JOSÉ MARÍA BARROSO-ARRIETA
Nació en Manila, Filipinas aunque de abolengo español. Abogado por la Universidad de Manila. En esta ciudad, muy joven, comenzó a actuar de periodista en «El Comercio» y otros diarios españoles. Alrededor del cambio de dominación vino a España, fijando su residencia en Barcelona, donde ejerció con lucimiento su carrera más de veinte años.
CONSUMMATUM EST...!
¡Qué dulcemente en el eterno sueño
que en flor segó una vida sin agravios...!
La pálida escarlata de tus labios
que el rocío del alma humedecía,
los santos clavos del sagrado Leño
tenuemente teñía.
Contemplando tu faz agonizante,
contemplando impotente que arrastraba
mis venturas la Muerte en su fiereza,
«¡En tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu...!», clamaba
trémula de estupor
mi voz desesperante.
Dulcísima rendiste la cabeza
consumando espantoso sacrificio;
a la gloria ascendiste con presteza
para empuñar de la virtud la palma,
dejándome en el alma
mortal tortura, aterrador suplicio...
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Tus despojos después enriquecieron
próvidas flores que en cercano día
en ánforas tus manos dispusieron,
las mismas que en tus últimos delirios
impetrabas la amable compañía.
Y verbenas y anémonas y lírios,
llenos de excelsitud y de poesía,
rociados con mi llanto
fueron contigo, ¡Emula! al Camposanto...
ESPIRITUALIDAD
Me prestas la sonrisa encantadora
que el pecho desgarrado necesita
para aplacar los ayes que vomita
del terrible dolor que le devora.
De nuestro amor el ánsia arrobadora
que fluya eternamente Dios permita,
feliz en tu alma en la Mansión bendita,
triste en mí en esta Tierra engañadora!
Por eso le suplico reverente
que no falte jamás luz en la mente
para que en ti se fije el pensamiento;
en el habla, calor para ensalzarte;
y fuego abrasador, encendimiento
vivo en el corazón, para adorarte.
EL EUCALIPTO DEL PANTEÓN
¡Mirtácea esplendorosa...!
¡Quién pudiera en tu médula inyectar
la esencia misteriosa
del alma tormentosa
que no ha podido el llanto debelar!
Tu estrenua arboladura
gallarda y rígida se yergue al pie
de sacra sepultura
que guarda la armadura
de la verdad de mi amorosa fe.
Tu fronda balancea
temerosa, y las hojas ven lucir
cuando el día febea,
la líquida presea
que ha de absorber la tierra al efundir.
El pétalo minúsculo
ufana ostenta tu plateada flor,
y al brote de su súrculo
más vivo en el crepúsculo
en declinando el sol dominador.
Exhala tenue esencia,
que es plegaria que envuelve, al descender
hasta la Omnipotencia,
lamento y asistencia,
primera lágrima, efusión postrer.
¡Eucalipto arrogante
que erguido impávido junto al panteón
despliegas fascinante
tu fronda murmurante
y embalsama tu nívea floración;
cipo fúnebre; estela
que Natura levanta a la virtud;
superno centinela
que siempre, siempre vela
de mi amada la frígida quietud;
mirtácea esplendorosa...!
¡Quién pudiera en tus fibras inyectar
la esencia misteriosa
del alma congojosa
que no ha podido el llanto debelar!
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