Francisco Ballovera Estrada
(1980, Annobón, Guinea Ecuatorial). También conocido como Gutí-Fôgo Badjá Toib, Ballovera es un joven poeta de origen annobonés. Se trasladó a Malabo para cursar estudios secundarios y empezó a escribir poesía. Se inició en el mundo literario en 2001, publicando sus creaciones poéticas en la desaparecida revista cultural El patio (Centro Cultural Hispano-Guineano), y desde entonces no ha dejado de escribir y publicar. Ballovera ha ganado varios concursos literarios, siendo el último de ellos el Certamen Literario 12 de Octubre, que convoca anualmente el CCEM – Centro Cultural de España en Malabo, en su edición de 2013 con la obra El secreto de los libros. Su última publicación es Caminando por África (Madrid, Alianza Hispánica, 2014) con poemas suyos y fotografías de Gloyer Evita.
La poesía de Francisco como ya sabemos y conocemos es una protesta con la situación en la que se encuentran los habitantes del continente bajo la dictadura de Obiang, la impotencia como ser humano de tener una vida digna.
EL RÍO CÓNSUL
De su vasto silencio y suave recorrido,
hoy portal fulminante de dársenas;
diurnas y nocturnas no cesan las faenas;
su principio, su estuario… Mar de ruido.
Las mágicas rutas de tira y flaquea,
nunca cedidas; continúas pregonando
que las aguas hacen ríos, vital líquido;
no de los ríos las aguas, jadea.
Irritante trato hoy en ti sopesa;
exclamas, lloras, oh, Cónsul río…
pues valor y clemencia. Un misterio,
único y nato, el que desde ti espesa.
Los conductos fecales a tu lecho enlazan…
se fingen esquizofrénicos; en ti aún vida habita.
Decid vosotros, hombres modernos; capitán
del desarrollo, si contra alguien tropiezan.
ELEGÍA
A Nelson Mandela.
Hoy llueve gemidos en la tierra
y en el cielo solea la alegría
hoy tu puerta en la tierra se cierra
y en el cielo te abren la verja.
Hoy te ha perdido
maestro, el mundo
mas allá presto de él esperas
para dejar su fuego árido
y seguir tus ensueños y huellas
cuando de repente te has ido.
¡Sí,… ve tú delante!
El angelical cántico
tras de ti va consonante
con son único y alegórico.
Sí, maestro, ve con regocijos celestes
montado a tu caballo blanco.
Ve a descansar con tus grandes reyes
con música, paz sin pánico.
A Dios clamo y sugiero:
Indulte su putrefacta pulpa
que bajo este salguero
no hay quien se desgaje sin culpa.
Lago de Paz
Por mi oscura senda
de espinas, de hierbas
y de baches que he de asfaltar,
y mi desafortunada vida
que la ingrata holgura
de este árbol y de estas ramas
os imperan volver a llenármelas de congojas.
No me importáis vosotras, hojas
y sabed, que pudiera yo exclamar
desde la cima del monte Sanchagü,
Annobón, y deciros con gemidos:
¡Maldita sea vosotras, hojas arbóreas!
Pero me condenaría el misericordioso,
“Cordero Santo”.
De hecho, hoy y mañana
Os estaré anhelando con júbilo:
Un lago de paz, de comprensión,
y una canción mensajera,
que os la canten los niños,
las cigüeñas, las langostas
y la inmensa mar.
Que os la canten ellos.
Vates
Erial de sendas acongojadas
son las nuestras,
vates de todos los siglos.
Donde la tormenta económica,
política y sentimental
nos azota por igual.
Tú, gentil alma gemela mía
de largo viaje hasta aquí,
cuando un día entre tus plegarias
y plumas nazca un espíritu místico
para implorar por nuestras almas,
dígale a Dios, por piedad:
Soy un vendaval.
Doy gracias a Dios, por castigarme de mis caídas voluntarias
y por premiarme de mis actos benévolos;
doy gracias a mi Annobón, por esperar de mí
y por permitir ser yo su hijo;
doy gracias a mi África, por no desgajarme de mi cruda tradición;
doy gracias a los dioses, por acudir a mi encuentro cuando les invoco;
doy gracias a ti, amigo mío, por ser tú mi amigo;
doy gracias a mi principio, idiosincrasia,
dignidad, templanza… por permitirme ser como soy;
doy gracias a ti, viento del sur
y del norte, por barrer a vuestra suerte las mentes nefastas
que obran en vuestros territorios;
doy gracias a ti, naturaleza enigmática, por no dejarme saber
de dónde vendo ni hacia dónde me iré;
… y en efecto, otra vez, amigo mío, te doy gracias por quererme como soy.
Annobón de Hoy
Annnobón de carreteras
y Annobón de puertos.
Annnobón de lujosos hoteles
Y Annnobón de emblemáticos pisos.
Annnobón de aeropuertos
y Annnobón de puentes.
Annnobón de uvas, bares…
y Annnobón de bodegas.
¡ Ay, Annobón de hoy:
Annnobón sin colegios,
Annnobón sin bibliotecas,…
Y Annnobón sin hospitales!
Esta desolada tarde fría, la mía,
cuando las gaviotas vuelan
Y vuelan hacia mi lejano sur de seco sol
e invade en el fondo de mi alma
melancolía y arduo dolor
por lo distante que te tengo, amada tierra,
es cuando más me duele.
Allá, en su más frondoso bosque verde;
Allá, en sus fértiles fincas lejanas y cercanas;
fincas trabajadas también por aquellos
que hoy sus espíritus merodean en alto de los montes y bosque.
¡Ay, mi Palea, no sabes cúanto me duele esta nostalgia!
Annnobón, Annnobón…
Amada tierra, qué bien saber
que te debo mi conciencia,
qué bien saber que te debo mi alma y mi espíritu
y qué bien saber que te debo,
en suma, lo que soy.
Pues congojas y llantos no cesan en mis ojos,
ni en mis labios por tu rostro de hoy;
¡Ay, Annnobón!, cuántos anhelos y añoranzas
de tu ayer semblante me llena el alma de orgullo.
Annnobón de ayer y de hoy;
Ojala volvieran a estas tierras
las almas huidas ayer a los montes y bosque
para ver y contemplar esta tempestad…
lo juro, amada tierra, no se lo creerán.
El canto del gallo
Vate de diplomas
y de comercio no soy.
Sé que mi cantar
de un espíritu benigno procede.
Cuando tenga que partirme
con cabeza bien alta me iré.
Que el canto de gallo,
no tiene precio.
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