Nicolás Maquiavelo
Nicolás Maquiavelo (en italiano Niccolò di Bernardo dei Machiavelli [nikkoˈlɔ mmakjaˈvɛlli] Florencia, 3 de mayo de 1469 - ib., 21 de junio de 1527) fue un diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor italiano. Fue asimismo una figura relevante del Renacimiento italiano. En 1513 escribió su tratado de doctrina política titulado El príncipe, publicado póstumamente en 1531 en Roma.
Nicolás Maquiavelo nació en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa, a unos quince kilómetros de Florencia, el 3 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli (abogado perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia) y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y de orígenes nobiliarios, pero con pocos recursos a causa de las deudas del padre.
Entre 1494 y 1512 Maquiavelo estuvo a cargo de una oficina pública. Viajó a varias cortes en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones diplomáticas. En 1512 fue encarcelado por un breve periodo en Florencia, y después fue exiliado y despachado a San Casciano. Murió en Florencia en 1527 y fue sepultado en la Santa Cruz.
Su vida podría ser dividida en tres periodos; cada uno de ellos representa en sí mismo la historia de Florencia. Su juventud coincidió con la grandeza de Florencia como potencia italiana, bajo el mandato de Lorenzo de Médici, El Magnífico. La caída de los Médici en Florencia ocurrió en 1494, el mismo año en el que Maquiavelo se integraba en el servicio público. Durante su carrera como funcionario, Florencia fue libre bajo el gobierno de una república, la cual duró hasta 1512, cuando los Médici regresaron al poder, y Maquiavelo perdió su puesto. Los Médici gobernaron Florencia desde 1512 hasta 1527, cuando fueron nuevamente retirados del poder. Este fue el período de actividad literaria de Maquiavelo, y también de su creciente influencia; sin embargo, murió a semanas de la expulsión de los Médici, el 21 de junio de 1527, a los cincuenta y ocho años, sin haber recuperado su cargo.
Juventud
Aunque se tienen pocos registros de la juventud de Maquiavelo, la Florencia de aquellos días era tan bien conocida que es fácil imaginar el ambiente en el que el joven ciudadano se desenvolvía. Florencia era una ciudad con dos corrientes opuestas, una representada por el austero Girolamo Savonarola y la otra por Lorenzo, amante del esplendor. Aunque el poder de Savonarola sobre las fortunas florentinas era inmenso, no parece haber sido muy importante para Maquiavelo puesto que sólo lo menciona en El Príncipe como un malogrado profeta desarmado. Por otra parte, la magnificencia del mandato de Lorenzo impresionó fuertemente a Maquiavelo, llegando incluso a dedicar El príncipe al nieto de Lorenzo. Maquiavelo fue considerado uno de los grandes escritores en su colegio. Era un escritor y fue un militar muy reconocido que influyó en el humanismo.
Servicio Civil
En el segundo periodo de su vida sirvió en el servicio militar Libre de Florencia, la cual pasó de la expulsión de los Médici en 1494 cuando Maquiavelo tenía 25 años, y duró hasta el regreso de los Médici (familia que poseía el mayor poder económico en Florencia) en 1512. Después de servir cuatro años en una oficina pública como secretario, fue nombrado canciller y secretario de la Segunda Cancillería. Tomó un rol importante en los asuntos de la república, habiendo quedado sus decretos, sus registros y sus despachos para guiarnos, así como sus propios escritos. Pese a que tuvo posiciones altas en el panorama público y político, él las evitaba ya que aceptaba cualquier tipo de trabajo a cambio de poco sueldo.
Su primera misión fue en 1499, para Caterina Sforza, «mi dama de Forli» en El príncipe, de cuya conducta y suerte, Maquiavelo extrajo la moraleja: «es mejor ganar la confianza de la gente que confiar en la fuerza». Será un concepto muy importante para Maquiavelo, y es señalado en muchas formas como de vital importancia para aquellos que quieran ostentar el poder.
En 1500 fue enviado a Francia para convencer a Luis XII la conveniencia de continuar la guerra contra Pisa. Será este el rey que, en su política con respecto a Italia, comete los cinco errores capitales del poder resumidos en El príncipe.
La vida pública de Maquiavelo estuvo enmarcada en sucesos surgidos por la ambición del papa Alejandro VI y de su hijo, César Borgia, el duque Valentino; ambos personajes ocupan un gran espacio en El príncipe. Maquiavelo no vacila en citar las acciones del duque en beneficio de los usurpadores que quieren quedarse con los estados que conquistan; de hecho, Maquiavelo no encuentra mejores preceptos que enseñar que los patrones de conducta de César Borgia. Por ello, para algunos críticos, César es el «héroe» de El príncipe. Aun así, el duque es señalado en El príncipe como el tipo de hombre que crece con la fortuna de otros y cae de la misma manera; quien toma el rumbo que podría esperarse de cualquier hombre prudente, excepto el curso que lo salvará; quien está preparado para todas las eventualidades, excepto para la que finalmente llega; y quien, cuando sus habilidades le son insuficientes para solucionar un problema, exclama que no ha sido su culpa, sino la de una extraordinaria e imprevista fatalidad. César Borgia también era un gran humanista y contrató a Leonardo Da Vinci para que le realizara varias pinturas. En diversas ocasiones, Maquiavelo coincidió con Leonardo, manteniendo con él largas conversaciones.
A la muerte de Alejandro VI, en 1503, Maquiavelo fue enviado a observar la elección del sucesor, y ahí se da cuenta de las maniobras de César Borgia para forzar la elección de Giuliano delle Rovere (el papa Julio II), que era uno de los cardenales que más temía al duque. Maquiavelo, al comentar esta elección, dice: que aquel que piense que los favores harán que los grandes personajes olviden ofensas pasadas se engaña a sí mismo. Y así, Julio II no descansó hasta ver a César en la ruina.
Precisamente fue con Julio II con el que Maquiavelo cumplió su encargo en 1506, al mismo tiempo que el pontífice comenzaba su cruzada en contra de Bolonia; una campaña que resultó ser solo una más de sus exitosas aventuras, gracias en gran parte a su carácter impetuoso. Con respecto al Papa Julio II, Maquiavelo nos presenta las semejanzas que existen entre la Fortuna y las mujeres. Y concluye que el osado, y no el cauteloso, es el que conquistará a ambas.
En 1507 lo destinaron a Alemania como diplomático para parlamentar con el emperador Maximiliano I sobre las medidas expansionistas que quería adoptar dicho emperador. Maximiliano, sorprendido por la inteligencia y elocuencia de Maquiavelo, fue convencido a no invadir territorios italianos y menos aún Florencia, que era la intención que tenía el emperador. Sobre los alemanes concretamente, Maquiavelo dijo: los alemanes son una grandísima fuerza militar, pero tienen y tendrán una política muy débil.
El emperador Maximiliano fue uno de los hombres más interesantes de la época, y su carácter había sido moldeado por múltiples manos; pero Maquiavelo revela el secreto de las constantes fallas del emperador cuando lo describe como un hombre retraído, sin fuerza de carácter y sin los arrestos necesarios para llevar a cabo sus planes o insistir en el cumplimiento de sus deseos.
Otros personajes fueron estudiados por Maquiavelo. Por ejemplo, retrató a Fernando II de Aragón como el hombre que conseguía grandes conquistas bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad desconocía los principios de la piedad, la fe, la humanidad y la integridad; sin embargo, para Maquiavelo, poco hubiese alcanzado Fernando de Aragón si alguna vez se hubiese dejado influir por dichos principios.
Los demás años de Maquiavelo en el servicio público transcurrieron alrededor de los eventos surgidos a partir de la Liga de Cambrai, formada en 1508 entre las tres grandes potencias europeas y el papa, con el objeto de destruir a la República Veneciana. Después de la batalla de Agnadello, Venecia perdió en un día todo lo ganado en ochocientos años. A raíz de esta batalla surgió un problema entre el papa y Francia, que dejó a Florencia desprotegida y a merced del papa. Éste impuso el regreso de los Médici el primero de septiembre de 1512. La consecuente caída de la república provocó el despido de Maquiavelo del servicio público y el fin de su carrera como oficial.
Exilio
Al regreso de los Médici, Maquiavelo, quien había mantenido esperanzas de retener su puesto bajo el mandato de los nuevos amos de Florencia, fue despedido por decreto el 7 de noviembre de 1512. Fue apresado y torturado al pertenecer a una conspiración contra los tiranos Médici, junto con su amigo Giovanni Battaini y 20 personas más. El nuevo pontífice León X medió para liberarlo y Maquiavelo se retiró a su pequeña propiedad en San Casciano in Val di Pesa, a unos quince kilómetros de Florencia. Aquí malvive talando un bosque de su propiedad junto con unos obreros contratados y sobrevive con este pesado trabajo. También se dedicaba a la agricultura y a la ganadería y convivía con los obreros, con ellos comía, jugaba y hablaba, para sentirse vivo. Sus amigos de la ciudad le dan la espalda. Pero aunque son los peores años de su vida, Maquiavelo tiene en las noches su espacio para la libertad y el bienestar. Cada noche se desvestía de sus vestimentas de trabajo y se ponía trajes de cuando su servicio civil. Una vez así ataviado leía a Dante, a Petrarca y a Ovidio y fue entonces en aquellas noches solitarias cuando empieza a dedicarse en cuerpo y alma a la literatura. Logró escribir ocho libros, la mayoría con una prosa ágil y clara, entre 1513 y 1525. En una carta a Francesco Vettori, fechada en diciembre de 1513, dejó una descripción interesante de su vida en ese período, y un esbozo de sus motivos para escribir El príncipe.
Llegó a dar una réplica de El príncipe a los Médicis, pero estos lo despreciaron. Maquiavelo escribe su segunda obra de más importancia en su bibliografía llamada Discursos de la primera década de Tito Livio, donde muestra Nicolás Maquiavelo su verdadera visión política, describiendo como mejor forma de gobierno una república y no una monarquía absoluta entre otras cosas más importantes. Luego realiza Discurso sobre el Arte de la Guerra y su comedia La mandrágora. Pese a ser años de penuria en donde su mente sufría, Maquiavelo sacó lo mejor de su talento.
Últimos años
Recibió la amnistía en 1521, a los 52 años, pero poco después fue acusado falsamente de estar involucrado en un golpe de estado contra los Médici. Fue torturado y apresado poco tiempo y, una vez libre, recibió un encargo: liberar a unos trabajadores del gremio de la lana que habían sido secuestrados por un grupo de malhechores. Maquiavelo logró que los liberaran y el gremio, en agradecimiento, recibió una buena cantidad de dinero. Con parte de ese dinero compró un billete de lotería, que fue premiado con 20.000 ducados y con los que pudo saldar algunas deudas.
Empezó a trabajar en la academia humanista de Bernardo Rucellai, traduciendo la obra griega de Polibio y gracias a ello recogió muchas ideas sobre el gobierno de una república. El nuevo papa Clemente VII, un Médici, le acercó a la política de nuevo, encargándole una obra sobre la historia de Florencia por 120 florines. Por ello, Maquiavelo fue acusado de ser partidario de los Médici, curiosamente la misma familia contra la que supuestamente había conspirado antaño.
Nicolás Maquiavelo murió en 1527, a los 58 años, olvidado e ignorado por sus contemporáneos. Su legado tuvo más éxito en siglos posteriores que en la época en la que vivió, donde la fría y poco religiosa forma de presentar el gobierno del estado causó gran escándalo. Siempre defendió la colectividad frente a la individualidad y nunca olvidó la cruenta y única verdad sobre la política y los gobernantes.
El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo
Aunque Maquiavelo nunca lo dijo, se le atribuye la frase el fin justifica los medios, ya que resume muchas de sus ideas.
Se considera a Maquiavelo como uno de los teóricos políticos más notables del Renacimiento, pues con su aporte se abre camino a la modernidad en su concepción política y a la reestructuración social.
Tradicionalmente, se ha encontrado una aporía en el pensamiento maquiaveliano como consecuencia de la difícil conciliación de sus dos obras principales, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y El príncipe.
En los Discursos, Maquiavelo se declara partidario de la república, partiendo del supuesto de que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos: el del pueblo y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante conflicto. Para Maquiavelo el mejor régimen es una República bien organizada (toma como ejemplo la República Romana), aquella que logre dar participación a los dos partidos de la comunidad para de esta manera contener el conflicto político dentro de la esfera pública.
Maquiavelo señala, y de aquí la calificación de bien organizada, que es primordial que en dicha república se disponga de las instituciones necesarias para canalizar el conflicto dentro de las mismas sin las cuales la república se desarmaría. Ninguna de las otras formas de gobierno como la aristocracia, la tiranía, la democracia o la monarquía logran el equilibrio de los partidos dentro del régimen por lo que son inestables.
Los intérpretes proclives a las tesis republicanas han pretendido, desde Rousseau, conciliar la contradicción entre los Discursos y El príncipe considerando que este último supone un ejercicio de ironía que sencillamente desnudaba a la luz pública lo que eran las verdaderas prácticas del poder.
Sin embargo, la oposición a la república que podría inferirse en El príncipe, debe tenerse en cuenta que cuando Maquiavelo lo escribe está escribiendo para mostrar a Lorenzo II de Médici cómo debe desempeñarse si es que quiere unificar Italia y sacarla de la crisis en la que se encuentra. Maquiavelo aclara también que puede existir un hombre cuya virtud política (saber aprovechar los momentos de fortuna y escapar de los desfavorables) supere a la república en conjunto pero dicha virtud política morirá con el mortal que la posea, cosa que no ocurriría en una república bien organizada.
Además de esto, debe recordarse que El príncipe presenta analogías con la figura romana y republicana del dictador, investido de poderes absolutos durante un breve período y teniendo que rendir cuentas posteriormente ante la república. En este sentido, la contradicción entre los dos textos principales de Maquiavelo no es tal. Si es así, entonces el principado y la república deberían ser entendidos como formas de gobierno subordinadas a la auténtica preocupación política de Maquiavelo: la formación de un Estado moderno en la Italia de su tiempo.
Maquiavelo entiende que todo príncipe debe tener virtud y fortuna para subir al poder: virtud al tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un territorio y encontrarse con una situación (que no fue provocada por él mismo) que lo ayuda o beneficie conquistar. Aquel príncipe que obtenga el poder mediante el crimen y el maltrato, siendo éste vil y déspota, debe entender que una vez subido al poder tiene que cambiar esa actitud hacia el pueblo. Dándole libertad al pueblo, para ganarse el favor del mismo, ya que al fin y al cabo estos serán los que decidan su futuro.
Maquiavelo fue además un auténtico precursor del trabajo de los analistas políticos y columnistas de nuestros días: «todos estos príncipes nuestros tienen un propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en parte a imaginarlo» (carta a Francesco Vettori, julio de 1513).
En todo caso, distintos textos del pensador arrojan luces y sombras sobre la coherencia interna de su obra. Así, el florentino llega a afirmar no sin ironía que «desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla» (carta al historiador florentino Francesco Guicciardini, mayo de 1521).
Obras
Discurso sobre la corte de Pisa, 1499
Del modo di trattare i popoli della Valdichiana ribellati, 1502
Del modo tenuto dal duca Valentino nell' ammazzare Vitellozzo Vitelli, Oliverotto da Fermo, etc., 1502
Discorso sopra la provisione del danaro, 1502
Decennale primo (poema), 1506
Retrato de la corte de Alemania, 1508-1512
Decennale secondo, 1509
Retrato de la corte de Francia, 1510
Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 3 volúmenes, 1512-1517
El príncipe, 1513
Andria, comedia, 1517
La mandrágora, comedia en prosa de cinco actos, con prólogo en verso, 1518
Della lingua (diálogo), 1514
Clizia, comedia en prosa, 1525
Belfagor arcidiavolo (novela), 1515
Asino d'oro (poema), 1517
Del arte de la guerra, 1519-1520
Discorso sopra il riformare lo stato di Firenze, 1520
Sumario de la corte de la ciudad de Lucca, 1520
La Vida de Castruccio Castracani, 1520
Historia de Florencia, 8 libros, 1520-1525
Historias florentinas (1521-1525)2
De la Fortuna
A Giambattista Soderini
¿Con qué rimas jamás o con qué versos
Cantaré yo el reino de Fortuna
y sus casos prósperos y adversos
y cómo, injuriosa e importuna
según por nosotros es aquí juzgada,
bajo su trono todo el mundo aúna?
Temer, Juan Bautista, tú no puedes
ni debes en modo alguno tener miedo
a otras heridas que a los golpes suyos,
porque esta voluble criatura
frecuentemente con más fuerza oponerse suele
allí donde ve que naturaleza más fuerza tiene.
Su potencia natural a todos toma,
su reino siempre es violento
si virtud superior no la doma.
Por eso te ruego que estés dispuesto
a considerar un poco estos míos versos
por si tienen algo digno de ti dentro.
Y ella, diosa cruel, vuelva entretanto
hacia mí sus ojos feroces y lea
lo que ahora de ella y de su reino canto.
Y aunque en lo alto a todos presida,
gobierne y reine impetuosamente,
a quien de su estado se atreve a cantar vea.
Ella por muchos es dicha omnipotente
porque todo el que a esta vida viene
tarde o temprano su fuerza siente.
Frecuentemente a los buenos bajo su pie tiene,
a los deshonestos ensalza y, si acaso te promete
cosa alguna, jamás te la mantiene.
En desbarajuste reinos y Estados mete,
según a ella parece, y a los justos priva
del bien que a los injustos pródiga cede.
Esta inconstante y móvil diosa
a los indignos frecuentemente sobre un trono pone
a donde quien digno es jamás asciende.
Ella el tiempo a su manera dispone:
ella nos ensalza, ella nos deshace
sin piedad, sin ley y sin razones;
tampoco favorecer a uno siempre le place
en todo momento ni por siempre jamás oprime
a quien en el fondo de su rueda yace.
De quién fue hija o de qué semen
nació, no se sabe; mas se sabe de cierto
que hasta Júpiter su potencia teme.
En un palacio por todas partes abierto
se halla su reino y a nadie priva
de entrar en él, pero es el salir incierto.
Todo el mundo de alrededor allí se acoge
deseoso de ver cosas nuevas,
lleno de ambición y lleno de apetencias.
Ella mora sobre la cima, donde
su vista a todos hombres llega,
pero al poco tiempo la revuelve y mueve.
Dos rostros tiene esta antigua maga,
uno fiero y el otro suave, y mientras gira
o no te ve o te ruega o te amenaza.
A quien quiere entrar benigna escucha,
mas con quien luego quiere salir se irrita
y muchas veces el camino de partida quita.
Dentro, tantas ruedas allí giran
cuanto diverso es el ascenso a aquellas cosas
donde todo el que vive pone su mira.
Suspiros, blasfemias y palabras injuriosas
se oye por todas partes usar a aquellas gentes
que en el interior de su reino Fortuna aloja;
y cuanto más ricos son y más potentes,
tanta más descortesía en ellos se percibe,
tanto menos de su bien son cognoscentes:
porque todo aquel mal que nos adviene
se imputa a ella y si algún bien el hombre encuentra
por virtud propia suya tenerlo cree.
Entre aquella muchedumbre variada y nueva
de compañeros de servidumbre que el lugar encierra
Audacia y Juventud dan mejor pruebla;
se ve el Temor allí, postrado en tierra,
tan de dudas lleno que no hace nada:
después Penitencia y Envidia le hacen guerra;
sólo allí la Oportunidad se regodea
y va bromeando en torno de las ruedas,
cual desgreñada y cándida muchacha.
Y las ruedas giran siempre, noche y día,
porque el Cielo quiere —y a él no se contrasta—
que Ocio y Necesidad girar les hagan;
la una compone el mundo y el otro lo gasta.
Se ve en todo tiempo y en cada hora
cuánto vale Paciencia y cúanto basta.
Usura y Fraude gozan en tropel,
poderosas y ricas, y entre estas consortes
está Liberalidad desgarrada y rota.
Se ve, sentados sobre las puertas
que jamás, como se ha dicho, están cerradas,
sin ojos y sin orejas, al Caso y a la Suerte.
Poder, Honor, Salud y Riqueza
son el premio; como pena y dolor
Servidumbre, Infamia, Enfermedad, Pobreza;
Fortuna ese su rabioso furor
muestra con esta última familia,
dando la otra a quien ella concede su amor.
Con mejor suerte se aconseja,
entre todos aquellos que aquel lugar encierra,
quien rueda a su valor conforme apresa,
porque los humores que actuar te hacen,
—según concuerden o no con ella—
son causa de tu daño y de tu bien;
no te puedes, sin embargo, fiar de ella
ni creer evitar su fiera mordedura,
sus duros golpes impetuosos y feos:
porque mientras te ves llevado por el dorso
de la rueda, a la sazón feliz y buena,
suele cambiar a veces en mitad de la carrera
y, no pudiendo cambiar tú de persona
ni dejar el orden de que el Cielo te dota,
en el medio del camino te abandona.
Por eso, si esto se comprende y piensa,
feliz sería siempre y contento
quien pudiera saltar de rueda en rueda;
mas como este poder nos es negado
por oculta virtud que nos gobierna,
con su curso se muta nuestro estado.
No hay en el mundo cosa alguna eterna;
Fortuna lo quiere así y se alardea
a fin de que su poder más se discierna.
Por eso es preciso tomarla por estrella
y, cuanto nos es posible, en cada hora
acomodarse a las variaciones de ella.
Todo ese reino suyo, dentro y fuera,
historiado se ve con las pinturas
de aquellos triunfos de que más se precia.
En primer lugar coloreado y teñido
se ve cómo antaño bajo Egipto
el mundo estuvo subyugado y vencido,
y cómo mucho tiempo estuvo unido
con larga paz y cómo allí estuvo
lo bello que naturaleza ha escrito.
Se ve después a los asirios ascender
al alto Imperio, cuando ella ya no quiso
aquel de Egipto durante más tiempo mantener;
luego cómo a los medos se volvió ufana,
de los medos a los persas; y la testa de los griegos
ornó con el honor que a los persas arrebata.
Se ve allí Menfis y Tebas vencidas,
Babilonia, Troya y Cartago; con ellas
Jerusalén, Atenas, Esparta y Roma:
allí se muestra cuánto fueron bellas,
altas, ricas, poderosas y cómo al final
Fortuna a sus enemigos las dio en presa;
se ve allí las obras altas y divinas
del Imperio romano y luego cómo todo
el mundo se hundió con sus propias ruinas.
Versión de Miguel Ángel Granada Martínez, en su Antología de Maquiavelo, Península, 1997.
Poema II
Hay un verso que me ahoga
que me quema la garganta
un verso sin voz que canta
si el alma se desahoga.
Este verso solo aboga
una quietud placentera,
la pluma es mi compañera,
el papel mi amigo franco
y la inspiración la arranco
del centro de mi alma entera.
La musa jamás espera,
ni se atrasa, ni se apura,
porque la musa perdura
cuando llega verdadera.
La pluma corre certera
a lo largo de un papel,
pobre del poeta aquel
que no da paso a su musa
o que la exprese confusa
por los poros de su piel.
LA OCASIÓN
—Quién eres que á los vivos no te igualas?
Si de tanta excelencia Dios te dota
Por qué no paras de tus pies las alas?
—Me llaman la Ocasión; nadie me nota;
Una rueda veloz rauda me vale
Para moverme con presteza ignota.
Y aunque no hay vuelo que á mi marcha iguale,
Siempre las alas en mis pies mantengo
Para humillar al que á mi encuentro sale.
Mira; esparcidos los cabellos tengo
Ante el pecho y la cara, porque curo
Que nadie me conozca cuando vengo.
También la espalda mi cabello oscuro
Encubre, y el que pone en mí esperanza,
De si voy ó si vengo está inseguro.
—Mas, quién es ésta que contigo avanza?
—Pues es la Penitencia. A ésta recoje
Quien me quiere alcanzar y no me alcanza.
A tí, débil mortal, no te sonroje
Si al deleitarte en pensamientos vanos
Lejos, mi rueda, de tu afán me arroje....
¡Ya ves, necio, te huí de entre las manos!
Traducción de V. L. Estelrich
El Príncipe de Nicolás Maquiavelo
"los hombres olvidan más rápido la muerte de un padre que la pérdida del patrimonio."
"hay tal distancia entre cómo se vive y como se debería vivir, que quien abandona lo que se hace por lo que se debería hacer aprende más rápido su ruina que su supervivencia; pues un hombre que quiera hacer en todas partes profesión de bondad por fuerza se hundirá entre los muchos que no la profesan."
"Los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos. A todos toca ver, "tocar" a pocos toca. Todos ven lo que pareces, pero pocos "tocan" quien eres verdaderamente, y esos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría..."
"Está en el orden natural de las cosas que nunca se evita un inconveniente sin que se caiga en otro; mas la prudencia consiste en saber distinguirlos en clases y tomar por bueno el menos malo."
"Los hombres no te ofenden diciéndote la verdad; pero, claro, cuando todos pueden decirte la verdad, echas en falta el debido respeto."
(extractos de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo)
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