Katherine Castro
Santo Domingo, República Dominicana.
Publicista, poeta, escribe cuando las palabras deciden volver a ella.
Cada vez tiene mas cana y menos paciencia.
Los Reyes Magos Están Muertos
Eso de perder la cabeza nunca estuvo en mis planes.
Pero uno crece.
Olvida lo que una vez supo y crece,
manda al diablo las sábanas y los sueños
para entregarse a un mundo construido en miedos
que se multiplican con cada amanecer.
Uno olvida que un día no tan lejano pisó la gloria
y sintió la calma del Mar Caribe habitando sus pies,
otorgándoles el derecho de entregarse a amar un rato,
sin dar espacio a las dudas.
Entonces uno llora.
Uno duda, olvida y llora
como un desquiciado que perdió el rumbo
en una cama que ya no recuerda.
Como el que no sabe qué pierde
pero sabe que al final, no importa lo que pase, siempre pierde.
Y se pregunta si vale la pena
ser tan incapaz de entender
tan dispuesto a mandarse uno mismo a la mierda
por unos ojos que nunca podrán ver lo que pasa.
Y estamos todos muertos
tan solos
dedicados a dejar que la vida siga doliendo como si existiera.
La noche más larga del mundo
En la noche más larga del mundo
los transeúntes dejan caer sus caras
en las aceras de esta ciudad
que no es París y no es hermosa.
La muerte
recién nacida
va pisando las caras
y los perros le muerden las patas.
Los semáforos me roban el tiempo
mientras huyo de todos
y los maldigo
pisando el acelerador
como la muerte pisa las caras
como la risa pisa la muerte.
En la noche más larga del mundo
no hay nada que mate las horas
no hay luna que embriague las ansias.
El tiempo se queda dormido en mi cama
y no deja espacio para mí.
Anoche soñé que era una botella de vino
Desde 1998 espero por alguien
que me arranque la cabeza sin pensarlo,
hoy es el día.
La mano que me sostiene
me da calor a cambio de embriaguez,
a cambio de entender qué hace llorar de impotencia
a los pasillos,
que no pueden sostener tanta nostalgia.
Nunca pensé que estaría viva para ver
cómo me sacan el alma por la boca,
cómo se llenan de vida con mi muerte,
cómo se llenan de tiempo con mi espera.
Alguien toca la puerta
y la mano me deja sola junto a los cigarros,
los libros de poesía
y unas cuantas lágrimas secas.
Ya casi estoy vacía, pero no tengo miedo.
He vuelto a nacer sin romperme.
Desmedida
Al tercer día de insomnio
la habitación se convierte en un infierno inexorable,
los recuerdos concurren como peces que se pierden de vista.
Al cabo de 5 minutos
ya no se sabe si aquello fue el último beso
o el primer adiós.
El pecho se cansa
vomita hacia adentro
y las horas se llenan de horas
que no han de pasar.
Y uno se queda mirando
el espejo del alma que está en el espejo
que no tiene alma
ni espejos
ni insomnio.
La Gente Libre
A veces despierta con unas ganas inexplicables
de abrazar la primera persona tolerable
que le cruce por el frente.
Pero no lo hace
porque nunca ha sido libre.
La gente libre deja que los puntos
se pongan solos sobre las íes.
Aprendió de las piedras del río
que la mejor de las reacciones es reírse de rabia.
La verás con la mirada perdida,
siempre esperando lo peor
para evitar las sorpresas.
Este calor es primo del infierno.
Se seca la frente y enciende otro Gauloise.
Como si no hubiera más nada que hacer,
como si la vida fuese un lunes infinito
con olor a cerveza caliente,
cigarrillos rotos
y cajas de fósforos mojadas.
Como si la risa la vendieran por gramo
y los besos por docena.
Como si todos estuvieran aquí
con la única intención
de hacerse la vida miserable
los unos a los otros.
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