JOSÉ GANIVET ZARCOS
(Santa Fe, Granada), trabajó como sacerdote obrero en los barrios marginales de Granada y ha estado dedicado durante muchos años a la enseñanza. Ha colaborado en diversas publicaciones de la Consejería de Educación y Ciencia (Tres veladas musicales con Federico García Lorca, 1998, incluido en el libro homenaje con motivo del centenario de su nacimiento, y Breve Historia de Andalucía). También ha colaborado en Nacionalcatolicismo y Formación Clerical en Granada y en Curas Obreros en Granada.
Ha obtenido dos premios de poesía convocados por la Universidad en sus años de estudiante; el premio en el certamen literario de Montefrío (1974), y, más recientemente, el Premio “Cuadernos del Laurel”, del Ayuntamiento de La Zubia (2004), por su libro Resina y Ónice.
Tiene publicados otros poemarios: Ligero con el alba (2005), Tiempo de poda (2006), Apátridas (2008), Vamos a soñar poesía (2008), De hablar conmigo (Ed. Zumaya, 2010)
Colabora frecuentemente en el diario Ideal de Granada y en la revista literaria EntreRíos.
AIRE
Respiro.
Saberme vivo una mañana más.
Gozosa es la conciencia del aire en los pulmones.
Penetra el sol la herida del postigo
y afuera el viento:
ritmo de higuera,
de rosal y de mirto.
Dorado amanecer, cuerpo dorado,
instinto adormecido.
PALABRAS QUE APRENDÍ
De mi padre:
sudor,
yugo,
besana;
cornijal,
almocafre,
hoz,
azada;
umbría,
secarral,
vega,
solana;
bieldo,
tamo,
aventar,
horca,
sed,
parva.
Y el calor del estío,
y el frío de la escarcha,
y a escondidas
también algunas lágrimas.
De mi madre:
brocal,
pan,
alacena;
pespunte,
dobladillo,
sábana blanca;
hornilla de carbón,
ropa planchada;
hogar,
trébedes,
dulces;
regañinas,
caricias,
y a escondidas
también las mismas lágrimas.
Luego aprendí:
brazal,
noria,
venero;
manantiales,
acequias,
caz,
arroyo;
juncia,
chopo,
mastranzos,
alameda;
libro,
adagio,
dolor,
verso,
poema.
Y al acecho, escondida,
esta tristeza.
De Dios aprendí Dios.
De tu boca:
las veces que sonríes.
Y en los días que Dios me deja solo,
tenerte aquí tan cerca.
POEMA 14
Ahora que te has ido
no enciendo más hogueras,
no disfrazo la mesa con manteles
y me nutro de panes congelados.
Tiempo de poda (2006)
De hablar conmigo
Ed. Zumaya, 2010
Síndrome de Sthendal
Cada torre se eleva como un ángel
sobre el puente del Arno iluminado;
como un bosque de ojivas defendido
por efebos con honda y con facas.
Enajenan el alma, sus cimientos,
tanto escorzo de mármol desnudado,
tanto gesto sublime, tanta gracia,
redimidos de tiempo y de torpeza.
Luego miras tus ojos con tus ojos,
los estragos del tiempo en el espejo,
consumida la boca, deshojada,
Y constatas la orina en los portales,
la humedad extendido por los zócalos
y esta herrumbre que anega las calzadas.
En mi vida mando yo
(granaínas)
En mi vida mando yo:
en mi miedo, en mis creencias,
en mi odio, en mi perdón...
Que solo le rindo cuentas
a mi conciencia y a Dios
Si mi tiempo solo es mío,
a ningún otro le importa
la forma como lo vivo...
Prefiero libre una hora
que veinte siglos cautivo.
Dejadme morir tranquilo
mirándola frente a frente,
que para eso he nacido:
para encajar a la muerte
de frente, sin un quejido.
A la vida y a la muerte
(guajiras)
Me gustan por la mañana
el despertar de los pájaros,
el canto de las sirenas
y el crujir de tus zapatos;
sentir que choca mi frente
con la lluvia, con el frío;
que se me empañan las gafas
de vapor, que sigo vivo...
A la vida y a la muerte
me gusta vivir cantando,
que son la cara y la cruz,
y el perfil de un mismo canto.
Recuerda que este nogal
dorado que nos cobija
antes de ser árbol fue
semilla casi podrida.
Que tendrá la vida
(polo)
El querer, Dios y la muerte.
El querer que viene y va;
Dios que en la noche nos hiere
por dentro de soledad;
el tiempo que siempre encuentra
portillos para escapar;
y la muerte, siempre atenta,
que llega sin avisar.
Madre, que tendrá la vida
que aunque sea un rebullir
de penas y fatiguitas
nadie se quiere morir.
Mientras no me faltes tú,
que salga por Antequera
el sol, si quiere salir;
y si no, que no aparezca.
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