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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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GUILLERMO PERERA Y ÁLVAREZ [17.910]

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GUILLERMO PERERA Y ÁLVAREZ 

(1865-1926).
Escritor español, nacido y muerto en La Laguna de Tenerife. Fue un poeta muy inspirado por temas costumbristas canarios, de estilo flexible y sencillo, en el que se aprecia la influencia de Bécquer. Entre sus versos figuran las quintillas que componen Al castillo de San Cristóbal (1904) y La fuente de la selva (1919).



GUILLERMO PERERA Y ÁLVAREZ (1865-1926): POETA REGENERACIONISTA Y MASÓN

Por Manuel de Paz Sánchez

Poeta “estrictamente lírico”, según se ha señalado, nació en La Laguna (25-06-1865), se dedicó al periodismo y a actividades administrativas para atender a sus gastos vitales (trabajó en la secretaría del Instituto de Canarias). Dirigió los periódicos laguneros La Región Canaria y El Noticiero Canario, que se editaron a finales del siglo XIX y principios del XX, y colaboró como redactor y publicista en otros muchos, tanto de las Islas como del exterior. Entre sus obras destacan La Princesa Dácil (1896 y 1940), y La fuente de la selva (1919), que lo sitúan como uno de los principales representantes de la llamada Escuela Regionalista. Falleció en su ciudad de nacimiento (3-06-1926).

Presentado, a la logia Añaza de la capital tinerfeña, el 6 de octubre de 1899(1), resultó iniciado el 1º de diciembre de ese mismo año. Adoptó el nombre simbólico de Asdrúbal y sus aplomadores destacaron, especialmente, su honradez y afabilidad. Alcanzó los grados 2º (1900) y 3º (27-06-1904), permaneciendo vinculado a este emblemático taller hasta la fecha de su óbito. El juzgado nº 3 del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo (TERMC), instruyó el sumario 163/1943, que fue sobreseído al comprobarse documentalmente su fallecimiento(2).

En otro lugar se llamó la atención sobre tres de sus poesías más emblemáticas, que merecen ser tenidas en cuenta no solamente por lo que tienen de relación con su militancia masónica sino, también, porque se pudo matizar una observación cronológica importante, respecto al poema No más poetas, y, asimismo, se detectó la mutilación de dos estrofas completas de una de sus composiciones más claramente masónicas: Sepulcro vacío.

En efecto, No más poetas es una composición que leyó su autor en la noche del 27 de julio de 1899 (dos meses antes de solicitar su recepción masónica y un mes previo al fallecimiento de su hermano Patricio), en la velada literaria que celebró el Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife. El poema, que dedicó a su futuro cofrade Luis Rodríguez Figueroa, iniciado en 1897, se publicó posteriormente en Castalia(3), la revista literaria de la que el vate portuense fue director-fundador. Guillermo Perera expresa en estos versos su desgarro noventayochista, que en el contexto de 1917, durante la I Gran Guerra, no dejaba de tener sentido, aunque no, desde luego, en la plenitud de la época para la que fueron compuestos, es decir, la de la crisis finisecular española.

¡Callad, bardos de Hesperia! El infortunio
Suspenso deja el labio y el cerebro:
Tan sólo el corazón sabe sentirlo
Y expresarlo también sólo el silencio.

El poeta llora la decadencia de España y culpa de ella, más o menos veladamente, a los responsables políticos de la Restauración y sus secuaces. Nadie diría, a juzgar por la persistencia de ciertos mitos conservadores sobre la masonería y la pérdida de las colonias, que estos versos fueron escritos precisamente por un masón de larga ejecutoria en el seno de la Orden del Gran Arquitecto del Universo.

El poema no tardó en publicarse, seguramente por vez primera, en el periódico lagunero, pro republicano y pro masónico, La Luz, en el que colaboraban algunos miembros de la fraternidad, tales como el propio Luis Rodríguez Figueroa y, asimismo, el soldado José Vidal (pseudónimo del madrileño Antonio González Huerta), que publicó un artículo titulado “Masonería y teosofismo”(4), en el que confesó su militancia masónica, y sufrió un arresto por parte de las autoridades militares, a raíz de una denuncia del gobernador eclesiástico del Obispado, lo que suscitó las protestas del periódico(5), en carta abierta al prelado Nicolás Rey Redondo. El tabloide no duró mucho, pero sus campañas contra el clero y su interés social de inspiración republicana parecen ser la causa principal del nacimiento del semanario católico La Verdad, en cuyas páginas se dio cabida a una amplia literatura antimasónica y reaccionaria(6), prueba del impacto anticlerical generado por La Luz.

Obviamente, Sepulcro vacío alude al mausoleo del VIII marqués de la Quinta Roja(7), don Diego Ponte del Castillo, Taoro, grado 30º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y Venerable fundador de la logia Taoro, nº 90 de La Orotava, perteneciente en una primera época al Grande Oriente Lusitano Unido, con sede en Lisboa, y, a partir de 1880 y hasta finales de esta década, a la Gran Logia Simbólica Independiente Española de Sevilla, obediencia simbólica constituida por buena parte de las logias que, a raíz de la crisis masónica de 1878, se separaron de la organización portuguesa. Don Diego Ponte del Castillo murió a principios de abril de 1880 y, dada su militancia masónica nunca desmentida y el hecho de que, bien por voluntad propia o por otra causa, no se le administrasen los últimos sacramentos, las autoridades eclesiásticas negaron su enterramiento en sagrado, es decir, en el cementerio católico de La Orotava. La inhumación se realizó, no sin algunos problemas, pero la tumba fue aislada con una robusta verja y, poco después, su madre, doña Sebastiana del Castillo, inició los trámites para la construcción, en un jardín de su propiedad, de un espléndido mausoleo, cuya obra fue encargada al arquitecto y masón francés, Adolphe Coquet, hombre sensible que visitó las Islas, escribió sobre ellas y murió ciego. Buena parte de la herencia de la marquesa madre pasó a manos de su médico, don Víctor Pérez, afín a los ideales democráticos y hombre de prestigio en Tenerife, pero, cuando se produjo su óbito, acaecido en la noche del 21 de febrero de 1892 y por tanto varios años antes que el de la propia marquesa, sí se celebraron exequias católicas, hasta el punto que las crónicas describen la enorme concurrencia que llenaba el templo parroquial del Puerto de la Cruz, “asociándose al sentimiento cristiano traducido en nubes de incienso, y consoladoras oraciones al Altísimo, por el virtuoso sacerdote”(8).

El caso es que, como narra el poeta, en aquel mausoleo nunca se enterró a nadie, aunque fue preparado para ello, incluyendo la decoración interior de la cripta, en la que destacaban numerosos símbolos y alegorías masónicos. Los elementos principales del conjunto, especialmente las escaleras, las columnas del grado 18º y, en fin, la cruz céltica que coronaba el panteón, son una más que evidente alusión al elevado rango masónico del VIII marqués de la Quinta Roja, dentro del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

El poema fue recogido en la antología que, hacia 1940, se publicó(9) en la Biblioteca Canaria dirigida por don Leoncio Rodríguez, pero censurado. Las circunstancias de la época aconsejaron, probablemente, omitir estas dos estrofas completas:

¡Qué el ciego e intolerante fanatismo
Sepultura negó
A los fríos despojos que animara
En sus entrañas Dios!

Mas la tierra cual madre, de una madre
Comprendiendo el dolor,
Rasgó también su seno y blanco mármol
Para sepulcro dio…

Ocho versos que lo dicen todo, pues hablan de uno de los tópicos masónicos más queridos, el de la intransigencia eclesiástica y, en segundo lugar, del dolor infinito de una madre que se siente agraviada en aquel duro trance, doña Sebastiana del Castillo.

Otro de sus mejores poemas, Hojas de papel, no se refiere a la crisis finisecular, piedra de toque de la masonería española de los siglos XIX y XX, ni, tampoco, a un acontecimiento relevante desde el punto de vista de la historia masónica de Tenerife como es el caso que acabamos de comentar, pero es un buen poema que aleja a su autor de la imagen que sobre él nos legó, por ejemplo, Benito Pérez Armas, cuando, sin duda tiernamente, le considera “un ingenuo, que cantó tan ingenuamente como un pájaro, por la necesidad de comunicar las sensaciones, sin curarse de nada que fuera extraño a su propia emoción”(10), y que, por el contrario, le acerca a esas “consideraciones poético-filosóficas” de las que habla María Rosa Alonso en su Poesía de la segunda mitad del siglo XIX(11). Aquí Guillermo Perera y Álvarez es casi modernista a su pesar, o, cuando menos, el poema, que aparece datado en La Laguna en febrero de 1923, se publicó al mes siguiente en Cuba y Canarias, la revista que el vate palmero Félix Duarte fundó en Zaza del Medio, al centro de Cuba, y que hizo del Modernismo su razón de ser.

La misma superficie del mar, cuando tan suaves
Las olas sin espumas refulgen como acero,
Es hoja luminosa donde escriben las naves
Las hondas emociones del alma del viajero.

Páginas engañosas para los emigrantes
En las que ilusos leen futuras bienandanzas,
Creyendo que en los surcos de las quillas cortantes
Sepultan infortunios y siembran esperanzas.

Precisamente, en relación con el mundo de la emigración y, en concreto, con el tema del regreso del indiano, Guillermo Perera y Álvarez publicó en Siglo XX un cuento bajo el título de Amistad frustrada(12), en realidad un divertimento sobre un viajero que acaba perdiéndose a sí mismo, pues se ve imposibilitado para regresar a su lugar de nacimiento, donde antes de emigrar había llevado a cabo diversas tropelías más o menos propias de la juventud.

Así, pues, en esta fase de recopilación de material poético de entresiglos en el contexto de una historia cultural que permita un análisis lo más amplio posible de la realidad mental y el imaginario social que contribuyó de manera decisiva a configurar nuestro presente, este trabajo pretende también discutir algunos de los tópicos más habituales sobre la Escuela Regionalista, no ya sobre la pretendida sencillez y el lirismo casi ingenuo de los versos de Guillermo Perera y Álvarez.

En primer lugar, porque en la obra del poeta lagunero, aparte de su tozudez de estilo y su apego al romanticismo tardío, se percibe un profundo sentimiento regeneracionista, así como una más que visible implicación en la crítica poética al Desastre y en la exaltación de valores patrióticos nacionales, como por ejemplo en su poema “Los héroes de Baler”:

De frente siempre los leales pechos
A encarnizada y pérfida asechanza;
Sin víveres ni bélicos pertrechos,
Ni siquiera de auxilio una esperanza!

No se perdió, no obstante, el ardimiento,
Que el amor a la patria los alienta,
Ser vencidos así, no es vencimiento;
De ellos ser vencedor, es una afrenta!

Y mientras tanto poderosa gente
Nuestro dominio en Asia nos robaba,
Sólo en la torre de Baler, viviente,
La bandera española tremolaba!

En segundo término, respecto a la Escuela Regionalista y, en concreto, a la figura de su teórico e involuntario fundador, el poeta y político don Nicolás Estévanez, conviene ir matizando los presupuestos de una Escuela que, por lo que parece, sirvió sobre todo a los intereses locales básicamente tinerfeños, a la hora de mantener la capitalidad de Canarias y sus consiguientes ventajes sociales, políticas y económicas.

En este contexto, algunos estudiosos, como la ya citada María Rosa Alonso, parecen desligarse del coro general de autores que, en términos generales, atribuyen a Estévanez el origen de la Escuela Regionalista de La Laguna. Ciudad que, para esta autora, ha sido un numen u objeto para ser cantado, “término lírico” y esencialmente poético, pero carente de sustentación para hablar de una escuela regionalista, ya que La Laguna careció de “escuela literaria que la caracterizara”(13).

Cabría preguntarse pues, una vez más, lo mismo que en el caso de Estévanez, ¿quién fue realmente Guillermo Perera y Álvarez? Su poema La princesa Dácil, premiado en 1896, puede ayudarnos a responder a esta pregunta

Por fin llegó el fausto día
En que grata paz, risueña,
A nivarios y españoles
Bajo sus alas alberga;
Y solemne los conduce
Ante la sagrada enseña
Que, con los brazos abiertos,
Amorosa los espera…
Henchido el bravo Gonzalo
De felicidad suprema,
Después de vencer, vencido
Va a los pies de Dácil bella;
Y concentrando en sus ojos
De tierno amor un poema,
Sintieron bendición santa
Caer sobre sus cabezas.
Y así, fundidas en una
Estas dos razas opuestas,
Como en campo de combate
Sangre enemiga se mezcla,
Surgió la raza canaria
Noble y leal, pero fiera
Siempre que planta invasora
Hollar quiere sus riberas!
Un idilio fue la vida
De Gonzalo y la princesa.
Tan inefable ventura
Gozaron sus almas tiernas,
Que del edén de Nivaria
Él era Adán y ella Eva.

Según viene a decir nuestro autor, tras los avatares de la invasión castellana, la historia de Tenerife comienza con el pacto entre conquistadores y conquistados. A partir de la unión entre Gonzalo del Castillo y la princesa Dácil, las dos etnias se funden en un solo pueblo que, desde entonces, ungirá su destino a la suerte de España. Un destino que, como vimos más arriba, produce un intenso dolor en estos creadores de finales del siglo XIX, ya sean republicanos o, simplemente, trabajadores intelectuales deseosos de la plena regeneración del país.

En la presente edición se recogen, junto a varios que son más conocidos y que, en algún que otro caso, ya han sido objeto de estudios antológicos, casi medio centenar de composiciones prácticamente inéditas, ya que solamente se publicaron, en su día, en la prensa isleña, a la que, como queda dicho, tan vinculado estuvo Guillermo Perera y Álvarez. También se incluye un interesante relato que, bajo el título de La sirena, se ubica cronológicamente, lo mismo que el resto del material objeto de la presente antología, salvo error u omisión.

Al producirse su óbito, la revista Hespérides publicó el siguiente responsorio bajo la firma de Atilano Santos:

Acabamos de dejar en el sepulcro, en una humilde fosa del cementerio lagunero, al buen amigo Guillermo Perera y Álvarez, el que ha traspuesto los umbrales de la vida cuando su alma delicada de poeta parecía hallarse más predispuesta a cantar las bellezas de la tierra, de la que era un enamorado.
[…] Alma templada en la forja del dolor, por lo que tenía de sensible y buena, fue el poeta como un pájaro, siempre dispuesto a desgranar sobre los trigales de la vida, las hermosas armonías de sus versos, sencillos, tiernos como las flores perfumadas de las risueñas avenidas laguneras.
Humilde hasta la exageración, bueno como ninguno, Perera fue un convencido de que el más recto camino para llegar es el que se abre con el esfuerzo propio y que tiene por base el espíritu de confraternidad universal.
[…] ¡El poeta ha muerto!… Solo su alma flotará en el espacio y quien sabe si en alguna que otra estancia de jovencilla enamorada, sus versos —el verdadero espíritu del poeta— se reciten con la evangélica unción de un Padre nuestro.(14)
La revista, importante en el contexto de la época, vino a destacar el aspecto lírico del poeta, lo que no debe extrañarnos, entre otras razones porque, en la fecha de su óbito, las circunstancias históricas ya habían experimentado cambios significativos que, no muy tarde, tendrían un indiscutible impacto sobre el futuro del país. Para Canarias, en primerísimo lugar, por la división provincial que no tardó en llegar, y que se estableció por decreto de la Dictadura del 21 de septiembre de 1927; para el conjunto de España porque la experiencia africanista y, en fin, el devenir del país que desembocó en la proclamación de la II República, el viejo sueño de los republicanos regeneracionistas que desembocó en la crisis bélica de 1936-1939 y sus importantes consecuencias para el futuro del país en todos los aspectos, incluido, naturalmente, el cultural.

ANTOLOGÍA(15)

CON PERMISO DE TRUEBA(16)

Cuando yo me esté muriendo
Siéntate a mi cabecera;
Fija tu vista en la mía
Y puede ser que no muera.
(Cantar popular)

I

Si el sol se mira de frente
Con sus resplandores ciega,
Y tus ojos que son soles
Los he mirado de cerca
Con deseos de abrasarme
En la luz que ellos reflejan;
Mas, brotan de tus pupilas
Dulces miradas tan tiernas
Que como el sol vivifican
E iluminan, mas no queman,
Porque le dan grata sombra
Tus largas pestañas bellas.
¡Mírame, niña del alma!
¡Mírame siempre, aunque sean
Tus miradas seductoras
De vivo rencor la muestra!
En mi pecho, si me miras,
No podrán vivir las penas,
Porque ocuparán su espacio
Mil amorosas ideas;
Pues tienen tus negros ojos
Tan bienhechora influencia
Tal vida existe en su brillo
Y es tan dulce su pureza,
Que, cuando esté agonizando,
Si por mi ventura aciertas
¡A fijarlos en los míos
Puede ser que no me muera!

II

Anoche escuché tu acento,
Tu dulce voz que embeleza,
Que en sus ondas a mi oído
Trajo el aura satisfecha.
Por otra vez escucharte
El alma inmortal te diera,
Que sin alma viviría
Quien oír tu acento pueda.
Habla, mi bien, un instante;
Habla, que es tu voz tan tierna
Que al oírla se disipan
Las más amargas tristezas.
Habla, aunque tu voz resuene
Como la de un juez, severa;
Aunque esté ronca de ira
El exhalarla no temas,
Que por más que silbe el viento
Y los cielos se obscurezcan,
La incomprensible natura
Es siempre grandiosa y bella.
Aunque sañuda te muestres
Que me haces daño no creas,
Pues siempre bañan las olas
Del mar a la escueta peña,
Ya vengan con rudo empuje
O ya suavemente vengan:
Ya ves que con solo hablarme
Puedes tú aliviar mis penas;
¡Haz, por caridad, mi vida,
Lo que por amor no sea!
Cuando mi espíritu vaya
A hundirse en la noche eterna,
Sabe por fin que tú puedes
Salvarlo de las tinieblas,
Pues si amante y compasiva
Te veo a mi cabecera
“Fijando en mí la mirada
Y hablándome con voz trémula,
Al respirar yo tu aliento…
¡Es imposible que muera!”

DEFINICIONES
A MI HERMANO PATRICIO(17)

I

Dulce mentira de doradas alas
Que nuestra mente forja en su ansiedad
Y resplandece con las ricas galas
De la más halagüeña realidad;
Espléndido ideal, sublime anhelo
De venturas fantástica visión;
Hada de ensueños de color de cielo,
Primavera del alma: ¡La Ilusión!

II

Bálsamo del dolor, puro rocío;
Rayo de sol que brilla en lontananza
Y alumbra al pensamiento más sombrío;
Valladar de la pena: ¡La Esperanza!
¡Paraíso bendito del consuelo
Por el que el alma gira resignada
En tristes horas de amargura y duelo,
No cierres a la mía tu morada!

III

Combate de encontrados sentimientos
Que en el humano espíritu se libra,
Y a impulsos de sus recios movimientos
Pierde la fe su más ardiente fibra;
Gusano roedor que de ilusiones
Y de placer al corazón desnuda;
Sierpe del alma, densos nubarrones
Del cielo de la dicha: ¡Eso es la Duda!

IV

Imprevista traición de la confianza
Que enturbia la antes límpida existencia,
Cambiando nuestra plácida esperanza
En cadáver flotante en la conciencia;
Sirena que al abismo hollando flores
Nos lleva astuta con artero amaño;
Ciclón en blando océano de amores,
Tumba de la ilusión: ¡El Desengaño!

* * *

¡Cuán dichosa es la vida que se agota,
En un mar de risueñas ilusiones,
Y en cuya senda realizada brota
Una esperanza llena de emociones.
Mas, ¡ay!, viene la duda y la marchita
Con infernal, abrasador aliento,
Porque en su seno sin cesar se agita
Acechador del desengaño cruento!

Laguna, Diciembre de 1892

SOLEDAD(18)

Sumergido en la noche de la ausencia
Gime mi corazón, dulce bien mío,
Y de angustiosa soledad el frío
Va escarchando la flor de mi existencia.

La mirada de amor con insistencia
Traspasar quiere el límite sombrío
Del oscuro horizonte, asaz impío,
Que privándome está de tu presencia.

Mas, vano es por mi mal empeño tanto,
Que la distancia y mi enemiga suerte
Niegan a mi pasión tan dulce encanto.

Y en la dura impotencia de no verte,
Veo, ¡ay de mí!, con singular espanto
¡Que tú, que eres mi vida, me das muerte!

Laguna de Tenerife, Septiembre 15 de 1893

A LA MEMORIA
DE LA NIÑA ELISA DE LA OLIVA y BLARDONY(19)

Si de la rosa es corta la existencia,
Cumplir puede en un día su destino;
Se abre a la luz con tinte purpurino
Y engendra el fruto al esparcir su esencia.

Y si va al mar con ciega diligencia,
Apenas nace, arroyo cristalino,
Refleja el sol, fecunda su camino
Y embriaga a los sentidos su cadencia.

Fuiste tú cual la flor, niña querida:
Abriéronse tus ojos breve plazo;
Nos diste amor y se apagó tu vida,

Y, como arroyo gotas en su trazo,
De recuerdos dejaste mi alma henchida
Al ir del cielo al inmortal regazo.

Laguna, 1895

LA PRINCESA DÁCIL*
(TRADICIÓN)(20)

¡Amor, eterno amor, alma del mundo!
Núñez de Arce.

I

Cuando Gonzalo Castillo,
Noble en linaje y proezas,
Arribó en son de conquista
A las costas tinerfeñas,
Del bravo Alonso de Lugo
Bajo la insigne bandera,
Nunca imaginó, confiado
En su valor y destreza,
Y atento sólo a la gloria
De aquella gigante empresa,
Que su corazón altivo,
Insensible a dicha y pena,
Para el amor de diamante,
De malla para la guerra,
Entre estas peñas lo hiriesen
Del amor las blandas flechas,
Lanzadas por unos ojos
De soñadoras promesas.
¡Qué mucho que una mirada
Virgen, pudorosa, tierna,
Cuando por ella se asoma
Un alma por vez primera,
Henchida de ansia infinita
Y de deliquios sedienta,
Hiera, como agudo acero,
Subyugue, como la fuerza,
Y alrededor de su lumbre
Nuestros corazones sean
Trémulas mariposillas
Que a la luz se arrojan ciegas!
¡Y qué extraño que al influjo
De los ojos de una bella
El pecho más valeroso
Esclavizado se sienta!
Podrá el brío de las armas
Arrasar toda la tierra,
Dando el dominio del orbe
Quizá a un imbécil o déspota;
Mas ni la espada persuade
Ni dan sumisión cadenas.
Pero el dulce amor, en cambio,
Con invisibles saetas,
Grata y suavemente vence
Y el vencimiento no afrenta:
Que es vencedor el vencido
Del amor en la contienda!
Por eso, si en la conquista
De estas atlánticas peñas
Rindió a Gonzalo Castillo
El amor de una doncella,
Fue tan súbita derrota
De la victoria la muestra;
Que del amor al aliento
Surge universal terneza
Que aúna las voluntades,
Fundiendo opuestas ideas,
Y a la sombra de sus alas
Pueblos y razas se estrechan
Con los mismos pensamientos,
Con idénticas creencias.

II

Tan pronto desembarcaron
En la nivarina tierra
Las bravas huestes de España
De su dominio sedientas,
Y sentaron los reales
En sus plácidas riberas,
Marcial escuadrón, de Añaza,
Partió armado a la ligera
A fin de explorar los campos
Y desconocidas selvas
Que se ocultan tras los cerros
Como púdicas doncellas.
¡Es de ver la bizarría
Del que marcha a la cabeza!
Sereno avanza, atrevido
A la par que con cautela,
Pues unidos lleva en su alma
El valor y la prudencia.
De cristiano y caballero
Distintivo honroso ostenta:
Roja cruz en manto blanco
Que desde sus hombros cuelga,
Y agitado por las brisas,
Semejando una bandera,
Extiende los anchos pliegues
Y en aire de triunfo ondea.
Es Gonzalo del Castillo,
De castellana nobleza,
Que en lo leal y en lo fuerte
A un castillo se asemeja.
Cruza henchido de esperanzas
La escarpada y ruda senda
Que conduce a las colinas
Que fiel guarda a Aguere prestan;
Y desde las altas cumbres
Ve, con intensa sorpresa,
El valle más delicioso
Que engendró Naturaleza.
Vasta y límpida laguna
En medio de fértil vega
Mansamente se dilata
Y en bosque espeso penetra,
Placentera retratando
Madroños y mocaneras;
Sus aguas son transparentes,
Tan azules y serenas,
Que las armoniosas aves
Que aquella espesura pueblan,
Parece que entre dos cielos
Dichosas y alegres vuelan.
Tibio ambiente perfumado
De flores mil con la esencia,
Vaga entre las verdes hojas
Que a su suave halago tiemblan,
Mientras susurran las fuentes
Cristalinas y parleras
Que, como fieles espejos,
El bosque y cielo reflejan.
Y en tan hermoso conjunto
En aquel sitio se mezclan
Aves, fuentes, lago y bosque,
Flores, fruto y aura leda,
Que sin duda feliz reino
Tiene allí la primavera!
En dilatada llanura
Que esmalta olorosa yerba,
Rebaños de ovejas pacen,
De los isleños riqueza.
A su vista, la codicia
De los soldados despierta
Y bajan al prado, haciendo
De ganado rica presa.
Nuestro caballero, en tanto,
En la espesura se interna
Seguro de que su planta
En hollarla es la primera.
De una fuente el rumor suave,
Atrayéndole, le orienta
Y en su busca va animoso
Por enmarañada selva.
¡Nunca tal cosa intentara!
Cuando a la fuente se acerca,
Ve, de dulce emoción lleno,
Hermosa y gentil doncella
Que en la plateada charca
Se contemplaba risueña;
Y al pintarla se alboroza
El agua con su belleza.
De improviso sombra extraña
En la fuente se refleja,
Y asustada, ahogando un grito,
Púsose en pie la doncella,
Quedando, inmóvil y altiva,
De Castillo en la presencia.
¡Nunca amor, siempre de caza,
Lanzó más certera flecha
Como la que hirió a Gonzalo
Al mirar moza tan bella!
Ella entonces majestuosa,
De su espanto ya repuesta,
Mira al doncel, e ignorada
Sensación experimenta
Al contemplar su arrogante
Gallardía y gentileza.
Por su atavío guerrero
Que es un enemigo piensa;
Mas se siente a él arrastrada
Por desconocida fuerza,
Como eléctricos fluidos
Que si opuestos son se estrechan.
En éxtasis delicioso
Dulce rato se contemplan,
Hablando esa lengua muda,
Universal y secreta,
Con que se entienden las almas
Y en los ojos reverbera.
“Dácil me llamo — decía
Ella ya a amarle resuelta: —
Hija del Mencey más grande
Que en esta tierra gobierna”.
Y hablaron tan expresivos,
Se hicieron tales promesas,
Que, desde aquel grato instante,
La parlera fuente aquella,
Celosa pinta en su fondo,
En vez de una, dos cabezas.

III

Las praderas nivarinas,
Antes plácidas y amenas,
Por planta invasora holladas,
Por ardiente sangre secas,
Sin rebaños ni pastores
Se hallan tristes y desiertas.
Mas un día, de vencida
Ya los hijos de esta tierra,
Tras atléticos esfuerzos
Y de gloriosas proezas;
Y viendo tristes nublarse
El sol de su independencia,
Por el reino de Taoro
Cundió sorprendente nueva
Que luz fue de la esperanza
En el antro de sus penas.
Como elocuente tributo
De respeto y obediencia,
Enviaba el rey de Tegueste
A Bencomo rica presa:
A Gonzalo del Castillo,
Prisionero hecho en la guerra.
Con júbilo inusitado
La noticia se celebra,
Porque tal campeón cautivo
Es de gran victoria muestra.
A su llegada se agolpa
Toda la grey guanchinesa,
Mas al bravo adalid tratan
Con la bondad y la nobleza
Propias de raza valiente,
Fiera solo en la pelea.
En saber no tardó mucho
Dácil, la gentil princesa,
Quien era aquel prisionero;
Que ha tiempo prisión secreta
En su alma virginal tiene
Del amor con las cadenas.
Sintiendo emoción extraña,
Mezcla de alegría y pena,
Dácil se lanza a la gruta
Donde a su Gonzalo encierran.
¡Qué tierna fue la entrevista!
¡Qué dulcísimas escenas!
En su amante desvarío
Ya ser cristiana quiere ella;
Que siendo él valiente y bueno
Ha de ser su ley la buena.
Y él en el dulce semblante,
Leyendo bondad suprema,
Ama en ella la hidalguía
De aquella raza de atletas.
Y así, en fruición deliciosa,
Se funden de tal manera
Sus almas y aspiraciones,
Sus sentimientos e ideas,
Que son como dos arroyos
Que en el mismo mar penetran.
Y de aquella tenaz lucha
En la grandiosa epopeya,
Ella, de candor paloma,
El ramo de olivo ostenta
Para él generosa siendo
De libertad mensajera.
Libre al fin, partió Gonzalo,
No sin profunda tristeza,
Que de su amor la nostalgia
Aguda en el alma lleva;
Y el nunca esclavo albedrío
En poder de Dácil deja.

IV

Sin poder ya sostenerse
En la desigual pelea,
Iban los guanches cediendo
Ante las armas de Iberia;
Mientras se alzaba en Nivaria
Del cristianismo la enseña,
Que con los abiertos brazos
Los esperaba serena.
Vencidos en los combates,
Diezmados por la epidemia,
Sin aliento y quebrantados
Por la hiel de la tristeza,
Hacen gigantes esfuerzos
Por la patria independencia;
Mas todo en vano, la suerte
Le es por su mal adversa.
¿Qué hacer en lance tan duro?
¿Cómo terminar la guerra
Si el rendirse es cosa triste
E imposible es la defensa?
Dácil en tanto luchando
Con encontradas ideas,
A la par que por los suyos
También por Castillo ruega.
¿Por qué más luchar? A ratos
En sus soledades piensa.
¿Por qué no rendir la frente
A las plantas de la Reina
Por quien luchan los de España
Y que en mi Gonzalo impera?…
Por fin llegó el fausto día
En que grata paz, risueña,
A nivarios y españoles
Bajo sus alas alberga;
Y solemne los conduce
Ante la sagrada enseña
Que, con los brazos abiertos,
Amorosa los espera…
Henchido el bravo Gonzalo
De felicidad suprema,
Después de vencer, vencido
Va a los pies de Dácil bella;
Y concentrando en sus ojos
De tierno amor un poema,
Sintieron bendición santa
Caer sobre sus cabezas.
Y así, fundidas en una
Estas dos razas opuestas,
Como en campo de combate
Sangre enemiga se mezcla,
Surgió la raza canaria
Noble y leal, pero fiera
Siempre que planta invasora
Hollar quiere sus riberas!
Un idilio fue la vida
De Gonzalo y la princesa.
Tan inefable ventura
Gozaron sus almas tiernas,
Que del edén de Nivaria
Él era Adán y ella Eva.
Y otra vez aquella fuente
Que se oculta en la floresta,
De nuevo retrató, unidas,
En vez de una, dos cabezas.

AL LINCE(21)

Por más que aún personalmente
No he podido conoceros,
Para cantaros me inspira
La fama de vuestros hechos.
Así, pues, nada me importa
El no haberos visto el cuerpo;
El no admirar vuestro empaque,
Que aseguran es soberbio;
Ni el contemplaros el rostro,
Aunque en ello tenga empeño;
Que ha de ser uno de tantos,
Verbi gratia, el de un cochero;
Ni el estrecharos la mano,
Que dicen tiene gran mérito,
Que es nervuda y muy flexible,
Cual garras los fuertes dedos;
Las uñas… un poco largas,
Mas, cuidadas con esmero.
Tampoco ver he podido
Y eso, en verdad, sí lo siento,
Vuestra histórica levita,
Que es ad hoc para tal dueño:
Mangas anchas, y faldones
Que parecen dos talegos,
Bolsillos que admirarían
A muchos carabineros.
De vuestra cabeza cuentan
Que es un monstruo de talento
Y muchos dan en llamarla
La farola de estos puertos.
En fin, señor, ni siquiera
Veros he podido el pelo,
Aunque es mejor el tomarle
Que verle, según sospecho.
El carácter os lo pintan
Muy sostenido y violento,
Y para torcidos planes
No hay quien le gane en lo recto.
Algunos os consideran
Como un DENUNCIADOR necio;
Y es porque lo hacéis, a veces,
Por puro entretenimiento;
Y además porque hay periódicos
Poco, muy poco, discretos.
Sois también según refieren,
Tan naturalote y bueno
Que cortés nunca habéis sido,
Porque eso es propio de memos.
Tan peculiar la franqueza
Es de vos que, en este suelo,
Siempre va, el de Puertos francos,
Unido a vuestro recuerdo.
Esto todo vuestra fama
Pregona en el mundo entero,
Y yo, que rindo tributo
A vuestro raro talento,
Lo repito hoy en romance,
Que siempre fue el mejor metro
Para contar las historias
De los andaluces héroes.

Asdrúbal

LEJOS DE TI (22)*

Si en tu ausencia, amor mío,
Vivir aún puedo,
Es que aliento a mi vida
Con tu recuerdo;
Mustios mis labios
Sólo un nombre pronuncian,
Tu nombre amado.

Sin el calor amante
De tus miradas,
Del corazón se alejan
Mis esperanzas:
Cual avecillas
Abandonadas, gimen
Por tus caricias.

Lejos de ti, el espacio
Lleno de quejas;
Y con dolor aspiro
Aura de penas.
¡Ay! si vinieses
Perfumara tu aliento
Tan triste ambiente!

Sin la dulce armonía
De tus palabras,
En insufrible insomnio
Se agita mi alma;
Y, por las noches,
Junto a ti vaga ansiosa
Charlando amores.

Cuando a ti tristes lleguen
Rumores tiernos,
Como de mariposas
Suave aleteo,
Que es mi alma, sabe,
Que en suspiros murmura
Sus soledades.

Y si en sueños se agitan
Tus dulces labios,
Como flores a impulso
De soplo blando,
Es también ella,
Que, en las alas de un beso,
Mi amor te lleva…

¡QUIERO MORIR!
(RIMA)(23)

Ya que en la vida, por aciaga suerte,
Nunca dichas gocé,
Quiero morir, que al menos en la muerte
Dulce paz hallaré.

Ningún temor me asalta ante el misterio
Profundo del morir.
¿Acaso de ilusiones cementerio
No es siempre el porvenir?

Tal vez, cuando yo muera, el primer gozo
Mi espíritu tendrá,
Que plegaria de amor, cada sollozo
Que tú exhales será.

Las ansiadas caricias que me roba
Tu invencible pudor,
En el silencio de mortuoria alcoba
Me dará tu dolor.

Vivo podré perderte y si te pierdo,
¿Cómo entonces vivir?
Y muerto quizá viva en tu recuerdo…
¡Preferible es morir!

Quiero morir, porque la muerte espanto
No me podrá causar:
¡Cómo Dios no castigue amarte tanto,
Sé que me he de salvar!

Laguna, junio de 1897

UN TROFEO(24)

De Tenerife en un templo
Existe vieja bandera
Que enarbolar quiso un día
El inglés en las almenas
De los castillos de Añaza,
Baluartes de independencia.
No está allí cual noble insignia
Que a una nación representa;
Ni en señal de desafío
Tremola altiva y siniestra;
Ni de alianza está en recuerdo,
Ni como adorno de fiesta.
Allí de Albión atestigua
La derrota y la vergüenza
Y al mismo tiempo pregona
El valor y las proezas
De los tinerfeños bravos
Que, de esta roca en defensa,
Dieron al mundo alto ejemplo
En su lealtad suprema.
En ese templo, hace un siglo
Está la orgullosa enseña
Como expresión elocuente
De dos contrarias ideas:
De gloria para nosotros,
Para Britania, de mengua!
Allí está muda y sombría,
Sin que nadie izarla pueda,
Que cercenado fue el brazo
Que tremolarla pudiera!

Laguna, Julio de 1897


NOTAS

[1] Su solicitud de iniciación aparece firmada en La Laguna (26-09-1899), vide su expediente masónico en Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca (AGGCE, 47-A-20). Cf. M. de Paz Sánchez: Plectro masónico. Una antología poética, Santa Cruz de Tenerife, 2006, pp. 127-143.

[2] AGGCE, TERMC, nº 6035.
[3] Castalia, nº 22, Santa Cruz de Tenerife, 20-08-1917.
[4] La Luz, nº 12, La Laguna, 8-10-1899, p. 2.
[5] La Luz, nº 13, La Laguna, 15-10-1899, p. 1.
[6] Ramón Felipe González: Prensa y masonería en Tenerife, durante el último tercio del siglo XIX, memoria de Licenciatura, Departamento de Historia, Universidad de La Laguna, 1986, pp. 297ss.
[7] De hecho, el poema acompaña a una fotografía del Mausoleo, tal como se publicó en la primera página del Heraldo de Orotava del 22-04-1923, junto a unos comentarios referidos al asunto.
[8] Diario de Tenerife, 22-02-1892, “Telegramas”, p. 3 y 25-02-1892, “La muerte del Dr. Pérez”, p. 2, éste último un extenso obituario firmado por Domingo Aguilar [y Quesada], gerente de la Sociedad Taoro (Gran Hotel Taoro), y antiguo miembro de las logias del Valle de La Orotava, en las que alcanzó, cuando menos, el grado 11º; había tenido a su cargo la Secretaría tanto de Taoro, nº 90 como de Esperanza de Orotava, nº 103, ésta radicada en el Puerto de la Cruz, durante la etapa 1875-1879, estando, por consiguiente, estrechamente vinculado al VIII marqués de la Quinta Roja, y, en fin, había ostentado el nombre simbólico de Doramas, en alusión, sin duda, al caudillo aborigen de su isla de nacimiento.
[9] Poetas isleños. Guillermo Perera (Recopilación de sus poesías), introducción de Leocadio Machado, Librería Hespérides, Santa Cruz de Tenerife, s. a. [c. 1940], pp. 78-79.
[10] En el proemio (p. 11) del folleto de Biblioteca Canaria antes citado.
[11] Islas Canarias [Madrid], 1991, p. 201.
[12] Siglo XX, nº 20, La Laguna, 30-11-1900, pp. 1-2.
[13] María Rosa Alonso: Poesía de la segunda mitad del siglo XIX, cit., p. 55.
[14] “Responsorio. ¡Ha muerto el poeta!”, Hespérides, 6-06-1926, p. 13.
[15] Se indica con un asterisco (*) las composiciones que, más o menos completas, han sido recogidas en las breves antologías existentes hasta la fecha.
[16] La Defensa, nº 8, La Laguna, 23-07-1892, p. 2. Posteriormente se publicó en Siglo XX, nº 10, La Laguna, 13-09-1900, p. 3.
[17] La Defensa, nº 22, La Laguna, 14-12-1892, p. 1. Posteriormente salió en Heraldo de Canarias, La Laguna, 31-10-1896, p. 1.
[18] El Adelantado, nº 3, La Laguna, 9-10-1893, p. 2.
[19] Diario de Tenerife, 27-11-1895, p. 3.
[20] El título completo es el siguiente LA PRINCESA DÁCIL / ROMANCE / QUE OBTUVO EL PREMIO DONADO / POR / S. A. R. LA INFANTA DOÑA ISABEL / EN EL CERTAMEN ORGANIZADO / POR LA / REAL SOCIEDAD ECONÓMICA / DE AMIGOS DEL PAÍS DE TENERIFE, EN LA LAGUNA, / EN CELEBRACIÓN DEL 4º. CENTENARIO / DE LA / CONQUISTA DE LAS ISLAS DE / TENERIFE Y PALMA / LAGUNA DE TENERIFE / IMPRENTA DE LA LAGUNA / HERRADORES, 55 / 1896. El texto va precedido de una breve nota “El nuevo trovador”, firmada por V. C. y, asimismo, por un prólogo de Leopoldo Pedreira bajo el título de “Un poeta”. Este prólogo figura publicado, además, en La Opinión, 5-11-1896, p. 1. Uno de los ejemplares conservado en la BULL lleva dedicatoria autógrafa del autor a la Biblioteca Provincial de Canarias, datada en marzo de 1897.
[21] Heraldo de Canarias, nº 112, La Laguna, 19-01-1897, p. 1. Este poema figura firmado por Asdrúbal.
[22] Aguere, nº 15, La Laguna, 13-03-1897, p. 1. Posteriormente se publicó en Unión Conservadora, nº 12, Santa Cruz de Tenerife, 10-05-1899, p. 2., y mucho después en El Plumero, nº 7, La Laguna, 9-03-1912, p. 2.
[23] Heraldo de Canarias, nº 175, La Laguna, 22-07-1897, p. 1.
[24] Diario de Tenerife, número extraordinario, Santa Cruz de Tenerife, 25-07-1897, p. 28.

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