JOSÉ RAMÓN FREYRE
Nació en Mayagüez, en el año 1840. Murió en 1873. Su padre (hijo del general Freyre, de noble abolengo portugués y héroe de la famosa guerra española de la Independencia contra las legiones de Napoleón I) ejercía en Mayagüez el oficio de platero, con muy escasos recursos. Por esta causa no pudo alcanzar José Ramón más enseñanza que la de primeras letras, y en las horas que la escuela le dejaba libres ayudaba á su progenitor en los trabajos de aquel oficio.
Las energías humanas de la vocación en lucha constante con las dificultades del medio económico y social, ofrecen en la vida de don José Ramón Freyre un ejemplo digno de estudio y de meditación.
Desde muy temprana edad se fué desarrollando en él una gran afición á la lectura y al estudio, y solicitaba con frecuencia la cooperación y el consejo de los hombres doctos, especialmente la de su maestro y amigo don José Ma. Serra, un dominicano inteligente, emigrado de su país por causas políticas, que ejerció en Mayagüez, durante muchos años, la enseñanza y el periodismo. Así se fué desarrollando y nutriendo la inteligencia de Freyre hijo, sin menoscabo de su labor diaria en el taller del padre.
Las primeras aficiones literarias que en José R. Freyre se despertaron, iban preferentemente hacia la forma poética. El verso era su encanto, y la colección de sus primeros ensayos forma un abultado tomo, que conservan sus hijos con noble y legítima estimación. Pero como él aspiraba á ser actor en la lucha que ya por entonces se iniciaba en favor de las reformas del régimen colonial, trató de ejercitarse también en la prosa, como instrumento más apto para la lucha diaria de las ideas. Hizo su primera tentativa de escritor fundando un pequeño periódico, que circulaba durante los entreactos en las funciones teatrales. Se titulaba Los Gemelos, y se hizo notar bien pronto por lo ingenioso y urbano de su crítica, y por la gracia y novedad de sus observaciones.
En el año 1870, cuando se organizaba el partido reformista portorriqueño al calor de las ideas democráticas de la Revolución española, los reformistas de Mayagüez eligieron á Freyre para la dirección de un periódico que propagara y defendiera en aquella ciudad las ideas y los intereses de su partido; y en ese periódico, que tuvo por nombre La Razón, se pusieron en evidencia las grandes dotes de escritor de aquel inteligente joven.
Baldorioty de Castro, en su periódico El Derecho, calificaba á Freyre de "concienzudo publista," y añadía que "ningún otro escritor del país había sido más recto ni más firme en la defensa de la Justicia y la Libertad."
Era, en efecto, un periodista excelente, que supo conservar en medio de las más ardientes luchas un lenguaje digno, mesurado y cortés, un aplomo completo y una dialéctica admirable. La abolición de la esclavitud tuvo también en Freyre un esforzado y constante paladín. Llegaba hasta el heroísmo en el cumplimiento de sus deberes políticos y en la defensa de su dignidad personal; era muy agradable y ameno en su trato, y en el seno de la familia era un constante modelo de ternura y amor.
Murió en 1873, en lo más florido de su juventud, y cuando la República española había libertado ya los esclavos de Puerto Rico, y concedido amplias libertades políticas á todos sus habitantes.
Es de lamentar que los trabajos periodísticos de este escritor no se hayan coleccionado, pues si como expresión de ideas y manifestación de luchas de otra edad carecen de aquel interés palpitante que tuvieron en su origen, siempre hubieran servido como buenos modelos de discusión política, de urbanidad literaria y de bien decir.
La siguiente composición poética fué escrita por Freyre en los primeros años de su juventud.
EL LAÚD
FANTASÍA
Al Supremo Hacedor de lo creado
Dirigí fervoroso mis cantares,
Pidiéndole calmara los pesares
Que desgarraron ¡ay! mi juventud.
Y el Sumo Ser oyóme con agrado
Y conmovióle mi cristiano acento;
Y mitigar queriendo mi tormento,
Del Rey Profeta me cedió el laúd.
Instrumento dulcísimo y sonoro,
De madera del Líbano formado,
Con dibujos magníficos grabado,
[140]Embutido de nácar y marfil;
De sus cuerdas finísimas de oro
Salen acordes de sonidos suaves,
Semejantes al cantó de las aves
Cuando alegres recorren el pensil.
Ese laúd será mi compañero;
Con él he de marchar en mi camino,
Y doquiera me lleve mi destino
Sus cuerdas armoniosas vibraré.
Ora cruce resuelto erial sendero,
O de verdura un valle delicioso;
Ora esté en la mansión del poderoso,
O del mendigo en el hogar esté.
Pulsaré mi laúd con valentía,
Que en ello cifro mi ventura sólo,
Y como alumno del divino Apolo
Él me dará su sacra inspiración.
Y el mundo admirará mi fantasía
Al comprender el fuego de mi mente,
Y sin cesar esperará impaciente
Que salga de mis labios la canción.
Pero no esperará: porque fecundo
Prodigaré los cantos á millares,
Y armónicos los ecos, tras los mares
[141]Repetirán los sones del laúd,
Y sumergido en éxtasis el mundo
Al escuchar las voces del poeta,
Como calmó á Saúl el Rey Profeta
Yo calmaré del mundo la inquietud.
Cuando de fama me contemple rico,
Yo buscaré á mis padres afanoso,
Y obediente, sumiso y cariñoso
El báculo seré de su vejez.
Y á mi patria feliz, á Puerto Rico,
Arrullaré cual cumple á mi deseo,
Y de mis lauros el mejor trofeo
La sien adornará de Mayagüez.
Y al dirigirme á la mujer que adoro,
Al ángel tutelar de mis amores,
Envidia me tendrán los ruiseñores
Que no podrán mis cantos igualar;
Y los querubes del Castalio coro
Atónitos oirán mi melodía.
Cuando llame á esa hermosa prenda mía,
Mi Dios, mi bien, mi cielo, mi ideal.
Por la virtud sublime y bendecida,
Por la amistad, que enlaza á los humanos,
Siempre dispuestas estarán mis manos
[142]Para tañer las cuerdas del laúd.
Y en recompensa, al acabar mi vida
El Universo admirará mi gloria:
Mi humilde nombre guardará la Historia,
Y adornarán laureles mi ataúd.
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