ALAIN PALLAIS
Alain Pallais nació en Managua, Nicaragüa en 1975. Poeta, traductor, ilustrador y soldado. Estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería de Nicaragua y diseño gráfico en Los Angeles City College, California. Como soldado ha adquirido diversas preparaciones técnicas y militares. En el 2004 estuvo movilizado con el US Army en Irak donde dedicó parte de su tiempo libre a escribir poesía. Su trabajo literario y gráfico ha sido publicado en revistas y periódicos. Actualmente reside en California donde alterna la literatura con su trabajo técnico en el Departamento de Defensa.
Decidámonos
“…déjalos bisbiseando, abriéndose
y cerrándose, los labios de la excusa…”
Carlos Martínez Rivas
He matado cuatro pecados
en la lucha fiel de arrancar tu mano,
en la guerra mas crítica de acercarnos
hasta morir.
Ignorá la sensibilidad de tus orejas
y escupilos en la frente canija y sucia
por sus tales ideas de casarse;
pues me han dicho que en el lomo
nos retuercen la culpa de su templo ya destruido.
Te sigo hasta la escasez de tu existencia,
de la mía.
El conoce mis energías,
los sabelotodos las ignoran
como ignoran nuestra partida,
nuestro escape a la muerte.
La resurrección será nuestra decisión
no la de ellos.
LXIII
Fifteen minutes prior to fifteen minutes prior
Alrededor del fuego pequeñas historias
calientan sus manos esperando al sol
—puntual soldado—
para suceder en antiguos idiomas.
Cuando la llama percibe el paso de Almawt
sombrías imágenes tiemblan sobre el piso.
La arquitectura de este miedo no tiene dimensiones,
evade cualquier pose que intente expresarse,
adiestra su jauría bajo la lluvia
lanzándole piedras a los bocetos de murciélagos infértiles.
Nadie quiere encontrar su bala silbando
por la calle de una ciudad impronunciable.
Aun así salimos a cerrar los ojos
frente al cuadro sin estro,
frente a una ilusión que se quita las botas.
El soldado siempre llega quince minutos temprano
a su encuentro con Almawt.
En Taji solo la noche borra el horizonte.
(Al Encuentro)
XVIII
Por escaleras eléctricas:
Suben maniquíes de viejos escaparates buscando incómodos retazos que los salven del olvido. En sus maletines esconden números que a diario se pierden en el metro cada vez que alguien viaja cediendo su espalda al caprichoso látigo.
Bajan payasos ofreciendo sus últimas bromas a inquilinos de la tristeza, repartiendo la ironía de sus lágrimas en volantes que anuncian la muerte de hambrientos trapecistas.
Compro narices
La libertad del viento no necesita boleto
al aro de tus ojos cerrados.
Por escaleras eléctricas:
Corbatas ascienden serpenteando entre cuellos saturados de orgulloso veneno, ensayan el gélido brindis que les espera en los semáforos de Nueva York, en el interior de los espejos que crecen en Frankfurt.
Descienden guitarras de joven madera, huyen de la contaminación que habita sorda en una falsa arquitectura, corren olvidando sus ensombrecidas cuerdas que alegres vibran buscando caracolas en la playa.
La pleamar
descubre el abdomen del placer
reflejo del ocaso.
El payaso, su nariz rebota
sobre la contorsión del sendero,
soledad de sus lágrimas.
(Escaleras Eléctricas)
LXVIII
Bizarras abejas enjuagan su prez
sobre vitelas lozanas,
luego vuelan a polinizar ojos imposibles de cerrar,
hacen de la guerra una hoja seca
que cae sobre su mismo fuego,
transforman balas en palabras
que viajan con el perdón hacia su nueva morada .
Y cuando dejan de dormir entre besos arenosos
el oasis se traga los dátiles con un suspiro.
Una decena de aves beben mi sangre,
luego abandonan el oasis
en busca de mi sombra olvidada en el desierto
–espejismo fragmentado.
Por el mutilado cuerpo de un eucalipto
desfilan tropecientas hormigas,
cargan letras para reconstruir un poema en extinción.
Hoy comienzo a vivir esta innecesaria guerra,
luego dormiré hasta que mis huesos florezcan.
(Nueva Morada)
LIV
Un bloque de ébano camina hasta el bebedero
observa su rostro de toro junto a la luna matinal,
lo alza, lanza su triste bramido:
Lune petit
Luna que orbita en el corral de mi pecho
con mis cuernos te acaricio
en la traviesa privacidad de un estacionamiento.
Luna esquiva.
Cuando salimos a pastar en el parque vacío
tu halo me adormece:
mi cabeza rueda a tu alrededor,
mis pezuñas salen en tropel
sobre la claridad de tu tez reflejada en el lago,
mis patas se derriten sobre el lienzo
del pintor protector de los colores
que nos definen en el lecho de nuestros instintos.
El borlón de mi rabo es el pincel que
pinta un puente luminoso:
pasan puntos amarillos
presumiendo los pezones de la noche,
pasa flamas embistiendo cada poro en éxtasis.
Lune petit
Luna que orbita en el corral de mi pecho.
Mi sombra se arrastra silenciosa,
sube apasionada por la barda
que me impide contemplar el horizonte.
Ya nadie osará atar este impulso
que me lleva a tu móvil figura
en este cuadro nocturno.
(Querer Volar)
LXI
El dolor pasta en el cementerio
ignora que su raíz es un laberinto
donde aves nocturnas mueren de deseo.
Las paredes se desvelan con nosotros,
confinan los momentáneos anhelos
de perder la razón por una noche de tragos.
Caemos
por
gravedad
del deseo
sobre piedras aplanadas
donde se retuerce la culpa
de un templo destruido.
Qué será de la tumba vacía.
Tu presencia es solo un aroma
engendrando la azul efigie de Eros
que custodia la pira donde nos fundimos.
La soledad, mi único patrimonio,
se columpia bajo la lluvia
observa algunas gotas esculpir tu figura
en la transparencia del viento.
Espejos tirados sobre la calle.
se deshacen.
La llanura del cielo en la ventana
se desliza.
Qué será de mis ojos sin lágrimas.
.