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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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CAROLINA QUINTERO [16.990]

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Carolina Quintero

Costa Rica, 1989.  Formó parte desde el 2006 del taller literario Netzahualcóyolt.  Algunos de sus poemas aparecen en el suplemento La MalaCrianza del Semanario de la Universidad de Costa Rica. Publica su primer libro Pequeña muerte en el Ártico (editorial Perro Azul, 2010) como parte del proyecto Poeta Joven. Participa  en el 2011 en el VIII Encuentro Internacional de Escritores de Costa Rica. Ha participado en los últimos años en el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica. Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano.  Es egresada de la carrera de medicina de la UCR. Ejerce como médico en su país.



Estos son los 5 hombres de mi mano/
animales de movimientos rápidos lentos/
húmedos de mi sexo.


Los sonidos de mi noche son murmullos de tu dios

Danza de las cuatro estaciones

I

Hacés malabares con mis días,
bajo la mesa construyo castillos
con barajas que no quisieron leerme.

Ignoraba tu devoción por los finales.
Hace tanto me sujeté de tu ropa,
quedó tu piel entre mis brazos.

Si deshojé el amor fue para cautivarte.
Hoy sólo recorrés las líneas de mis manos.

A pesar de los gritos del mundo,
edifiqué un templo en tu nombre.


II

Ignorás las blasfemias que lanzaste al crepúsculo.
Me deslizo en las rendijas de un bostezo,
cansada de que no recordés nada.

Sólo una vez sentí cada fibra de mi cuerpo
explotar en latidos,
vos que observabás mi rostro contraerse:
sabés ahora la forma del deseo.


III

Por esta danza no pude esconderme,
destruir las montañas de nieve
que ocultan la otra parte de la muerte.

Arrasté el infortunio entre mis piernas,
fui mordaza en tu boca;
un corazón que nadie descubrió en el pecho.

Las pirámides que honraban mi pureza
esconden la noche.
Mis manos se desgranan.

Nada queda bajo los puentes,
ningún secreto en las columnas.


IV

Es inútil ser otro habitante de la noche.
De nada me sirve naufragar desnuda
y a tientas por la calle.
Fierecilla que no logra cazar en las tinieblas.

Es inservible disfrazarme de otra,
me encontrás siempre en tus lugares.
Escribo direcciones sobre tu cuerpo
para que no me perdás.




I

“Porque es preciso que no estemos tan solos”
Julio Cortázar

En la ciudad de Osorno
reconocí tu olor en mi ropa.
Nunca terminaste de huir.

          ¿Qué puedo decir de la esperanza?

Hoy descubro olores sin dueño. 
Digo de la vida lo que vos decís de la muerte.

Aseguré tantas veces que me mataría 
                                                  ya nadie me cree. 



II

“Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad”
Julio Cortázar

En la ciudad de Osorno
cuentan que el mismo hombre me viola.
Él sólo se acuesta conmigo 
para arrancarme la pena. 

Busco la esquina donde hice el amor 
bajo un techo enorme.
Hace años este fue mi lugar;
hoy no sé donde estoy. 

Encerrada en este cuero de animal
resistí tantas veces acertar tu nombre.

Sólo tengo la certeza
                    de que la muerte viene en algún barco.


III

“Arráncame esta cara de infame.
Oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.”
Julio Cortázar

No creo que me faltés en la cama, 
juro que nunca estuviste.

Después de todo el tiempo del mundo,
mi único cambio es el cabello corto. 
Lo demás permanece constante;
                                        no sé en donde soy la misma.

¿en qué palabra quedé tartamudeando?
(el horror se lleva por dentro).

Evito que te me incrustés
Aunque lo hagás 
(creer que soy tierra          y vos mi único dueño).

Todo lo que he pensado se oculta.
Dejo de ser;
me predico absoluta cuando no estás.

A las puertas de esta ciudad
grito tu nombre.



En cuatro partes

I

Las cerámicas se revientan. Hoy se llevan mi cuarto por la ventana, con tus fotos de hace un par de décadas y este espacio en que mi cuerpo estuvo solo.

Nunca he tenido sexo en mi cama; ella lo resiente y vos también.


II

Ayer se hizo un tornado que duró unos segundos. Las ramas se movían furiosas. Todo desaparecía y empecé a llorar.

Los tornados son hermosos. Yo estoy desnuda.


III

A nadie le preocupa la desnudez, ni esos claroscuros que se observan durante la noche. Siempre quedo dormida mirando las cosas; esperando su movimiento.

Mi cuerpo se deshace, ya no me juntás y el piso tiene grietas.


IV

Vos has esperado días como señales, que muestren hacia donde hay un lugar con menos tráfico. Yo he sentido estos días como una advertencia hacia el desastre; como una señal que indica ALTO y no me detengo.




Cuando tu sexo me haya dado todo cuanto podía,

despertaré luego de vos, en otro sitio.



I

Al otro lado de la puerta
alguien muere
y ya no somos unos niños.
Yo escucho la voz
de hijos que no tuvimos
(Desnuda,
intenté escapar de la casa
muchas veces
y caminar hacia mis muertos).


II

Ahora,
encierro tu cuello entre mis manos
y no sentís
(todo es perfecto).
Permanezco luego quieta sobre la cama
durante horas
y es así como imagino la muerte.


III

De mañana
no nos quedará ningún nombre.
Sólo el silencio de las aves
cuando vuelan tristes
y su manera de estrellarse
contra mis ojos abiertos.





“Sólo que hubo lágrimas”
Arundathi Roy


Cierro los párpados
y hay una película
de cuando vos te moriste
y se acabaron
todos los cuentos y fábulas;
yo siento el peso inimaginable
de las cosas,
mi piel se desprende de los músculos
y quedo envejecida.

Me encuentro en los trozos de alguien
que muere cada noche.
A veces todo es tan triste
como sus uñas negras y duras.

Quito las hojas de los árboles
luego sus ramas,
sólo queda el tronco
y las raíces que arden:
entonces el humo sube
y nos entra en los ojos.

Hoy estoy al otro lado de tu boca,
del lado que no besa ni habla;
del mismo lado
en que están los ojos
cuando no ven
ni giran vertiginosamente
en medio de la noche.

El tiempo deja de caer
y se derrama la arena
de todos los relojes antiguos
y el agua de las lágrimas
y de los sexos
(de los que bebimos
hasta dejarlos secos).

Ya no hay ruido de trenes,
tampoco hay luces
en el cielo oscurecido.
A veces ya no hay nada;
sólo un ojo
del tamaño de todos los ojos,
que para mantenerse abiertos
desgarraron sus párpados
y aún tienen sangre.
Aunque la sangre no existe
y vos dirías que no es cierto
que lo vería a la mañana siguiente;
y yo diría
que la mañana siguiente
es una bolsa de insectos
o de sus alas
que se lanzan contra el auto.

Cerramos las ventanas
y la lluvia cae
como un paredón de cemento.
Entonces dibujamos en los vidrios
cosas atroces
para que nadie nos siga.
Todo lo que escribimos se quiebra
y acaba en un cajón lleno de muerte.

Aunque la muerte no existe;
sólo cosas que se le parecen
y se acaban,
como lo profundo a lo que llegas
cuando entrás a mi cuerpo
buscando llegar a otro sitio
(un lugar que está siempre demasiado lejos)
y demasiado lejos es un sitio
al que no sabés llegar.





  











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