José E. Santos
José E. Santos. Poeta puertorriqueño nacido en 1963. Estudió en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico y en la Universidad de Brown en los EE. UU. Ha sido profesor de letras hispánicas en Rhodes College (Memphis, Tennessee), la Universidad del Sagrado Corazón (Puerto Rico), y los recintos de Río Piedras, Arecibo y Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. Se ha desempeñado además como editor en revistas literarias, como ensayista crítico y como narrador. Comenzó su labor poética con la publicación de Pequeño cuaderno gris (San Juan: JC Prints 1987). Luego de un hiato de estudios publica Crónica de la degustación (San Juan: Tríptico Editores, 2005). Le sigue Después de la espera (San Juan: Edición de autor, 2006), libro de cariz antológico en el que aparece su poesía inédita anterior a Crónica. De posterior aparición son Libro de Venecia (West Virginia: Obsidiana Press, 2007) y Muestra gélida de poesía inconsecuente (West Virginia: Obsidiana Press, 2009). Su obra como narrador la constituyen Archivo de oscuridades (San Juan: Tríptico Editores, 2003; segunda edición, West Virginia: Obsidiana Press, 2009), Deleites y miserias (San Juan: Edición de autor, 2006), Los Viajes de Blanco White (San Juan: Ediciones Callejón, 2007), Los comentarios (Mayagüez: Centro de Publicaciones Académicas, 2008) y Trinitarias y otros relatos (West Virginia: Obsidiana Press, 2008). Contacto: blancowhite39@hotmail.com.
LA MANZANA
Estará muerta la manzana en la rama,
estará muerta.
El árbol tendrá la vida
que del suelo inadvertida se escapa.
Algunos niños jugarán bajo la copa,
o por instinto heroicos e inocentes
treparán
troncos y ramajes sin reconocer historias,
otoños,
verdes retoños que pasarán.
Aquellos hombres presurosos, caminan,
ignoraron la esencial pugna de entre sus
universos falsos, y hermosos. Pasaron:
de tarde muerta, de madrugada.
Estará muerta la manzana
en la rama.
De día muerta, de noche muerta,
vida espera
que le llene su forma
al amparo del sentir que fuerte
seduce y reclama en conciencia,
en cada idea, en cada mirada, en cada
acto.
Tras esa ventana alta
habrá una mujer que mira,
una mujer que piensa,
una mujer que tensa
se llevará las manos al ensueño
que desemboca en agitar y piel.
Se llenarán los ojos de manzana.
Se cerrarán los ojos, en manzana.
Le temblarán los brazos, en ramas.
Y la manzana,
estará muerta.
EJECUCIÓN
Ingrávida acechanza me consume,
aspereza desigual aún me alcanza,
falsos sonidos, a punta de lanza
forjan un trazo que se alza y se sume.
¿Cuál es la forma final, la que asume
lo que ya no es tormento ni venganza
del recuerdo, del pensamiento, danza
en que el sentido vital se resume?
Nada, que queda sílaba o palabra.
Proposición, y al final escritura.
Orden, símbolo, sintagma: quimera.
Y todo se reduce a la aventura
de una suerte o redondez, que se labra
vil, falaz, ingrata, sí, pero entera.
LOS BODEGONES
De pronto llevo los ojos
a esta extraña naturaleza muerta
que la mesa me ofrece:
máquina, papel, un vaso de agua,
bolígrafos, pan o algún dulce,
diccionarios, una lámpara.
La ventana invita
porque es otra la luz
que cuela por sobre la mesa y el suelo.
Veo entonces las otras hojas,
su marco o cielo,
su entorno de caminos, flores,
otros edificios como éste,
otras ventanas, como ésta,
otras invitaciones para ir.
Sin embargo me he quedado,
y no sé si es porque su estatismo,
así como el de ésta,
no repara en que caiga o no
sobre sí
la tensa ansiedad de unos ojos.
PIAZZA SAN MARCO
Te reclamo para mí
Plaza San Marcos,
te reclamo al sentir
el grosor de mis venas,
te reclamo por saberme libre,
por saberme yo entre tus almas,
sobre tus empedradas losas
que rectangulares sostienen
el sentido de todo lo humano.
Te reclamo
y tan sólo he llegado,
tan sólo he visto aparecer
tu indómita silueta
entre segundos que vuelan,
entre palomas que se elevan
y me llevan a cada una
de tus esquinas atareadas.
Me sonríe la catedral.
Conspira y se deleita
al dibujar mi rostro
con el trazo de centenarias alegrías.
Me sonríe desde su hermético trono,
asentada y complaciente,
fervorosa y diligente veladora
de este nido de significaciones y placeres.
Plaza, te reclamo, Plaza.
Te reclamo de día
mezclado entre las gentes domeñadas,
los rostros acaso cansados
y las miles de cámaras
que a un tiempo revelan
sus luces y lentes filtradas.
Te reclamo entre sonidos:
Las voces entre ellas
se requieren,
los teléfonos ahogan
el silbar del viento,
los idiomas se reconocen
y se repelen,
se anuncian
y se distienden
como el eco helado
de sus mediterráneos recovecos.
Plaza, te reclamo, Plaza.
Te reclamo de noche
ciego en su intensa vida,
en su denso
desentender de orígenes
que nos hace cuerpos,
que nos hace bellos
al enlazarse sin tregua
ni reparo
las voces y los besos,
las manos,
y la suerte que me sumerge
en el deleite
de tu propia respiración.
Te reclamo Plaza San Marcos.
Y quiero que me observe
el león desde lo alto,
y que me queme
tu renovado sol
que liviano viaja
durante días y noches
entre las sangres
que se buscan.
LA RUEDA
Dicen de la rueda
que se ha cansado de ser metáfora,
que el tiempo la ha condenado
a regresar constantemente,
que no hay ruta ni camino
que la lleve a parte alguna,
que va desde la a hasta la a
sin enterarse bien de la ceda,
y que va del cero al cero
sin asimilar la sustancia del uno.
La rueda rechaza palabras
como modo de sustento.
Desestima el verbo progresar
que le ha parecido insuficiente.
Desconoce la idea de aprender
que se le figura quimérica.
Desautoriza el concepto de entender
que considera contradictorio.
Se comenta de la rueda
que sólo da vueltas sobre sí
porque reconoce sus límites.
Otros han sido
los que le atribuyen valores excesivos
como multiplicar su diámetro
y regodearse al paso de su circunferencia.
Son los mismos que la llevan y traen.
Son los mismos que la detienen
sin consultar ni orientarse.
Se cansa la rueda.
Entre las manos se cansa la rueda.
Sola, sin embargo,
no se conmueve,
a menos que la fuerza de gravedad
le imponga
su única trayectoria sin regreso.