Carina Sedevich (1972, Santa Fe, Argentina) y reside en Villa María, Córdoba.
Ha publicado en 1998 la plaqueta “Una nube decapitada y grave” (Plaquetas Del Herrero, Editorial Radamanto, Villa María) y el libro “La violencia de los nombres” (Ediciones Fe de Ratas, Santa Fe). En 2000 publicó los libros “Nosotros No” y “Cosas dentro de otra cosa” (Ediciones Lítote, Santa Fe) y en 2012 el libro "Como segando un cariño oscuro" (Llanto de Mudo Ediciones, Córdoba).
Parte de su obra ha sido incluida en diversas antologías del país. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad Nacional de Villa María, entre otros trabajos.
DEL LIBRO "NOSOTROS NO",
Ediciones Lítote, 2000
I
Giro alrededor del hombre
que tenés.
Te vas
ensanchando como un campo.
Tu centro se me aleja
dentro siempre.
II
Decís mujer.
Me apuñalás
con la mitad de todo.
*
Mostrás mis óvulos
pequeños como si fueran
tuyos.
Pedís comerlos.
III
Vertiendo
te vacío.
*
Vertiéndote
vacío.
IV
Serás siempre tajo.
Escribiré
dándote hierros para usar
en mí.
V
Que no te sea fácil
pero seas
cruel
mejor que yo.
VI
Soy bolsa
con fin.
Entiendo
que temas
y te
enfurezcas.
VII
Llena
de un hueco en el que caben
tus edades
te retrocedo a bocados
a mí.
VIII
Que sonrías de tarde
y me empales
de noche
qué tiene que ver.
Qué
es más hermoso.
IX
No hay guerra.
Nuestros otros dentro
insisten.
Solos.
*
Ellos saben.
Nosotros no
nos con-formamos.
*
Otros arden de esas formas.
Yo
no me froto contra seres.
Del Libro: "Cosas dentro de otra cosa",
Ediciones Lítote, 2000
I
Soy una cosa
voy a dejar sin mí
las otras cosas
voy a dejar de repetir
las cosas
debajo de la luna
cuando amaine.
No contaré
los gramos de lo hermoso
ni moleré
ni iluminaré
ni contendré lo duro
de las cosas.
Mi sed
mi hambre
mi frío
son pequeñas
cosas dentro de otra cosa
y morirán.
II
Como anoche
como antes de anoche
como todo el verano vino la noche
y puso
algo dentro mío
a echarse.
III
Ahora
la luz de la luna hace visibles
ciertas ramas del pino.
Pronto se van a borrar
como la sombra
de un cuerpo en otro cuerpo
demasiado cercano.
IV
La última luz
ya dejó el agua.
El agua
toma mi cuerpo
como un himen
constante
y tiene sesgos que
me tocan
a veces.
V
Escucho un sapo.
No puedo hablar por otro:
yo
lo escucho.
Y puedo unirme
a algo.
VI
Al menos las cosas sujetas de un extremo
parecen vivas hoy.
No sé por qué
lo veo
y creo en mi silencio
como un germen.
VII
Una noche
termina.
Nada de esperar
la sombra de un minuto.
Una noche
y otra.
Algo ya muerto.
Conocido.
VIII
Ahora contra el cielo oscuro las ramas son más duras
y el aire que mueve los sonidos es veloz.
Miro siempre la misma
columna de estrellas en el sur.
Pienso
que si algo hubiera cambiado lo sabría.
IX
El tiempo tiene sus dulces casas
y tiene sus pausas
al sereno.
Ceso.
Palpo aquello que se ha quedado haciéndose.
Del libro "Como segando un cariño oscuro"
(Llanto de Mudo Ediciones, Córdoba, 2012).
13
Existe lo soportable
y lo insoportable existe.
Nada más.
El tiempo
es apenas un pozo de agua.
Mi ojo siniestro ve un sexto del pasado,
mi ojo diestro una séptima parte del futuro.
Si pudiera delimitar el tiempo
como un arco de fútbol de potrero
entre palo y palo habría lo mismo:
algunas chispas en la oscuridad.
14
Suena una alarma.
El calor, la ausencia, una rama de sauce:
¿qué hace que la alarma suene?
El perro del vecino llora.
Es la mañana de una nochebuena.
Un día giratorio,
más que otros.
Cegador como una vuelta al mundo.
Si fueras a perdonarme
escribiría una carta, hijo
de despedida.
Te diría que no encuentro la belleza
más.
Que me sequé.
Quisiera
rodearte de piel embarazada
para siempre.
Que te quedes así, en la tibieza.
Que tu vuelo
sea el vuelo del que nunca va a perder.
Hijo, si pudiera,
te dejaría el álbum grande de la vida
completo, con todas las figuritas,
sobre todo las difíciles.
Hijo, si pudiera,
repartiría mi cuerpo por tajadas
lo dejaría guardado en la heladera.
Hijo, si pudiera,
dejaría la palabra exacta
blanda y blanca como un cirio
cada noche en tu mesita.
Suena una alarma.
Pero no pasa nada.
Porque estas cosas no se anuncian.
24
Cuando en las películas deviene lo perdido
y el protagonista asume su fracaso
a veces, en la escena
llueve.
Cuando el dolor se abre sin remedio
alguien, en silencio, se prepara
un té, y entonces
llora.
A veces eso pasa, en la cocina.
Porque el agua dice muchas cosas.
Quisiera que hoy llegaras de tu viaje
porque llueve
y sería bueno
que mirando y oliendo lo que llueve
sientas tu vuelta
como se siente un muerto.
Yo estoy aquí, como un vidrio perdido
en el lecho de un río
mientras el agua arrecia.
El aire de esta tarde huele a sangre
porque la sangre fresca
huele a barro.