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JUANY ROJAS CASTRO [14.681] Poeta de Chile


Juany Rojas Castro

(Pedro de Valdivia, Desierto de Atacama, Chile; 1953). Poeta. Publicaciones: Las magias perdidas (1994), Quehaceres (2006 y 2010), Espejismos en la Pampa (2007), Ofidios (2013). “Quehaceres” fue Mención de Honor del concurso nacional Stella Corvalán (2004); su “Retrato de la calle” es segundo premio en “Reunión de voces” –encuentro internacional de poesía, Bs As (2010). Obtuvo el primer premio en el concurso de poesía ‘Tegualda Pino Berríos’, Curicó (2013). Es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile. Reside en Santiago de Chile.

Nací en pleno Desierto de Atacama, Chile, en un pueblito aislado de la ciudad. Aquí se les llamaba “oficinas salitreras”, pues surgieron con el objetivo de explotar la minería del salitre.
Hoy es un pueblo fantasma, abandonado, como casi todos los que surgieron en esa época. Una vez al año, para su aniversario, “se abren sus puertas” y muchos de los que vivieron ahí van a visitarla. Se reabre la parroquia, el teatro, la escuela… se hace un acto oficial con autoridades, músicos, etc. es muy emotivo. La casa en que viví aún permanece, a pesar de los desmantelamientos, pues se han robado casi todo.
Viví allí hasta los once años y fui tremendamente feliz. Jugué mucho con mis hermanos y los niños del barrio. También aprendí a gozar del silencio y la soledad recorriendo el desierto en bicicleta (que arrendábamos, pues no había dinero para comprar). Aprendí a leer en un libro que se llamaba “Lea” y en el cual había mucha poesía, entre ellas, de Gabriela Mistral.
Después nos fuimos a una ciudad de la zona central de Chile, Curicó (“Agua negra”, en mapudungún) donde conocí los inviernos lluviosos y el éxtasis del campo con sus ríos, sus frutos y su gente sencilla.
A los dieciocho años tuve que emigrar a Santiago para estudiar en la universidad. Fue traumático: tanta gente, tanto smog, tanto apuro, tanto ruido, tanto cemento… tanto dolor después, con el golpe militar y tantos años viviendo con el miedo y la represión.
No volví a vivir a la provincia, me quedé en Santiago. Me casé, tuve dos hijos hermosos, a los que crié prácticamente sola pues me separé cuando eran muy pequeñitos.
Escribo desde los doce años (mi primer poema se llamó “Cielo” y surgió por la nostalgia que sentía al no poder ver el cielo nortino, con sus rojos, violetas y anaranjados).

En mi poesía hay entonces, influencia de mi vida en el norte de Chile (…el desierto, es un diamante herido…), del campo y la provincia (Con la intuición de la tierra/reencontrar el bienestar/en la agreste humildad del verde…) así como de la gran ciudad y su locura (de cartón piedra/se va haciendo el hombre/en la indiferencia de la calle).

Adoro la vida y esto no quiere decir que no haya tenido dolores. Los he tenido, y muchos, sin embargo soy una agradecida. No busco grandes respuestas a la existencia, la respuesta la encontré en los detalles del día a día, en lo cotidiano y lo sencillo, donde palpita una perfección que me conmueve, a veces hasta las lágrimas, como cuando “caigo en éxtasis” al ver la cordillera nevada. En fin, me fascino con la creación entera que implica a nuestro planeta y al hombre, un ser con cuerpo, mente y alma conviviendo juntos en un mismo trayecto.
¿Cómo no agradecerlo y no disfrutarlo?


DESIERTO DE ATACAMA

Mi amado
No olvides que en la ausencia
mi obstinado espíritu deambulará tus soledades
Me sentirás por las noches
camanchaca apegada a tu piel
largo y húmedo beso bajo sábanas negras
El frío más frío sellando nuestras bocas

En la insolencia de tus mañanas estaré desnuda
extasiada y fundida en cada sinuosa línea 
que da relieve a tu cuerpo
y define la intención de tu mirada

Mis ojos serán pájaros sobrevolando tus eriales
aves de rapiña escudriñando la muerte:
no vaya a ser que también pretenda los recuerdos
que aún ríen en tu memoria

En el triste mecer de tus pimientos
cantaré mi llanto
sembraré  ánimas vivas  en sus venas
y seré el más largo
y desconsolado
grito

Y en tus cementerios
desteñida flor de papel crepé
recostada en cada tumba
abrazada a cada muerte





Espejismos

Húmedo en mi cara el viento salobre
susurra lejanas voces
remotos espejismos en mi oído
No sé qué hace el canto de un gallo
en esta mortandad
en este salitre que carcome
Será que escapó de mi infancia
o que ahora yo anido en páramos irreales

Quizás ambos sólo seamos
sueños sobrepuestos
dibujos
sobre sal

(de “Espejismos en la pampa”)





Ofidio de tierra

Terrenal
me declaro
agradecida por la expulsión
del jardín milenario
Ángeles me conducen al Edén de esta tierra
sacra
profana

Sibarita
me declaro
malvada
por saborear sus frutos
santificados en la lujuria

Sibila
no viviré otra vez
no hay más tierra para mí
engarzada al universo
en voluptuoso y continuo espiral

Carnal
no sé sino enrollarme suave
sobre el espejo de sus ríos
hurgar el calor que emana de sus volcanes
y entregar mi cuerpo
al éxtasis
de pernoctar en su geografía

(del libro “Ofidios”)






La prisa

Este pasar
rozando los instantes
sella la tapa y contratapa de las horas
Las vuelve apenas
un boceto del día

(del libro “Retratos De la calle”)





La luz 3

Como en las uvas
el dulzor
se hizo mancha y desperdicio

Son los pájaros de la luz
que a picotazos
desgranan
las horas
la vida






DESGRANAR

Desgrano
arvejas habas frijoles
Me aventuro en abrir esa intimidad
templo de las semillas
Respetuosa en la sagrada penumbra
de su puerta de dos hojas
palpo el secreto lenguaje de la tierra
engranado
en verde ternura
colorado alborozo
amarillo quebranto

Infinitos granos
colmando
sabiamente
el plato de la vida






Del libro “Quehaceres” (2006)



SEMBRAR

Hundir las manos en la tierra
como una intrusa
en su intimidad de raíces
Desgranarse
enloquecida de semillas
Sobre la humedad
La pubertad de los tallos
el aroma oculto

Mudar los bulbos
también el cuerpo
Sentirse en floración





ZURCIR

Con finísimo entramado
disimular las trizaduras
con el rimel
en las pestañas del sollozo
el carmín
en las hilachas de la risa
y en los tacos
taconeando
cual rojas agujas
sobre el desgarro
desoladas
y moribundas
agujas





LA CAMA

De fina madera
y distinguido adorno
o común
a la moda
en una hamaca
o improvisada en la calle
la cama
es mujer
se abre para amar y parir
enmudece en la pérdida
campanea en el gozo

se desgarra en el costado del que sufre

Mi cama

hacerla
para deshacerla
como la vida

Íntimo envoltorio del sentimiento 




PLANCHADO

Estirar la ropa
la vida
con llamas de carbón encendido
Reconocerse en las arrugas
en el vapor que se desprende
del intento por obviarlas
Doblar la tristeza
y desplegar el goce de estar vivo




OVILLAR

Desde un extremo al otro
en medio de una conversación
o de una soledad
ovillar madejas como al azar

Bajo el desgarro encogerse
acurrucarse en la tibieza de un regazo
extasiarse en la curvatura
que enrolla dos cuerpos

Ovillarse para nacer
a cada respiro tirar la hebra
imperceptible
desovillándose
para morir







Del libro “Espejismo en la pampa” (2007)



REMOLINO

Me tejo a la soberbia de los remolinos del norte
a su rugir que enmudece
Sobreviviente de los cementerios anónimos
sólo tierra me elevo en la ciudad
zurcida al aire en lengua singular y salvaje

polvareda indómita bajo el látigo




CEMENTERIOS

¿Y quién escucha tus cementerios?
¿El crujir de tantos huesos?
Sólo mis oídos desquiciados
Mi insolente memoria
Que parlotea sin respeto sobre las tumbas
tumbas
apenas trizaduras en la tierra
apenas coronas de alambre y papel crepé
desteñidos nombres
sin epitafio
apenas llanto desgarrado
en la soledad más bella
y más sola




DIAMELO

Dices que no sabes por qué
el perfume del diamelo
te recuerda a mí
Lo que no sabes
es que cada vez
que veo uno de ellos
te provoco en pensamientos
Me desnudo
camino lento sobre sus pétalos
me derramo dulce sobre su tallo
y me perfumo
de su deseo






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