Emilio Bobadilla y Lunar
Emilio Bobadilla y Lunar (Cárdenas, Matanzas, Cuba, 24 de julio de 1862 - Biarritz, Francia, 1 de enero de 1921), escritor, poeta, crítico literario y periodista cubano-español vinculable al Naturalismo. Firmó artículos con el seudónimo de Fray Candil.
Con la guerra de 1868, a causa de que su padre era concejal y profesor universitario, tuvo que emprender un largo viaje migratorio en un recorrido que incluyó Baltimore, Veracruz, Madrid y otra vez La Habana. En la universidad de esta última ciudad comenzó estudios de leyes. Comenzó a colaborar en El Amigo del País. Fue director de los semanarios satíricos El Epigrama (1883) y El Carnaval (1886), donde hizo famoso el seudónimo de Fray Candil. Colaboró además en La Habana Cómica, Revista Habanera, El Museo, La Habana Elegante, Revista Cubana, El Radical, El Fígaro, La Lucha. Viajó por Europa y vivió mucho tiempo en París y en Madrid, donde se estableció en 1887. Allí, en la Universidad Central, se graduó de Doctor en Derecho Civil y Canónico (1889). Al estallar la guerra del 95 estuvo unido, en París, a los emigrados cubanos. Viajó por Holanda, Italia, Bélgica, Dinamarca, Inglaterra, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Panamá, Nicaragua. En Madrid, sus trabajos aparecieron en Madrid Cómico, El Liberal, El Imparcial, La Lectura, Nuestro Tiempo, La Esfera. En París colaboró en La Nouvelle Revue, La Revue Bleue, Le Figaro, La Revue de Revues, La Renaissance Latine y Le Gil Blas. Colaboró además en Athenaium, de Londres, La Prensa Libre, de Viena, y en La Estrella de Panamá. En 1909 volvió a Cuba por dos años. Fue nombrado cónsul de Cuba en Bayona y más tarde en Biarritz. Era miembro de la Academia de Historia de Cuba y de la Academia Nacional de Artes y Letras. Dejó inéditos los libros La ciudad sin vértebras y De canal en canal, y su bosquejo cómico-serio en un acto y en prosa Don Severo el literato. Su novela A fuego lento fue traducida al francés en 1913 por Glorget. Escribió varias obras teatrales que no fueron impresas, pero sí representadas. Utilizó los seudónimos Dagoberto Mármara, Pausanias, Perfecto y otros.
De temperamento agresivo, mordaz y desenfadado, fue también muy culto y poseía un estilo muy personal, fuerte y vigoroso. Sus ataques como crítico a Aniceto Valdivia, a Enrique José Varona y a Sanguily, no nacen sino de un afrancesamiento excesivo y un poco aldeano a pesar de todo, pues sostuvo numerosas y enconadas polémicas periodísticas y se retó a duelo incluso algunas veces, una de ellas con otro crítico, el también novelista Leopoldo Alas "Clarín". El duelo fue el 21 de mayo de 1892. Según Clarín, batirse con Fray Candil "sería coser y cantar", pero el combate se suspendió cuando Bobadilla le produjo dos tajos a Alas, uno en la boca y otro en el brazo. Se cuenta que, al terminar, Bobadilla cantaba. Ante la recriminación de un asistente la respuesta de Fray Candil fue: "El pronóstico de Clarín se ha cumplido, a él lo están cosiendo, mientras yo canto".
Como crítico fue un detractor del Modernismo. Como narrador siguió los postulados del Naturalismo, con el cual se avenía su talante; sin embargo, la calidad de su estilo y su poder de observación son muy superiores a los de la mayoría de los escritores de esta corriente.
Su mejor novela
Su obra maestra como narrador es sin duda A fuego lento, Barcelona, 1903, un roman à clef fundado en experiencias autobiográficas. La primera parte de la novela transcurre en algún lugar caribeño que, bajo el despectivo nombre de Ganga, oculta en realidad la ciudad colombiana de Barranquilla, donde Emilio Bobadilla residiera algunos meses de 1898 y de donde salió peleado con todo el mundillo literario. Su posterior expulsión del país por el presidente José Manuel Marroquín (1827-1908) no contribuyó precisamente a apaciguar su ánimo, de ahí que respondiera a los ataques como mejor sabía: escribiendo.
El cuadro que traza es esperpéntico y Bobadilla, enrolado en el positivismo naturalista, no desperdicia la ocasión para resaltar irónicamente todo lo que ve. A fin del siglo XIX Barranquilla había pasado a ser vertiginosamente de un pobre asentamiento ribereño a puerto principal de Colombia. Pese al analfabetismo, las revoluciones y el ir y venir de las facciones políticas, para los exaltados locales merecía calificativos altisonantes como "La Nueva York de Colombia", "La Nueva Barcelona", "La Nueva Alejandría". Tenía varios cines, e incluso las compañías de ópera italianas y las de teatro españolas se presentaban allí antes de emprender giras al interior del país. A ese lugar azotado por aguaceros prodigiosos y pegajosos calores tropicales llega el doctor Eustaquio Baranda, un exiliado dominicano que ha estudiado medicina en París. Como proviene de una civilización refinada resulta atractivo para las notabilidades locales, las mismas que no tardan en buscar su caída despechadas por su aparente frialdad y por el hecho de que el doctor ha conquistado los favores de Alicia, una atractiva y sensual mestiza apetecida por uno de los prohombres lugareños. Esta circunstancia lo obliga a volverse a París –con Alicia–, donde transcurren la segunda y tercera parte. Allí los excesos tropicales se transforman en explosiones ocultas: el apetito social de Alicia –exaltado por el dinero y las joyas y bajo la influencia provinciana y de mal gusto de los antiguos conocidos de Ganga, también emigrados a París– frustran el deseo del doctor de ser un parisino más, lo que termina por enfermarlo y provocar su muerte a pesar de la presencia balsámica de "la otra", una francesa fina, culta, delicada y distinguida a la que el doctor Baranda renuncia por no tener el valor de separarse de Alicia. Así muere "a fuego lento", y de ahí el título de la novela.
Valoración
La pluma de Bobadilla es ágil y movida, y hace hincapié en la descripción tragicómica —muy rara en 1903 entre los escritores latinoamericanos— de las extravagancias de un paisaje sumido en soles y humedad que todo lo corrompen. El deseo carnal se respira constantemente y la piel de los personajes exuda una indisimulable barbarie tropical precursora de la narrativa latinoamericana moderna. Escribió sobre todo crítica literaria, artículos de prensa y poesía.
Obras
Verso
Sal y Pimienta, (colección de epigramas) por Dagoberto Mármara (seud.), 1881.
Relámpagos, poesías, La Habana, 1884.
Mostaza, epigramas, 1885.
Fiebres, poesías, Madrid, 1889.
Vórtice, poesías, 1902.
Rojeces de Marte, (poemas), 1921.
Selección de poemas, 1962.
Crítica literaria[editar]
Capirotazos, sátira y crítica, 1890.
Críticas instantáneas, 1891.
Triquitraques, 1892.
Solfeo, 1894.
La vida intelectual I. Batiburrillo. 1895 (crítica literaria)
Escaramuzas, sátiras y críticas, Madrid, 1898.
Grafómanos de América, 1902, dos tomos.
Al través de mis nervios, crítica, 1903.
Sintiéndome vivir. Salidas de tono. Madrid, 1906.
Muecas. Críticas y sátiras, París, 1908.
Crítica y sátira, 1964.
Narrativa
Novelas en germen, 1900.
A fuego lento, novela, Barcelona, 1903.
En la noche dormida, novela erótica, Madrid, 1913.
En pos de la paz. Pequeñeces de la vida diaria, novela, Madrid, 1917.
Libros de viajes y crónicas[editar]
Viajando por España. Madrid, 1912.
Bulevar arriba, bulevar abajo (Psicología al vuelo), 1911.
Artículos periodísticos
Reflejos de Fray Candil, La Habana, 1886.
Con la capucha vuelta, crónicas, París, 1909.
Artículos periodísticos de Emilio Bobadilla, 1952.
A LO LEJOS
Era próspera Francia y sus horas, tranquilas;
sus campos florecientes —¡oh, las rosas de Francia!—;
del ganado, en la tarde, la música de esquilas;
de sus viñas ubérrimas, la báquica fragrancia!
Artística y escéptica, irónica y lasciva,
buena mesa, amoríos efímeros, risueños;
la palabra chispeante, fecunda la inventiva
y no muy cosmogónicos ni muy hondos los sueños!
Y de pronto la horda vandálica aparece:
tala bosques e incendia con furor de maníaco
y el horror la conciencia colectiva estremece...
y tras épicas riñas, en celajes bermejos,
los colores del iris, de un iris elegiaco,
como un arco de triunfo se dibuja a lo lejos!
Septiembre, 1918.
A ORILLAS DEL RÍO
A la orilla de un río, arrastrándose llegan
dos soldados heridos: beben ávidamente;
uno, rota la mano, rota el otro la frente,
y después a una charla candorosa se entregan.
— Yo vengo de Siberia —dice el uno—, me dieron
este fusil. «Pelea del Zar por la grandeza»,
me ordenaron, so pena de perder la cabeza.
— A mí por Alemania, por el Kaiser me hirieron.
— En mi aldea, allá lejos, al Zar yo no vi nunca.
— Y yo tampoco al Kaiser. ¡Miserable labriego,
ya para nada sirvo con esta mano trunca!
— Yo, pobre campesino, sólo aspiro al descanso...
Y del campo en el dulce y vesperal sosiego,
sigue corriendo el río indiferente y manso...
1917.
BÉLGICA
¿Qué pueblo no lucha por sus libertades,
por su independencia contra el extranjero?
¿Qué pueblo no tiene sus heroicidades
y cuál no presume de indómito y fiero?
¿Quién de ser amado o de amar se jacta?
¿No es rutina orgánica la función de amores?
¡La luz en el lago viva se refracta
y no hay primavera sin aves ni flores!
Del valor ¿qué pueblo tiene el privilegio?
¡Y entre las naciones de valor hay pujas
—cosas de chiquillos, cosas de colegio!—
¡Te admiro en aquello que a otros sobrepujas:
en tu dulce Menling, en tu Rubens regio,
en tus carillones, en tu triste Brujas!
1917.
CIENCIAS MAL APLICADAS
¡Vesánicos armados, perseguidos de orgullo,
de furia aniquilante, de afán de predominio;
que en compactas falanges, en infernal barullo,
sembráis con homicida fruición el exterminio!
¡A vuestro paso horrendo de llamas y de truenos,
desquícianse los templos y los bosques se incendian,
hordas que a los vencidos —ya en pedazos los frenos,—
en su inerme abandono, sin piedad vilipendian!
¡La química, la física, la náutica, los plomos,
los gases ahogativos... segando en flor la vida,
han llenado los campos, los pueblos de eccehomos,
y los cielos azules, de siniestras auroras...!
¡Oh, ciencia prematura que has dado sin medida,
al hombre metafísico tus armas destructoras...!
1916.
CUADRO LÚGUBRE
Las frutas amarillas de los árboles cuelgan;
el oro de los trigos llamea en la llanura;
los arados, las tierras estériles no amelgan;
y cual torrente invade los valles la espesura.
Los barcos en la orilla del río cabecean,
el velamen plegado, los remos inactivos;
las chozas solitarias, al despertar, no humean.
Es un mundo de muertos con andares de vivos.
Su curva plañidera de tarde en tarde el gallo
sobre el paisaje alarga, cual soñolienta cinta.
Por los campos no ambula ni un hombre, ni un caballo,
¡Es la guerra, es la guerra! ¡Mientras todo solloza,
bajo una luna en olas de sangre humana tinta,
el hombre en fratricida tragedia se destroza!
1917.
DESOLACIÓN FLAMENCA
Nostálgicas aldeas, campos desiertos
en que vagan de noche sombras de muertos;
esqueletos dolientes de campanarios
ya sin bronces; caminos que son osarios;
praderas calcinadas por la metralla,
—espectro espeluznante de la batalla—;
río que tuvo márgenes y hoy no las tiene
y a beber en sus aguas ya nadie viene;
cocina abandonada sin chimenea
cuyo hogar polvoriento, glacial, no humea;
reló que el tiempo anárquico desampara
cual corazón que un susto de pronto para...
¡Soledad elegíaca del cataclismo
en que habla el silencio consigo mismo!
1916.
DESTRUCCIÓN CONCIENTE
¡Alemania, Alemania, destructora conciente
de pueblos que tu orgullo caquéxicos juzgaba!
Tus huestes desatadas cual hórrido torrente,
cayeron sobre Europa, de incandecente lava!
¡Y sojuzgaste a Bélgica, mutilando sus villas,
a polvo reduciendo sus grandes bibliotecas;
bombardeando sus templos —de arte maravillas-,
y arrancando a sus gentes de dolor crueles muecas!
¡Y la Francia del Norte, la laboriosa Francia,
cayó bajo tu fuego, maltrecha, no sumisa,
y en su agonía retándote con bélica arrogancia!
¡Y en tu fiebre imposible de brutal desvarío,
le cuajaste en los labios a París la sonrisa
y al gigantesco Londres le diste escalofrío!
Enero, 1917.
EL RELOJ DE LA IGLESIA
El río se desangra por invisibles venas
y a veces por lo denso parece que se para.
¡De cuántas sollozantes y ominosas escenas
fué testigo su linfa, ayer tranquila y clara!
Resuenan por las calles monásticas los sables
y proyecta la luna sombras escurridizas:
sombras escurridizas de gentes miserables,
sin hogar y famélicas, las ropas hechas trizas.
Sin cabeza, a lo lejos, maltrecho el campanario,
que vigilaba el llano, sombrío se destaca
y clavado en el muro del templo milenario
del reloj el cuadrante, que se paró marcando
la hora —como en brusca parálisis cardíaca—
¡la hora inolvidable del bombardeo nefando!
1915.
HORAS FATÍDICAS
¡Ni un momento de paz! El sueño, inquieto,
y la vigilia, de temores llena:
todo, amenaza, furibundo reto
que el vivir por minutos envenena!
Batallas sin cuartel en que a pedazos
sucumbe el hombre y en el mar que brota
purpúreo de la riña, abiertos brazos,
—armisticio que pide la derrota! —
Horas cardiacas de violencia y odio:
el bravo, el pusilánime y el fuerte,
rodando van en tumultuoso brodio.
¡Instantes de estupor y horror supremos:
el aire huele a pólvora y a muerte
y sabe a sangre el agua que bebemos...!
Paris, 1918.
ILUSO
Numerosos ejércitos sin piedad se desgarran
a Jesús invocando se persiguen con odio;
los cañones el aire de pólvora anubarran
y sigue a un episodio de sangre otro episodio.
En el hogar luctuoso gime a solas la viuda;
de Dios la pobre madre —de angustia medio loca-
implora noche y día, con lágrimas, la ayuda;
y es un volcán de súplicas inauditas su boca.
Los campos en estepas la metralla convierte;
la industria y el comercio se acaban en un día:
¡sólo mandan los odios, sólo triunfa la muerte!
Y Cristo paz no pone en la humana discordia
y asiste de los pueblos inerme a la agonía...
¡Iluso que creíste predicar la concordia!
Bayona, Septiembre, 1914.
LA ALEMANIA DE AYER Y DE HOY
De pensadora y lírica —en claros días serenos—
te convertiste en pérfida, agresiva y furiosa.
Kant vistió el uniforme, y en óperas de truenos
tornóse de Beethoven la música llorosa!
¿Dónde están tus leyendas, tus baladas de ensueño?
¿Dónde tu metafísica enrevesada y honda?
¿Dónde tus Margaritas de candor lugareño,
de pupilas azules y cabellera blonda?
La engañosa paloma era ave de rapiña
que con su corvo pico y sus garras de acero,
asoló los poblados y esquilmó la campiña...!
¡Adiós, romanticismo de errabundos contornos!
¡Adiós, falso idealismo —pájaro pinturero
cuyas alas de talco quemó Krup en sus hornos!
Mayo, 1917.
SARCÓFAGOS Y CUNAS
Embermejan el aire las fábricas de guerra;
el hierro por el hierro martirizado grita
en las fraguas y tiembla hecha polvo la tierra
en que ayer espontánea brotó la margarita.
Monótonos osarios se han vuelto las campiñas;
los hogares sin lumbre, sin muebles las alcobas,
sin aves los corrales dejaron las rapiñas
y andan sin rumbo fijo las gentes, como bobas.
El bosque roto, negro, decapitado llora
la pérdida violenta de sus hojosas ramas
y ya no tiene pájaros que canten a la aurora...
Las urbes se despueblan comuna por comuna,
por la epidemia extintas, el asedio y las llamas...
¡Por cada cien sarcófagos se fabrica una cuna!
Diciembre, 1916.
SOMBRAS CHINESCAS
Va cayendo la tarde sobre el triste villorrio;
al cañón la campana de vísperas sucede
y en la calma sedante suena un clarín de pronto
que pone en convulsiva dispersión a la gente.
El bosque, de petróleo rociado, arde de súbito;
en compactas falanges, aullando como lobos,
surgen de sus trincheras recónditas, los unos
y con la bayoneta les reciben los otros.
La lucha cuerpo a cuerpo, sin piedad, en el bosque,
que ha llenado de sangre la hierba inofensiva,
se ha calmado: ni un grito, ni un insulto se oyen;
los odios ya saciados, en la mímica escena,
al través de las llamas, en la noche sombría,
espectrales siluetas crispadas se menean.
Bayona, Noviembre 1914.
SOMBRAS ROMÁNTICAS
La metralla tudesca con deleite derriba
vetustas catedrales de histórica prosapia
y en su odio secreto, que la impotencia aviva,
—odio al sol porque brilla— no deja en pie una tapia.
Del fondo de tu ciencia aturdidora y burda,
famélicos parece que salen tus instintos,
y sin que nada —¡nada, ni el dolor!— les aturda,
a tu ciencia retornan en sangre humana tintos.
Ni el resplandor del arte con sus siglos de gloria
ataja la embestida de tu terrible ariete.
No hay lirismo, ni lágrimas, ni tradición, ni historia,
que a su empuje respeten tus falanges atlánticas...
¡Oh sombras venerables de Schiller y de Goethe,
llorad en vuestras viejas sepulturas románticas!
1914.
TODO IGUAL
¡Qué vértigo en el aire, qué aflicción en las almas!
¡Qué huracán de vesania, qué fiebre, qué delirio!
Aspiran los valientes a batir áureas palmas,
las palmas clandestinas de anónimo martirio!
¿Saldrá más acendrada la moral de esta lucha?
¿Será mejor el hombre venidero? ¡Quién sabe!
No es animal aéreo ni terrestre la trucha;
y, voladora siempre, tendrá plumas el ave...
Habrá nuevas costumbres, el lujo, irá en aumento;
viviendas más higiénicas, más orden en la vida;
tal vez menos ideas y menos sentimiento
y acaso sólo sirva de adorno la palabra...
pero esta lucha épica, feroz y fratricida,
no hará de un cardo un cedro, ni un toro de una cabra.
Abril, 1918.
VANITAS!
Imperio poderoso de militar empuje
que aspiras al dominio del mundo en cruel batalla
y no dejas que nadie tu vigor sobrepuje,
so pena de arrojarle torrentes de metralla.
¡Cómo el triunfo te embriaga y tu sable sangriento
da tajos y mandobles sin piedad ni medida!
Agita tus banderas, como una tromba, el viento
y corres a la muerte deificando la vida!
Músicas y festejos, luminarias, banquetes
—apoteosis del daño que tu sevicia fragua—,
y hay arengas y versos y flores y cohetes...
Imperio, de dominio tu ambiciosa quimera
es la grandeza efímera de una montaña de agua
en que el sol de la tarde fastuoso reverbera.
1915.