Adam Gai
Nació en Argentina y vive en Israel. Es Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Letras por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue catedrático de literatura española y latinoamericana en la Universidad de Tel Aviv y en la de Jerusalén. Ha publicado, entre otros, artículos sobre la narrativa de Anderson Imbert, Bianco, Bioy Casares, Borges, Carpentier, Cervantes Cortázar y Piñera.
Cuentos suyos han aparecido en diversas revistas digitales y en las antologías Grageas (Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 2007), La monstrua: Narraciones de lo innombrable (Vavelia, México, 2008) y Otras miradas (Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires 2008). Sus comentarios y artículos sobre cine pueden leerse en las revistas electrónicas filmsdefrance.com, cinecritic.biz., etc.
http://www.adamgai.com/miscelanea
En el bar
Dos sillas blancas, de madera,
mirándose frente a frente,
separadas por una mesa de tapa blanca
sostenida por un caño fino
que no las deja tocarse,
sólo mirarse
impasiblemente, inevitablemente,
a menos que alguien venga
y las mueva o se siente
en una de ellas y entonces
el alivio de liberarse
de esos ojos blancos que ni siquiera
pueden cerrarse o mirar hacia otro lado.
Alguien acabará por levantarse,
acomodar inescrupulosamente
la silla usada frente a la otra
y ellas de nuevo mirarse con la mirada
de madera, fija, blanca, ineludible.
En Metula los pájaros no temen expresarse
las ruinas drusas se niegan a envejecer
las banderas de la independencia se olvidaron de guardarse
hay una calle para caminar solo
una llovizna para asustarse un instante
una frontera para recordar
restoranes que se alimentan de fábulas de pioneros sin alternativa,
la luna no compite con las estrellas, se tienden la luz
los perros no hacen caritas a los turistas
los hoteleros sonríen con fuerza
el silencio se calla demasiado
la piscina pública cuida su privacidad, también el cajero automático,
los paisajes son desvergonzados
el Barón dejó aquí también la marca de su zapato,
las líneas blancas de estacionamiento esperan incansables
los tractores conducen tailandeses inmaduros
en el almacén del pueblo suena una campana atenta que no llama a misa
la reflexión puede volverse penosa, tal vez precisa
los chicos venden limonada a nadie que pasa
los poetas pasan más rápido que las aves migratorias
las montañas se quedan respirando.