Wilmar Martínez Cuervo
Nació en Bogotá el 05 de mayo de 1985. Es docente de matemáticas y física, escribe desde los 15 años. Ha sido invitado a diversos encuentros literarios, entre los cuales se destacan: V Festival Internacional Palabra en el Mundo realizado en Chía en mayo de 2011, Lanzamiento del Festival Internacional De Poesía De Bogotá en el marco de la Feria del Libro de 2012 y de la edición número 47 de su revista Ulrika, Encuentro Internacional De Poetas En Michoacán Zamora (México) en el 2012. Pertenece al Círculo Colombiano de Escritores. Es Fundador, director y miembro del Colectivo Literario Mariposas en el Estómago y su editorial Oráculo Diseño y Ediciones. Algunos de sus poemas fueron publicados en la antología El Encuentro Internacional De Poetas En Michoacán Zamora (México, junio del 2012), también en el periódico la vecindad de New York. En el cuadernillo Poeta inconcluso aparecen poemas de sus libros inéditos no publicados: Preludio Inconcluso (2005) y Manifiesto para entenderme (2010). Fue seleccionado en la Antología de poetas jóvenes colombianos que se publicará en 2012 por El Zahir Editorial. Publicó la Antología En el umbral del ocaso con el Colectivo Literario Mariposas en el Estómago (septiembre de 2012). Ganador del concurso de la corporación cultural Sísifo Poesía Trasgresora que se publicará a mediados de abril del 2013; ganador del concurso los 27 del 85 publicado en la revista virtual rayuela. Tiene en proceso de edición dos libros de poemas y dos novelas, una de ellas en co-autoría. Fue invitado al V encuentro de poetas, académicos y declamadores de Goya Corrientes (Argentina) en octubre del 2012. Es el coordinador de la revista literaria Pensa-Cola.
La última función
Últimamente se han escrito varias obras de teatro
sobre la mosntruosa injusticia que supone el
actual código de moral social. Por supuesto
que es una vergüenza insultante que haya
una ley para el hombre y otra para la mujer.
Yo creo que no debería haber ley
alguna para ninguno de los dos.
Oscar Wilde
Pesado el telón de polvo
rechina sórdido y tendido,
cargado como envuelto en papayas,
/escucho del teatro marcial
que majestuoso justifica caricia.
Allí,
donde emana los labios de Wilde
incestos de género en contravía,
aplasta demonios humanados,
animales de monte,
prestigio de los que omiten
en el macabro espectáculo de los que no comen.
Con la prudencia encorvada,
los ojos miopes
y los pies buscando fuga
la función promete flagelos,
hachazos repetidos,
desgracia sumisa,
tortura gitana,
una cadera hiriviendo filosofía
y los mortecinos secos
exclamando sus lágrimas pesadas.
¡Sublime vino!
Brindan los presentes,
el acto arde en las tablas enceradas,
marionetas de lazos templados
asoman con sus caras tristes,
las máscaras se caen
de sus rostros atrofiados
que se hincan de abandono,
medusa en los ojos del mendigo que medio mira,
el telón se petrifica
cuando perdido estaba el significado.
Yo lo llamo verdugo
Sigo vivo, sigo atento, y observando con el
tiempo esta extraña enfermedad inclasificada
que te afecta muy deprisa, que te quita
la sonrisa, cuyo síntoma
es que ya no importa nada.
Fito Páez
Fracturada la prudencia
se esparce en el atuendo blanco
que me viste en las mañanas,
evidente derroche místico
empalaga los frívolos pasillos
que se copan de cuerpos enfermos.
Tensiono mi oído,
los quejidos despiertan
propios de inconciencia,
retiro lo lerdo
y alisto el despojo,
huele anaranja que descuelga de los techos
y la merienda acusa a unos pocos.
En ascuas,
y con solución salina
la sanfre se drena,
pinta lo opuesto de las pieles
pálidas,
hierven de tirria,
todas las horas se vuelven banales,
corrompen el día.
La esperanza se estrella en las paredes
y lo posible se extingue en mis guantes.
Aquí,
siempre tarda el ocaso,
es cauto,
nos mira de reojo,
yo,
lo llamo verdugo
sé que se esconde bajo las camillas,
todos lo saben,
hablan con él,
le hacen promesas
cuando brotan los rosales
y las hienas muestran los dientes.
La luna se posa
igual que mis ojos caen
y se evapora el remedio.
Aquí se duerme
con la respiración trancada
las hojas que golpean las ventanas
y el ocaso
que siempre nos mira.
Osario
Mi amor, mi fe, instalará en tu pecho una calma
preternatural. Descansarás por el cuidado, te
pondrás mejor, y si no, Helen, si murieras...
entonces al menos aferraría yo tu mano querida
en la muerte, y gustosamente... oh, alegremente,
descendería contigo a la noche de la tumba.
Edgar Allan Poe
Tus verdades son duras
como lagunas en el invierno,
me acusas por mis pies descalzos,
mis ojos dormidos
y de como repito mis caricias.
Mis palabras se pierden en las causas,
lentas,
desviadas,
se pegan a lo inconcluso
y me señalas
cuando no son de tu oído.
Cierras la puerta
cuando el olvido se cansa
y Bach suena de por medio;
olvidas siempre tu cabello en el piso,
las miradas que te adeudas
y un pan medio mordido.
Siempre guardo todo en la misma caja
fumo el mismo cigarrillo,
es la táctica que siempre falla,
lo que recojo en las mañanas,
la misma ropa,
tus cabellos,
una ausencia rutinaria,
el abandono que se cuaja
cuando huele a café
y el pan medio mordido.
Miro mis pies desnudos,
ordeno palabras y causas,
le subo a Bach, recuerdo cuando me mirabas,
enciendo un cigarrillo
y cuando hablo con tu ausencia,
abre la puerta
y me suplica que cierre la caja.
Transgresión de mis palabras
Un silencio abrupto en medio de una conversación
nos hace volver de repente a lo esencial: nos revela
el precio que hemos de pagar por la invención de la palabra.
Émile Michel Cioran
La cordura es la hernia
que el pudor asesina,
tu aliento expiró
cuando yo no estaba,
se fue el tacto,
adelgazado
se postró en mi garganta,
abrazando mi aorta
con la madeja
que cava mis culpas plantadas.
La fábula cuenta el crimen,
se retuerce
la voz dislocada,
se evidencia el conflicto,
insistente,
dilapida lo perdonable
mientras mira
desvanecer el tiempo en mis mejillas secas,
tú beata,
y la víctima,
mis palabras.
Criatura sin nombre
Además soy poeta hasta los más lejanos límites
de tal concepto. Poeta aunque me haya tiranizado
con todo lo más opuesto a las poesía.
Friedrich Wilhelm Nietzsche
Turbado y encalambrado desde las piernas
crujen los vocablos irrisorios
mientras quebrantan el añejo de mis palabras,
la tinta se calienta en mis manos
y la migraña hace nudos mi cabeza
los ojos se me tuercen
y mi consiente hace metástasis los miserables;
es el trance anémico donde dejo al poeta
que parte la cerna, lo recuerdo
y la paranoia forja armonía.
Ya duermo con mis espantos
un pucho y un Jacinto en la mano,
ojeras de cafeína expuestas
gritan saetas febriles,
mi yaga ansiosas y baldías
mugen de bilis y fiebre.
Las pupilas se crispan,
me ensordece la demencia,
la del poeta rastrero
inmolado en la gruta,
enroscado por el repudio de las paredes,
el existencial que mastica y escupe,
la criatura que no duerme
en mis entrañas y encalambra mis piernas.
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