María Guadalupe Morfín Otero
María Guadalupe Morfín Otero es abogada y maestra en letras.
Nació en Guadalajara, México a finales de 1953.
Estudió un año de teología en la Universidad Gregoriana de Roma, la licenciatura en Derecho y la maestría en Literaturas del Siglo XX en la Universidad de Guadalajara. Hizo un diplomado en Derechos Humanos.
Colaboró hace años en la fundación del periódico Siglo 21 en Jalisco y ha sido editorialista en Mural, del grupo Reforma.
Fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco del 28 de abril de 1997 a la misma fecha de 2001.
En 1999, fue candidata a presidir la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; declinó para concluir su encomienda en Jalisco.
Tiene dos poemarios individuales y su obra ha aparecido en antologías en español, inglés e italiano y en suplementos y revistas literarias. Está por aparecer su libro de poemas Mansos diluvios, de la editorial Arlequín. Ha participado con ensayos en libros colectivos como Sentimientos de la Nación, de Luis H. Álvarez et al. (Ed. Jus, México, D.F., 2000); El voto de las mujeres, compilado por Sara Lovera y Xoloxóchitl Casas (Plaza y Janés, México, 2003) y en el libro Gritos y Susurros. Experiencias intempestivas de treinta y ocho mujeres, coordinado por Denise Dresser (Grijalbo, México 2004).
Es miembro de la Academia Mexicana de Derechos Humanos. Se ha dedicado a divulgar temas de derechos humanos en ámbitos académicos y sociales. Ha publicado en libros y revistas especializadas. Ha sido profesora invitada por el
Instituto Interamericano de Derechos Humanos y por otras instituciones como la Comisión Europea para dar conferencias y cursos y participar en foros y misiones de observación en San José Costa Rica, El Salvador, Lima, Quito, Barcelona, Panamá, Tijuana, San Luis Potosí, Guanajuato y, por supuesto, en Guadalajara. Ha sido consultora de organismos de cooperación internacional para evaluar proyectos de impacto en derechos humanos en Guatemala, y en México ha brindado asesoría en el mismo tema a instituciones públicas y privadas. Ha sido parte del Consejo Consultivo del Programa de Dinamarca para los Derechos Humanos para Centroamérica (Prodeca) en el área de Administración de Justicia. Fue candidata externa a una diputación federal plurinominal por el partido México Posible.
En octubre de 2003 fue nombrada Comisionada para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Su último poemario publicado, ''Tiempo de Plantar Olivos'' (Arlequín, 2012).
Poema para el agua del desierto
¿De dónde, si no del desierto
esta agua limpísima
nobleza de la escasez
este incesante flujo de un manantial
que pocos adivinan?
¿A medida de qué estamos hechos
a imagen de quién?
¿No era ésta la tierra del abrigo
el refugio de los perseguidos
el último contacto con lo familiar
al lado sur del río, la entrada
a la blancura mítica de las arenas
mecidas sierra abajo por un viento
que nunca termina de peinar pedruscos?
¿No era de aquí el vigor
del último pecho erguido de la patria
el postrer filón de una dignidad
de laboriosa pobreza
empeñada en arrancar sombras de árbol
justo allí donde sólo crece
el silencio infinito de una estación sedienta?
¿Qué no pasaba por aquí un tren
de ida y vuelta
en cuyo chirriar se oía
el rumor del diálogo
entre los pueblos del norte y los del sur?
¿No era ese el río metálico
donde la luna rielaba su pasaje
de viaje y tolerancia?
¿No era acaso nuestro el río?
¿Y cuándo y por qué
comenzó a llenarse de sangre
la hora del crepúsculo
el suave balar de las ovejas
en espera del rito?
¿Qué conjunto de trampas fue preciso
poner a la femineidad
y qué señuelos
qué cuentas de cristal
cuántas promesas y cuentos de oropel
cuánta oferta de “se busca señorita”
“vacantes” “medios turnos”
cuánto engaño:
“transporte” “guardería” “salario”
“prestaciones” “becas” “alimentos”?
¿Y qué pasó con los niños, di,
quién les contó los cuentos
y qué mano les puso un manto encima
para el frío
y por qué este silencio de los hombres
este hacerse a un lado este rencor
este cáncer de callar dolores
y la grieta en la piel por sofocar el grito y el reclamo.
Se están llevando a tus hijas
¿No dices nada?
¿Eso te han enseñado?
Y quién te dijo que los hombres no lloran
¿quién?
Porque, mira, esta agua limpísima
que da alivio a mi cuerpo
no viene del desierto
ni de ocultos manantiales
es el llanto de todos los que lloran
en esta larga noche
mientras otros afilan su impotencia
y salen, rabiosos y ebrios,
tras su cacería de ovejas.
Aquí no se oye ladrar a los perros
aquí, entre el lote baldío y el deshuesadero
sólo gime el viento
y alguien carga y viste
una a una a las niñas
que luego aparecen y nos dicen
que nada será en vano
nada
ninguna lágrima
ninguna.
Ciudad Juárez, 18 de diciembre de 2003
Llueve
Con olfato de fiera en el exilio
con lastimada estampa
en la ebriedad del tropiezo
comienzo, mi ciudad, mi canto:
es tiempo de aguas.
Tus pájaros acampan a mi sombra
y a ninguno hago daño.
Soy la que ha mirado y no ha mentido
soy la otra de ayer cuando oteaba
en alegres manadas de liviandad del viento
y celebraba las estaciones pródigas
de la lluvia de oro y la jacaranda.
Conozco los eucaliptos de mis pasos
y las veredas de los arrayanes
con el instinto de la memoria.
La danza sigue intacta en mi cintura
pero camino ya en las puntas del sueño.
Me despido
del barro perfumado y la cantera
que gotea por las noches del verano
su libación de piedra enamorada.
Por estas calles mi abuelo iluminaba
los ojos de los ángeles, tan alto era.
No eran flores sino prismas de oro
lo que él y mi padre coronaron
en las atalayas y las torres.
Las cúspides libraban con la nube
una batalla de altura.
Sosegaba el día los naranjos
del patio de mi abuela.
Mamá era apenas inventada
en el corazón de Dios.
Amanecía sobre las cúpulas del alma
y aquí se conocieron y se amaron.
Con olfato de fiera en el exilio
con la sangre encendida por un saxo
que no termina nunca de llorar
lluevo ante mí los ritos del despojo.
Los rayos han cesado y dulcifica
esta víspera de día feriado
el tintineo del agua.
No hace falta llorar, todo está húmedo
y llueve y tiembla la piel con el instinto
y reconozco y canto
la daga en la garganta
la verdad de lo justo, la memoria
de la miel que transita en estas plazas
y la despertenencia inevitable del desnudo
desleído y devuelto a la tierra.
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