo. ¿Está atrapado en ti?
Suéltame. ¿Hay bosques oscuros ahí dentro?
(Traducción de Andrés Catalán)
.