María GRECH GANADO
Maria Grech Ganado nació en la irrepetible isla mediterránea de Malta –sede híbrida de tantas culturas– en 1943, y sigue viviendo en su isla en la actualidad. Unos años más tarde ingresó, primero en la Universidad de Malta, para más tarde ampliar sus estudios en las de Cambridge y Heidelberg. Sin duda, debido a su sólida formación académica, fue la primera mujer maltesa que ocupó un puesto a tiempo completo, como profesora de literatura inglesa, en la Universidad de Malta en el año 1971.
Pero Grech Ganado nunca se ha limitado a los terrenos de la crítica, la historia o la teoría literaria: María es también una escritora y una poeta bilingüe que ha escrito y publicado tanto en maltés, la pequeña lengua de su pequeña-gran isla, como en inglés. Aparte de cuentos y artículos en la prensa local, la autora cuenta en su haber con tres volúmenes de poemas en maltés: el primero de ellos –Izda Mhux Biss (1999)– obtuvo el National Book Council’s st Prize for Poetry, máximo reconocimiento de la isla-nación. Asimismo, cuenta con otros tres libros en inglés, su segunda lengua de adopción, entre los que sobresalen Ribcage (2003) y Cracked Canvas (2005).
Buena parte de su obra poética ha sido traducida a lenguas como el francés y el italiano y publicada en antologías y revistas especializadas. Igualmente, un buen número de sus poemas en inglés se han publicado en diversas revistas angloamericanas, e.g. Envoi, Orbis, and Imago. Ahora ha llegado el momento de que sus poemas, y el mundo cultivado, apasionado e intimista que estos reproducen, se conozcan también, en alguna medida, en español. Para ello hemos elegido dos poemas de temática artúrica, ‘Morgana’ y ‘Final Tryst’, en torno a dos de los más señeros personajes de estos ciclos: Morgana y Galahad. Ambas composiciones proceden de su libro
Ribcage.
En el año 2000, además recibió un prestigioso reconocimiento de las autoridades y el pueblo maltés, por sus méritos docentes y literarios: la Midalja ghall-Qadi tar-Republika (La Medalla por los Servicios Prestados a la República). Su entrega y su talento artístico bien lo merecieron.
Traducidos por Juan Miguel Zarandona
Morgana
Es verdad,
¿cómo ibas a comprender mi deriva lenta
ya no más la seductora,
en un mundo como éste,
tan precavido?
Os observo mientras te vas, con tus ojos
austeros, hacia regiones ignotas, lejos de mí, con
los dedos esquivos del sol sobre vuestra espalda
desnuda, y mi pecho hundido de dolor
a la busca, a tientas y sin resuello, del
ritmo acompasado de las armas de tus brazos
temblorosos.
Sí, todavía de blanco,
a pesar de la traición que
algunos creen mi encantamiento, intento
arrastrar a tus hombres, a la mazmorra
de mis deseos.
Sé que te contaban, ¡cómo os lo contaban!,
lo de mis telas de araña, yo
me atrevía a sembrar la duda dentro de
la red brillante que vos mismo diseñasteis,
tan cautivadora, se
empeñaban en seguirte con ojos tan
inocentes como la espada que me
rogasteis tuya, cuando hasta la espuela que
se os clavaba en la carne sólo
podía susurraros premoniciones negras
donde tu sueño eludía concretarse.
Es verdad,
¿cómo ibas a comprender un latido de amor
más impreciso que el abrazo preciso de
vuestro escudo de armas
tentando a los más altos principios a
compartir su caos, abandonándote
casto, traicionado, y todavía atacándome por
lo que aún denominas mis
hechizos taimados.
Ahora me toca urdir un poema en
recuerdo de la abundancia desbordada
que escribiste sobre mi rostro,
sobre una espada devuelta a su vaina,
sobre un lago desmembrando el arma de mi brazo
arremolinándose una y mil veces,
sobre un ideal yacente
sobre una barcaza al atardecer – deslizándose suave,
dejando atrás las regiones
que lamentan su destrucción.
Cita final
Y apareció entonces el Hombre de Músculo, Sir Galahad,
Y con su boca cavernosa me absorbió fuera
De los bosques del intelecto que tanto nos gustaba recorrer
Y trazar sobre el aire.
Por ello debo abandonarte vagando solitario
Entre los otoños desfallecidos del encantamiento
Por cuyas ramas, que yo sé baldías,
sigues abriéndote paso.
Y sigues siendo tan bello, Sir Galahad,
Enredado en tus pensamientos, medio huyendo
Y medio abrazando el vacío que tu imagen cubre,
Con intención de reemplazar, sin duda, la fatiga de ti mismo.
Pero ya sangre de músculo hierve en mis venas
Y carne de músculo gime con su deseo,
Y me siento impotente, Sir Galahad, de asumir
Demanda alguna salvo esta insustancial
Cita final contigo, con la cual asesino
La última quimera del Amor
Para probar la verdad del deseo del músculo.
THE PASSION OF ST GEORGE
'Il-Passjoni ta’ San Ġorġ' translated from Maltese by the author
I drew up short. And, yes, I drew in startled –
- that shorn hair, standing on edge
like a black hedgehog, instead of the soft tresses
I’d dreamt had bound my heart –
- that T-shirt, black as the night
in which I found her, her breasts beneath it
hardly fluctuating –
that she was hot inside, though, was witnessed
by the smoke erupting from her nostrils. But
though I rode there straightaway, on having noticed
the very first hint of fire from a distance
when I arrived her gaze didn’t seek mine.
Her violet eyes, totally vacant of seemly modesty,
reflected only the dragon stretched out there beside her.
This woman had no desire to be saved
or to depend on me – perhaps only to live
her own reality, a mere fairytale,
it’s hardly likely I’d risk my life for that.
Therefore I turned my horse’s head and left her
to burn where she had chosen to – behind me
TIN CAN
My mother’s aunt, forever clothed in black from toe to chin,
held it up high, the can of silver with the milk of froth,
a five-foot witch with hair bunned back, and we too small
to pull it down as she protested - no no no,
what would your father think.
After she took it off the ring, the milk, once boiled,
was drunk without my aunt’s (in her ghonnella* now,
and off to church) fearing my father’s dread of brucellosis –
and he, a world authority on undulating fever!
But learning this as I grew couldn’t erase the magic of the can
borne frothily from goat to gas - perhaps it was the tinkle
of the goat bells, a full herd moving haltingly at every house
in the old narrow street, with children trying to guess
which one he'd pick to milk at their own gate.
Then came the moment, long after we had stopped
jumping at my aunt’s sleeve, when I would linger to watch
the boy slide in beneath the belly of a goat with ease
and with sure fingers palpitate its udder, squirting
the milk directly into his mouth.
He kept his eyes on me each time he rose, wiping
his mouth with his hand, both back and palm,
insolently smiling at my clean clothes, the gate between us
and my fourteen years frothing at my throat. I'd turn inside
to drink a glass of milk, properly boiled, and wonder
about the quality of life without Pasteur.
*the ‘għonnella’ (a black half-rigid cape which went over the head) was worn traditionally by Maltese women till some time after WW2. I remember women in Gozo wearing it regularly even in 1953, especially if they belonged to religious groups