Patricia Minalla
Nació en marzo de 1983 en Santiago, República Dominicana. Comunicadora Social y Gestora Cultural, involucrada en la concepción y producción de distintos proyectos de tipo artístico, dado a su carácter multidisciplinario.
Medias Negras, su primer libro de poemas fue editado en el 2007 por el Ministerio de Cultura dominicano.Textos suyos han aparecido publicados en suplementos, diarios y revistas nacionales e internacionales.
Actualmente, comparte su trabajo literario e informaciones culturales en su bitácora: tantalata.blogspot.com.
Amor-e Morte
Frío, ladridos de perro, olor a muerte,
la gotera juega con el lavamanos,
hacen el amor.
El amor está en todas partes
yo no lo nombro
come algodones de azúcar en un banco del parquecito
camina las calles con sus audífonos desde muy joven,
desde hace tiempo;
yo lo veía por las aceras desde el silencio de mis ojos…
Ahora sólo veo la muerte posarse en mí constantemente,
sentarse a mi lado en la cama,
preparar el café, meterme la mano bajo la blusa,
apretarme las tetas…
Me gusta la muerte
tanto como los ojos de Jonas.
En los pensares la confusión se convence
de la supervivencia,
la soledad es un pomo de penumbras.
Medias Negras
Escribo en la sábana
y pierdo la mirada sin sensatez
quizás también la visión muy pronto.
Busco la soberanía de las manos
pierdo el frío, las ansías
y esta vorágine de agonías que me aterra
que se pierde,
que se pierden a cada parpadeo
junto a mis medias negras.
Matar el pájaro
Matar el pájaro de la noche
apretarlo en las manos fuerte
hasta que nazca atroz la última palabra
llevar la palabra a las sombras
pasear el pájaro por la vereda de los sueños
de Park Avenue
cortar un pedazo de muerte
comerlo en el tren regreso a casa.
La muerte es el placer del pájaro,
el libro la pérdida…
el muro donde sube el pájaro ya muerto.
El pájaro se desangra por mis dedos
su sangre pintó mi abrigo, mis rodillas,
mi espalda la palabra cruza el puente,
llega a casa queriendo hacer el amor a la Hollywood
el pájaro es la luz
estos dedos llenos de muerte la guía, el alivio.
I Like to do
(Para Waldo, Henry, Enma y los demás… ellos saben).
En las afueras de la ciudad
ves el correr de líneas amarillas
despilfarrando el miedo a comerte las aceras
con el pasar de los segundos inconclusos
y ves el patinar de ideas creciendo, creciendo…
Creciendo en tu cabeza para esfumarse por doquier
Entonces pasas al desengaño de seguir
viendo caminos y letreros,
de correr ciudades y cerrar otro libro,
porque Márquez ya viene y quieres verlo
porque sabes que es importante para ti,
como también sabes que
hay tantas cosas importantes que no prefieres hacer,
como postear, poner comas y acentos,
extrañar y mirar unos ojos frente a ti.
En las afueras de la ciudad están las olas,
los motores y las vidas desangrándose
en el hastío de la media isla...
hay niñas que no saben inglés
y que se embarran la cara con cualquier cosa,
hay tapices que no sólo se colocan en el alma,
hay besos y sonrisas leales,
ríos de agua viva que sorprenden los azulejos
y una niña que mira
y que tiene que ver comedias de mierda
estrenadas como drama sin salida.
Veo la barra, alguien me escribe,
me diseña sirenas y palitos de fósforos
con adaptadores para cohetes.
Morir en New York
Morir en New York
una noche larga y de vicio
entre cuatro paredes enlazadas a un mismo piso,
entre la nostalgia y el miedo,
entre la música
y el ruido interminable de la violencia.
A veces estoy y no estoy,
y es como si un chasquido de vida se me esfumara
en la bruma rancia que abraza la ciudad;
sin energía me limito a pensarme en otras carnes,
en otros huesos,
en otros momentos y otras paredes
sin importarme que la muerte me busque por los parques,
me persiga en el subway
o simplemente se harte del shoppin
y salga a tomar un café junto a mí.
¿Acaso estoy perdiendo las luces de otoño?
The musician house
En la casa del músico están los polvos muertos
y Dalí recita a caballo bajo una lluvia fría
la noche de un otoño cualquiera.
A veces una nota musical subleva la televisión o casi siempre,
si no elegimos hacer el amor hasta los huesos y
ver alguna película que nos deje sin instintos
con sordera, pero con mucho, mucho carisma de madrugada para llamar el taxi
y salir volando a la puerta de mi casa,
cuando un perro atropellado
es la cara divertida de un fin de semana sin censuras.
La casa del músico es la estancia del té
o un domingo de resurrección infinita.
19
Rastros de luna llena me persiguen
me muestran lúgubres tratados
obscenas ideas que perduran hasta el hastío.
Ya no tengo miedo,
hace tiempo que no lo siento
sólo este frío inmenso que me consume
que me lleva cabalgando a latitudes
por regiones absortas y despobladas…
Es un huracán el amor.
21
Necesito agua,
espacios vacíos,
silencio.
Y digo silencio en New York,
cuando la noche es grima
y se aproxima una tormenta,
otra dentro de mí.
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