Silvia Arazi
Nació en Buenos Aires. Es novelista, cuentista, poeta, actriz y cantante. Estudió historia del arte y canto lírico en el Instituto Sup.de Arte del Teatro Colón incursionando en la ópera y música de cámara así como en la canción francesa y latinoamericana. Como actriz participó en cine, teatro y narración oral. Como escritora, recibió, entre otras distinciones, el premio “Julio Cortázar” de Narrativa Breve por su libro de cuentos “Qué temprano anochece”.Tiene publicadas dos novelas “La música del adiós” por Editorial Galerna y “La maestra de canto” por Editorial Sudamericana que ha sido traducida al alemán y al holandés y llevada al cine en el 2013 por Ariel Broitman y protagonizada por Elena Roger y Adriana Aizemberg. En el año 2013, su libro de poesía “La medianera (una novelita haiku)” editado por Interzona es premiado por el Fondo Nacional de las Artes en Poesía, con un reconocido jurado. Actualmente está presentando en distintos puntos del país un recital poético- teatral , basado en su libro “La medianera” (una novelita haiku) y dicta talleres de escritura creativa.
LA CASA DE PIEDRA
Nadie sabe
dónde están las ventanas de mi casa
No encuentro la ventana, dicen las visitas.
No encuentro la cocina, dicen ellos.
No encuentro los espejos, dicen ellas.
Tampoco encuentran las lámparas,
ni las sillas, ni la puerta, ni la dicha.
Les digo que todo está allí:
en los cajones profundos
del Gran Placard.
¿Dónde están las tazas? insisten.
¿Dónde la cama, las caricias, el polvo,
el tiempo que se pierde?
No entiendo
lo que dicen. Balbuceo
sílabas torpes
en el lenguaje de los hombres,
mientras alguien, en mí,
aúlla,
como un cuadro de Munch.
¡Ah, ahora sí! comentan aliviados,
desde sus puestos.
Por la noche,
cuando todos se han ido,
saco las migas del mantel,
guardo las copas,
acerco mi silla a la ventana de piedra
y en silencio,
contemplo las estrellas.
EL CANDIL
Claudine volvió
una noche, a mi casa de piedra.
Llovía y en las calles
nadie más el que silencio.
Estaba pálida, seria,
los pies desnudos
y un candil en la mano.
-Quiero una cama, dijo, mientras la luz de la llama
ondulaba sobre su rostro.
Se miró en el espejo y como hablando
consigo misma, dijo:
-Voy a cantar historias amarillas.
Luego miró mi asombro.
-Amarillas, sí. Dulces como duraznos,
ardientes como el sol del mediodía,
macilentas – hizo una pausa-, como la piel de los moribundos.
Después ocupó mi cama
y olvidando apagar su candil,
se durmió,
sin decir más palabra.
PREGUNTAS
¿Quién es
esa mujer,
la de nombre extranjero
que vuelve una,
otra vez
pide una cama,
un colador,
un sueño,
mientras yo vivo a oscuras
en mi casa de piedra?
ENTRE SÁBANAS
dice Claudine desde la cama,
Blanco, el color más temible.
Blancos los huesos,
las vendas, las mortajas.
Blancos rosarios y blancas
esperanzas.
(Los papeles vacíos, a veces,
son tan blancos.)
Blancos tules de novia y blancas
ambulancias.
Blancos azahares,
nardos,
los perversos jazmines.
Los hospitales blancos
con sus
blancos pasillos de azulejos
tan blancos.
Blancos los ojos de un hombre
que ha olvidado,
blanca la espuma de la rabia,
las gélidas estatuas,
el sexo de los santos.
Blanca la espera, la nada
y el silencio.
Blanco, tan blanco,
el corazón del sueño.
UN OTRO CIELO
dice Claudine con aire teatral,
Quiero mentirte siempre,
fingir, quiero ser otra.
Nada más verdadero, más bello, más amable.
Quiero mentir, mentirte,
y honestamente en falso
hundirme en la mentira
como en un otro cielo.
Voy a mentirte siempre,
no quiero que me veas.
Voy a hablarte de andanzas,
de glorias, de países.
Voy a ser otras cosas:
otros nombres acaso,
otros cuerpos acaso,
tal vez,
otros lenguajes.
Uno de estos días,
voy a aparecer descascarada y loca,
corriendo por los pasillos de tu casa.
Oscura y triste,
puro desasosiego.
Voy a ocupar tu cama
con mi vestido negro.
Voy a llorar de espanto,
voy a insultar de quejas.
Voy a besarte tanto,
a quererte tanto...
No, no pongas esa cara,
no es cierto lo que digo.
Voy a mentirte. Siempre.
LO REAL
Lo que usted dice no es real, dice el hombre.
Son sueños, solo sueños.
Se equivoca usted, caballero,
dice Claudíne,
desplegando su abanico de niebla.
—Se equivoca.
BESOS
Naves.
Besos hechos de besos
eran
los besos nuestros.
Sólidos como una fortaleza,
húmedos como las partidas,
lentos,
amor,
como el olvido.