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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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MARGA GIL ROËSSET [18.174]

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Margarita Gil Roësset

Marga o Margarita Gil Roësset (Madrid, 3 de marzo de 1908 - Las Rozas, provincia de Madrid, 28 de julio de 1932), escultora, ilustradora, poetisa española, hermana de la escritora Consuelo Gil Roësset (1905-1995), sobrina de la pintora María Roësset Mosquera (1882-1921) y tía de la poetisa y fotógrafa Margarita Clark.

Relación con Juan Ramón Jiménez

Margarita y su hermana Consuelo eran admiradoras de Zenobia Camprubí, conocida por ser traductora del poeta bengalí Rabindranath Tagore y esposa de Juan Ramón Jiménez. En un recital de ópera Margarita y el matrimonio fueron presentados por la austríaca Olga Bauer-Pilecka. La escultora quedó enamorada de él. Marga decidió de inmediato hacer un busto de Zenobia. Como era imposible el amor con un hombre casado y Margarita era muy religiosa, decidió suicidarse de un disparo a la cabeza, pero antes destruyó toda la obra propia que logró localizar, incluso las fotografías de sus esculturas. Dejó cartas a su hermana, a sus padres y a Zenobia Camprubí, y un diario a Juan Ramón Jiménez. Su muerte destrozó a tres generaciones de su familia (a sus padres, a sus hermanos y a sus sobrinos). En 1933 se publicó un libro póstumo de canciones, con texto en francés y español de su hermana Consuelo, música de su cuñado, José María Franco, y tres ilustraciones suyas, una de las cuales se supone que fue imitada en Le petit prince de Antoine de Saint-Exupéry. Juan Ramón Jiménez quedó impresionado por el hecho, al que dedicó varios poemas, y consagró a la autora una de las semblanzas literarias contenidas en sus Españoles de tres mundos.

Obra

Ilustraciones para El niño de oro. 1920.
Ilustraciones para Rose des Bois. 1923.
Maternidad. 1929.
La niña que sonríe.
Para toda la vida.
Adán y Eva. 1930.
Grupo. 1932.
Zenobia Camprubí. 1932.
Ilustraciones para Canciones de niños. 1932.
El diario que dejó a Juan Ramón Jiménez se publicó en 2015.



Ya no puedo vivir sin ti, Juan Ramón

El conmovedor diario de la escultora Marga Gil, que se enamoró en secreto del poeta y Nobel español, se publica 83 años después de quitarse la vida.

Y el amor se deshizo de su forma. Por JOSÉ ANTONIO EXPÓSITO
WINSTON MANRIQUE SABOGAL Madrid 28 ENE 2015 - 00:09 CET


Marga Gil Roësset, pintora y escultora española, en 1932. / EL PAÍS


“No lo leas ahora”. Fueron las últimas palabras que Marga Gil Roësset dijo a Juan Ramón Jiménez, en la casa del poeta en la calle Padilla, de Madrid, mientras dejaba sobre su escritorio una carpeta amarilla. Guardaba la revelación de su amor imposible por él, que la había llevado a una decisión fatal. Marga salió del despacho del escritor, fue a su taller, en el que había trabajado en los últimos meses, y destruyó todas sus esculturas, excepto un busto de Zenobia Camprubí, la esposa de su amado. “No lo leas ahora”… Abandonó el lugar para cumplir el destino que había previsto. Pasó primero por el Parque del Retiro; luego tomó un taxi hasta la casa de unos tíos en Las Rozas y allí se disparó un tiro en la sien.

Era el jueves 28 de julio de 1932. Ella tenía 24 años; él, 51. Ocho meses antes había conocido al poeta y a su esposa, con quienes entabló una sincera y afectuosa amistad. Pero en la joven pintora y escultora, a quien Juan Ramón y Zenobia llamaban “la niña”, también se desató en silencio una pasión amorosa no correspondida. Amenazadora. Hasta que ese amor colonizó toda su vida y la convirtió en tragedia.

“…Y es que…
Ya no puedo vivir sin ti
…no… ya no puedo vivir sin ti…
…tú, como sí puedes vivir sin mí
…debes vivir sin mí…”.

Ese deseo lo plasmó con su letra angulosa en una de las hojas de la carpeta que entregó a Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Las escribió en las últimas semanas de ese verano. El autor le hizo caso. “No lo leas ahora”. Un poco de sombra cubrió su corazón para siempre. Un poco de luz salió de allí para su obra poética. Ese otoño del 32, él quiso rendirle homenaje publicando el manuscrito del diario de Gil, pero no pudo. En 1936, salió casi inesperadamente al exilio por la Guerra Civil. Ochenta y tres años después del suicidio de Marga Gil y de la voluntad de Juan Ramón Jiménez (JRJ), ese deseo del poeta se convierte ahora en realidad. Se titula Marga. Edición de Juan Ramón Jiménez y está editado por la Fundación José Manuel Lara. Suma un prólogo de Carmen Hernández-Pinzón, representante de los herederos de JRJ; un texto de Marga Clarck, sobrina de la artista, y escritos del poeta y su mujer sobre Marga Gil. Un relicario literario acompañado por facsímiles de las anotaciones de la escultora y varios de sus dibujos y fotos.


Una de las páginas del diario de Marga Gil Roësset. / EL PAÍS


Amor, silencio, alegría, desesperación, amor. El desconcierto se plasma en la nota que la joven dejó a Zenobia Camprubí: “Zenobita… vas a perdonarme… ¡Me he enamorado de Juan Ramón! Y aunque querer… y enamorarse es algo que te ocurre porque sí, sin tener tú la culpa… a mí al menos, pues así me ha pasado… lo he sentido cuando ya era… natural… que si te dedicaras a ir únicamente con personas que no te atraen… quitarías todo peligro… pero eso es estúpido”.

Esa confesión figuraba en aquel diario extraviado tantísimos años. Desde 1939, cuando tres asaltantes —Félix Ros, Carlos Martínez Barbeito y Carlos Sentís— robaron la casa de JRJ mientras se hallaba en el exilio. El poeta, quien ganaría el Nobel de Literatura en 1956, siempre estuvo inquieto por el destino de esos documentos. Siempre preguntaba por ellos a su gran amigo Juan Guerrero. Lo recuerda Carmen Hernández-Pinzón, hija de Francisco, sobrino del autor de Espacio y representante de sus herederos. Parte de ellos fueron divulgados en 1997 por el diario Abc. El suicidio de Gil afectó mucho a JRJ y a su esposa. “Los dos quedaron muy abatidos, y él no quiso escribir durante un tiempo. Nunca la olvidaron”, dice Carmen.

Ese “No lo leas ahora” es un asomo al amor que revitaliza la vida y, a su vez, esteriliza a quien no es correspondido, mientras vive de migajas secretas que son el triunfo de su existencia:

“…Y no me ves… ni sabes que voy yo… pero yo voy… mi mano… en mi otra mano… y tan contenta…

…porque voy a tu lado”.

Ahora todos lo saben. Y ella fue más que ese feliz y fatal susurro amoroso. “Quiero que se la conozca como la genial artista que fue y sigue siendo. Muchas estudiosas y especialistas en las vanguardias del siglo XX han dedicado su tiempo a investigar su obra”, cuenta Marga Clarck. La publicación del diario le parece importante, ahora que la figura de su tía se empieza a reconocer. Confía en que sirva “para que ella pueda navegar sola porque su obra es muy potente. Y Juan Ramón quería que ella pasara a la historia como artista”.

El poeta lo sabía. Ese amor desconocido era parte feliz de su vida, aunque no lo pidiera. Era suyo, también. Un rincón de su casa lo inmortalizó. Tras la muerte de Marga, mandó hacer un aparador de roble sobre el que puso el busto de Zenobia esculpido por “la niña”. La cara del amor de su vida cincelada por la mujer que no soportó vivir sin él.





Marga Gil Roësset 1908 - 1932*

Por Ana Serrano
http://perso.wanadoo.es/margaroesset/index.htm



Juan Ramón Jimenez

LO DE MARGA

*

En un sobre cerrado y a nombre de "Lo de Marga", tenía Juan Ramón en Puerto Rico las siguientes cuartillas escritas:

***


Marga nos tomó como pretexto para "su historia". Pero es tan bello lo que escribió y fue tan valiente y decidida por su imajen que me parece un crimen (matarlo del todo), una falta de humanidad no dejar en la vida "su fantasía". 


MARGA GIL ROËSSET

Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado espandido sobre mi, como el rojo del sol, después de puesto, por la tarde.

Sentimiento sordo, profundo, concentrado, inmenso, como el rojo de la puesta de sol en un crepúsculo eterno. 

(agosto 1932) 
F. de mi V.


Antes, amiga, yo buscaba en el fulgurador ocaso grana los infinitos suficientes. 
Te tendistes, por tu gusto, bajo la tierra, entre el ocaso y yo, sangrienta como una puesta loca de sol retardado en la negra noche. 
Ahora tú eres un fijo ocaso, una llama perene, un infinito suficiente. 

(4 Agosto 1932) 
Fechas de mi voz.


MARGA

Si Marga hubiese tenido tiempo, espacio para soñar, hubiese suplido con aquellas alas, de que me hablaba, la realidad visible. No le quedaba más que realidad visible mejor o peor. No aceptó la peor. Prefirió la realidad invisible. 



MARGA GIL ROËSSET

Acaso creyó que no vivía a su gusto. ¡Quién puede hacer su gusto! ¡Quizás no medios. Y decidió con voluntad suprema, abreviar su vida, realizarla sintéticamente unos tiempos y luego desaparecer ¿o reaparecer? ¿Qué creía? Cuando agonizaba, henchida de viril estertor, vendada la cabeza como una fe, tenía una exaltación serena y fija, voluntariosa, que parecía decir: porque he querido. 

La tarde siguiente, cuando la llevaban en su caja blanca, ancha y firme, a hombros, carretera de Las Rozas, frente al Guadarrama azul y firme, parecía repetir: porque he querido. 

Y ya enterrada he pensado que su voluntad de hierro estaba bien contra la tierra, hecha base, fundamento, firme que, si daba una flor, sería flor fuerte, un fuerte gusto áspero, un ala, ala segura. 

De ABC Cultural. 7 de febrero de 1997 






LA ESTACIÓN TOTAL 
LA VOLUNTARIA M. 



SIESTA 

¡Qué solo suene el tiempo rojo y verde 
contra tu comenzada ausencia eterna! 

¡En qué arrinconamiento quemado nos dejaste 
la superficie material sin tu presencia! 

Te llevaste contigo a tu más ser 
la identidad de nuestro azul, 
la instalación desnuda del anhelo, 
el fervor amplio de la estación plena. 

(Estoy viendo ascender la rosa que dijiste, 
caliente, entre la luz mayor y, a un tiempo, fresca. 

Verano y sol aquí encima, sin ti. 
un eco frío y una pompa seca.) 

Ahora será, otra vez primaveral, debajo, 
a tu apretado alrededor, tu hora entera. 

Hora con radios de tu corazón 
centro parado en floración suprema. 


II 

ESPACIO 

Tu forma se deshizo. Deshiciste tu forma. 
Más tu conciencia queda difundida, igual, mayor, 
inmensa, 
en la totalidad. 

Y te sentimos 
alrededor, en el ambiente pleno 
de ti, tu más gran tú. 

Nos miras 
desde todo, nos sumes, 
amiga, desde todo, en ti, como en un cielo, 
un gran amor, 
o un mar. 


III 

LUGAR 

Con la tierra, en la inmensa madrugada, 
tú; en esa paz sin sed, que no admite cansancio, 
tesoro del estar definitivo 
bajo el abismo azul sin miedo ni cuidados... 

(Mano, ¡con qué mano segura 
te abriste tú la estrada del remanso; 
qué bien sabías tú en la sombra, arriba, 
que penetrabas en la luz, abajo!) 

..Y en lo evidente variable, 
por el alrededor, jardín de espera 
de caballeros y señoras, 
tirito al blanco de la feria vana, 
los otros, sí, nosotros, grises, negros, 
intentando, tentando, tanteando 


IV 

AURORA 

Estará auroreando, primero, sobre ti 
el campo seco. Guadarrama rosa; 
aún soñará tu tierra gris en esa lucha dulce 
del sol que viene y la huidera sombra; 
el gorrión accidental, la fija esquila 
gotearán su son, su pío de la hora. 

¡Qué plenitud, tú en lo definitivo, 
fundida a lo que nunca cambiará ya la historia; 
estensión de tu yedra, tu nueva vida solitaria 
por lo real profundo sin pasadiza forma; 
semilla verdadera de lo fijo, escultura, conciencia 
enquistada en la tierra que no de desmorona! 

(Un momento, en su riel, el alto tren del alba 
conducirá sus deslumbrados presos de una pena a otra.) 

..¡Tú dentro ya, tú fuera, tú ya libre, 
el vivo muere, el muerto es inmortal, 
sustancia voluntaria para más alta obra! 

Agosto de 1932




BUSTO DE ZENOBIA CAMPRUBÍ, 1932 - Piedra con la pátina perdida.



MARGA (GIL ROËSSET) 

Yo me había imajinado que Marga era rubia, como Consuelo su hermana mayor; y creí entreverla así en la penumbra carminienta de un palco, una mañana de concierto. Aquella tarde Marga era, y era morena pálida, de verdoso alabastro, con ojos hermosos grises, y pelo liso castaño. Sentada tenía una actitud de enerjía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio duro. Y al mismo tiempo ¡tan frágil! Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro. Le dije al momento: "Amarga. Persa. Fuerte, viril". 

En su arte, escultura, pintura, también estaba siendo oriental. Una desvelada imajinación una fantasía sinuosa y delicada, enfondada en ritmo redondo, misticismo sensual. Con una gran personalidad enmedio, centro, médula, eje. A los 24 años se libraba ya de los fatales de la escultura máxima actual: Mestrovic, Einstein, Rosandich, Fiori. Iba a ella, se atraía a sí misma como un imán. 

Al momento quiso hacer las cabezas de mi mujer y mía. Empezó la de mi mujer. Un hallazgo desde el primer instante, una primera distribución maestra, después un sentimiento natural y sobrenatural a la vez, sacado del fondo, sin otra estilización que la necesaria. Mi mujer le dijo que parecía que la estaba haciendo brotar, como una fuente, de la tierra. Soltada la piel anterior. Evolucionaba, estaba en la naturaleza penúltima. Iba sin duda a lo perene. Nuestras cabezas (no hizo más que una, tenía prisa), estaban siendo ¡quién lo hubiera sabido! el ensayo para su estraordinaria escultura yacente, resucitada. 


*

Venía contenta, nueva, salida de sus nubes. Nos traía jenerosa el regalo de cada día, de cada mediodía, de cada hora: rosas, libros, frutas, papeles, cintas de colores, Sin duda se encontraba a gusto trabajando con nosotros, trabajadores como ella. Era un ejemplo de vitalidad exaltada, de voluntad constante, de capricho enérjico. Trabajaba hora tras hora sin descanso, de pié, con dolor físico, cabeza, hígado, muelas. Se deshacía las manos, se caía, se hería. Manchada de yeso, punteados, los ojos de piedra cobraban una belleza ácida, una expresión injente. Se iba ya de noche, corriendo. Siempre corriendo, entrando, saliendo, cargada de cosas, subiendo, bajando. Dormía poco, abandonaba el comer. Café, té, vida abreviada. No le importaba seguramente vivir. Una estoica. 


*


Habíamos llegado a las Rozas a las 9 y 1/2, después de buscarla en vano por Madrid. Estaba en la mesa de operaciones de la Clínica de Urjencia Omnia. Un tiro en la cabeza, con la belleza no destrozada, descompuesta. Su mano estaba caliente, latía su pulso. Sangre a borbotones por la boca, la frente vendada de gasa. Una mirada ancha dilatada, salida, pero ¿sin ver?

Está enterrada en la Rozas. Un corralillo cuadrado con algunos cipreses. Fue llevada en hombros en su caja blanca llena de rosas. El forense le hizo una autopsia de hora y media y cuando salió llevaba el zapato de lona con sangre de Marga. Pasaban trenes por un lado, coches por otro. La fosa tenía tres metros de honda. A las 8 le echaron la primera tierra, con un ocaso amarillo miel tras el Guadarrama morado. 

Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida. 


Juan Ramón Jiménez 

De: Españoles de tres mundos y A B C literario de 14 de noviembre de 1997, más completa que la primera ya que, Francisco Hernández Pinzón, suprimió de dicha edición los tres últimos párrafos, para no herir a la familia de Marga y, posteriormente, su hija Carmen, los entregó al Diario ABC.



El diario secreto de Marga Gil Roësset, la suicida enamorada.
POR ALGUIEN el 21 ENERO 2015• ( 2 )


La historia de Marga nos golpea de nuevo. La Fundación Lara publica el próximo 22 de enero “Marga“, la edición que el propio Juan Ramón Jiménez hizo del diario de Marga Gil Roësset, la joven artista que se suicidó por amor al poeta. Fue en julio de 1932, tenía Marga 24 años, el poeta 51, y hasta febrero de 1997 su historia se mantuvo oculta, pese a estar trufada de versos, dibujos y esculturas extraordinarios. Una historia conmovedora que tuve la suerte de publicar en ABC gracias a la generosidad de los herederos de Juan Ramón Jiménez. Habrá pues lectores que recuerden la historia de amor y muerte de Marga y los versos inéditos del poeta, pero es ahora cuando se editan junto al diario que dejó escrito Marga y tal y como lo proyectó Juan Ramón porque “Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado espandido sobre mi”.

El diario de Marga, 68 páginas escritas a lápiz, con letra grande sin apenas fechas, con frases inacabadas e indescifrables algunas, regado de puntos suspensivos y ahogado en tristezas, lo dejó Marga en casa de Juan Ramón Jiménez la mañana misma que se mató. Tal vez para que el poeta lo leyera y se diera cuenta de su amor desesperado, o para que lo guardara para siempre. El caso es que Juan Ramón, ay, no creyó que fuera nada importante, y no lo abrió hasta el día siguiente, cuando ya Marga se había pegado un tiro en la casa de sus tíos en Las Rozas, después de pasar por el cantero y destruir todas las esculturas que allí tenía.




El diario lo debió escribir Marga en el último mes de vida, cuando sus visitas a casa de Juan Ramón se iban convirtiendo en habituales porque esculpía con vigor un busto de Zenobia –ella, que era una artista total, pintora desde los ocho años, delicada, fuerte y viril escultora después, insegura y, al tiempo, de una personalidad y un atractivo extraordinarios–. Lo empezó a escribir cuando ya sabía el final. Y es tan poético y tan explícito, que estremece:

“… Y es que… Ya no quiero vivir sin ti… no… ya no puedo vivir sin ti… … tú, como sí puedes vivir sin mí… … debes vivir sin mí…”
“Mi amor es infinito!…La muerte es… infinita… el mar es infinito… la soledad infinita… yo con ellos… yo… con lo infinito…”  “Qué dulce es el amanecer del día último…”
“Noche última… que querría tanto a tu lado… y estoy sola… …sola… Yo así en la vida estoy, pero en la muerte ya nada me separa de ti… muerte… cómo te quiero!”




TÚ ABSORTO EN LO INMENSO…

Porque la obsesión, la desilusión y la tristeza van creciendo en el alma de Marga sin compasión. Juan Ramón quiere ayudarla en su formación como artista. “Tienes que irte a París o Londres, le dice el poeta, y conocer a los grandes artistas, y aprender de ellos”. “¿De verdad quieres que me vaya?”, responde, desolada, y escribe en su diario:

“Si tú, espontáneamente, me dieras un beso… y me atrajeras… así… estrechamente… dejándome… oír en tu pecho latirte el corazón… y un poco también la plata de tu voz…Sería glorioso”.

Pero nada. Juan Ramón no quería, no quería que le quisiese, no quería que descompusiese su vida.

“Tú absorto…concentrado en lo inmenso”, escribía la pobre Marga. …“Me parece que tendré que morirme triste… sin beso… ni corazón… ni voz de plata… ni versos… ay! Imaginar… siempre imaginar… y yo no sé si en ese momento sabré engañarme aún… o me moriré de pena”.

Otros días, pocos, Marga se siente exultante, y escribe:

“Esta tarde has venido… viva, qué alegría me has dado… Juan Ramón… …Estabas…eres tan, no te enfades, comprende que soy artista… y claro, me fijo…tan guapo, no,no es esa la palabra: … sujestivo, persa…ojos, qué ojos … ¡dios, qué ojos! … nariz, boca, ¡labios!… dientes… pómulos nobles… expresión… Todo tú… desde todos los aspectos… cómo me gustas, ¡y cómo te quiero!



LA POBRE MARGA.

Desde aquel 30 de julio de 1932, y más aún desde el día siguiente, cuando leyó el diario que Marga le había dejado encima de su mesa, el estupor, la amargura y el silencio, sobre todo el silencio, se adueñaron del poeta, podríamos decir que para siempre. Tuvo que pasar tiempo hasta que Juan Ramón dejara a Zenobia esta nota escrita a mano:

“Este manuscrito me lo dejó la pobre Marga la mañana del día que se mató. Como yo estaba esa mañana abstraído en mi trabajo y creí que lo que me dejaba Marga era algún poema para que yo se lo repasara, no lo miré ese día. Además, ella me dijo: ‘No lo leas ahora’. No te lo he dado porque creo que es mejor no dártelo. Tampoco puedo romperlo; sentiría como si rompiera a Marga muerta. Puedes leerlo. Pero no varíes de sentimiento por Marga, ni pienses mal de ella”.

Juan Ramón guardó estas hojas estremecedoras durante años dentro de una carpeta amarilla. Las leía, corregía, agregaba fotos y dibujos de Marga, poemas suyos… Decidió desde el principio que publicaría un libro conjunto en memoria y homenaje a Marga que se llamara así, Marga, “porque quiero que Marga quede incorporada a mi obra”, le dijo a su buen amigo José Guerrero Ruiz. Pero las circunstancias políticas de España, la guerra, el exilio de Zenobia y Juan Ramón en Puerto Rico, y, especialmente, el robo por parte de Martínez Barbeiro, Félix Ros y Carlos Sentís de muchos de los papeles y objetos que el poeta había dejado en su casa madrileña de la calle Padilla… contribuyó a que “lo de Marga” permaneciera fuera del control del poeta durante lustros.

QUIERO CONTAR TU HISTORIA.

Juan Ramón ya había empezado a hablar y escribir sobre ella, primero sin mencionar su nombre y luego ya, en los años 40, más abiertamente. “Marga era de verdoso alabastro, con ojos hermosos y tristes, y pelo liso castaño… Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro…” decía en las primeras versiones todavía mutiladas de su libro Españoles de tres mundos. Hasta 1997,como la propia historia de Marga, no vió la luz el texto completo, que termina así:

“Si pensaste al morir que ibas a ser recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida”.



El libro que ahora publica la Fundación Lara incluye, además del diario tal y como lo dejó editado Juan Ramón, es decir, con los subrayados de Marga y las correciones del poeta, que aparecen en el texto en cursivas, otros textos, algunos de ellos inéditos de Zenobia Camprubí referentes a Marga. Cuenta Zenobia cómo entró “la niña en nuestras vidas” y muchas de las conversaciones que tuvo con ella. Rezuman sus textos cariño y compasión.

“Marga –comienza uno de ellos– quiero contar tu historia, porque tarde o temprano la contarán los que no te conocieron o no te entendieron. Quiero decir las cosas como fueron, sin añadirle ni quitarle lo más mínimo a la verdad, para los que lean las falsedades puedan referirse a lo mío y separar lo falso de lo cierto de modo que figures como eras: apasionada y sana, insegura y heroica”.

Y va refiriendo Zenobia cosas y sensaciones de la vida de Marga desde que la conoció hasta el último día de su vida. No se notaba el brillo de Marga inmediatamente, cuenta Zenobia, pero cuando se marchaba “estábamos impregnados de su presencia”. “¿Puedo ver tus pinturas?”, le preguntaba. “No, no pinto ahora. Hago esculturas, ¿no ves mis manos? Es un trabajo duro, pero lo amo”.

Escribe Zenobia también que en otra ocasión Marga les confesaba que detestaba las esculturas que hacía, sugeridas la mayor parte por su madre, y que al terminarlas las despedazaba a martillazos. “¿Has hecho alguna vez algo que te guste, Marga?”, le preguntó el poeta. “Sí, hice una cabeza de mi madre y me pareció muy buena, pero el que la despedazó fue mi padre”.

DEMASIADO SILENCIO.

Con lo que no contaba Zenobia es que nadie iba a tener acceso a ese diario hasta pasados casi setenta años. No ha habido pues malentendidos ni falsedades. Pero tampoco el reconocimiento a su tiempo de la artista Marga Gil Roësset. Por eso comparto la perplejidad que siente todavía hoy su sobrina Marga Clark y las mil preguntas que se debió de hacer su familia cuando vieron la historia de su tía Marga publicada en el periódico.

El porqué de ese silencio atroz “al que mi tía Marga había sido sometida” durante tanto tiempo, por qué no supieron hasta 1997 que se había suicidado por amor a Juan Ramón Jiménez, ni que había un diario escrito, ni que el poeta le había dedicado un puñado de versos bellísimos, ni que su tía había sido una artista de personalidad extraordinaria… ni…  

“Sin pretender pedir cuentas al pasado – escribe Marga Clark en el prólogo de Marga – me pregunto si el legado artístico de la singular creadora habría sido más justo y reivindicativo si el Diario donde Marga se sinceró hubiera sido devuelto a la familia a su debido tiempo. Para mí, este hecho todavía sigue siendo algo enigmático”.

Han pasado 82 años y el Diario de Marga Gil Roësset ve, por fin, la luz. Había que volver a recordarla.

Texto: La Noche infinita de Marga | BLANCA BERASÁTEGUI | Publicado en El Cultural.es | 16.01.2015. – 





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