Matilde Campilho
Poeta portuguesa, nació en Lisboa en 1982, y reside en Río de Janeiro.
PRÍNCIPE EN LA ROSALEDA
Escuchá
esto es un poema
no habla de amor
ni de bufandas
azules sobre los hombros
del cantante que suspende
los talones
en la berma del peñasco
No habla del rólex
ni de la bandera
de la federación uruguaya
de esgrima
No habla del lago drenado
en el bosque americano
No dice nada sobre
la confitería hedionda
que recibe a los noctívagos
para desayunar
cuando ya amaneció
Esto es un poema
no habla de conmociones
en la misa de las siete
ni habla del porcentaje
de mujeres que se espantan
con la imagen del marido
recortándose la barba en el ocaso
No habla de tractores rotos
en el bosque americano
no habla de la idea de norte
en la ciudad de los revolucionarios
No habla de llanto
no habla de vírgenes confusas
no habla de publicistas
de codos gastados
ni de manadas de ciervos
Escuchá bien
esto es un poema
no va a alinear conceptos
del tipo libertad igualdad y fe
No va a arreglarle el pelo
a la chica que trabaja
con ahínco en la caja registradora
del supermercado
No va a mejorar
No va a mejorar
esto es un poema
escuchá
no habla de amor
no habla de santos
no habla de Dios
y tampoco habla del labrador
que dedicó 38 años
a descubrir una visión
casi mística
del hombre que canta
y atraviesa
la ruta nacional 117
para llegar a casa
o a algún lugar
cerca de casa
Traducido por Aníbal Cristobo
HOY ES EL DÍA DE SAN AGUSTÍN…
Hoy es el día de San Agustín. De ese Agustín a secas, obispo y doctor de la Iglesia, nacido unos quinientos años después de Cristo. Hoy alguien escribió algo sobre los corazones de piedra y sobre la promesa que rodea la rendición. Creo que rendición quiere decir renunciamiento al corazón de piedra. Cuando éramos chicos, la bondad parecía el gesto más natural y más sencillo del mundo, el movimiento perpetuo: ahora casi todo presupone alguna rendición.
Hoy es el día de San Agustín, y en aquella corta temporada que pasamos en África (tendríamos unos diecinueve años, no me acuerdo bien), todas las tardes repetía la frase del santo. Hasta el infinito solar. En esa época, el corazón de piedra era tan sólo una escultura abandonada en el sertón, un pedazo de tierra seca amasada que alguien había abandonado en el pasto, el modesto diseño de las termitas. Modesto, y no por eso menos fascinante. La construcción de doce metros erigida por esos bichos mínimos sólo hallaba rival en las cagadas de los elefantes, imaginate la ironía. ¡Torres de doce metros! Campanarios de arcilla, corazones naturales de tierra seca que eran como la imagen de nuestro cuerpo futuro. Agustín que siempre cuchicheaba el amor por los agujeritos de la construcción, Agustín que aparecía en los cabellos del Rey, Agustín en los chasquidos de la lengua makua, Nsina na Titi, Na Mwana, Na Munepa, amén. Agustín al volante de la furgoneta por los baches de la ruta resquebrajada, y muchas veces Agustín en bicicleta a la salida de los tablados del capín. Ésa fue mi historia con A. en África. Más tarde apareció en los corredores de la biblioteca, sobresaliendo mansamente del estante 27. Me hizo caer de aquella moto roja, la noche en la que casi muero de celos y rencor. Agustín fue también quien me pagó el pasaje del subte cuando volví a la ciudad donde tomé cerveza tras cerveza con el diablo. Paseé por los callejones del barrio de Josefov, y llegué hasta las tumbas cubiertas de nieve, y aun así no vi a los hijos de Jerusalén que me cruzaba por las calles. Mi corazón entonces ya era un bloque, y las edificaciones de las termitas, cosa del pasado. Compré mi primer cuadro en un bar de por ahí, cerca del cementerio (era una vuelta al mundo en un parque de atracciones), y a la salida, al fijarme la temperatura en el termómetro de la calle, decidí que a partir de ese momento todos mis amuletos serían renovables. Así es como los chicos se apasionan por el arte. Resignados al continuo proceso de falsedades que nos acompaña toda la vida. Agustín no dijo nada. La primera suite de Bach hizo las veces de la voz del santo, así como de todos los sonidos del mundo: desde el crepitar de la fogata donde se cocía el pan en la cueva de Trás-os-Montes, hasta el ruidito de la lima que rozaba las uñas de esa chica en la favela. El violonchelo arrasó con todo, y ése era mi nuevo amuleto. Después vinieron la canción de Gal, el caracol de Leblon, el pañuelo rojo, el pedazo de granito, la ballena de marfil, etc. Todo refugio material encuentra la manera de volver a renovarse.
Pasó mucho tiempo, aunque no soy muy hábil para medir su paso. Pasaron siete veranos o más, llegó el carnaval, algunos cumpleaños ovillados en la panza de un globo aerostático, llegaron fiestas nuevas y entre ellas un par de Janucás. Llegaron unas cuantas navidades al tablero de mi juego de la gloria estelar. Y cuarenta silencios. Hasta que, de repente, una Navidad cualquiera, mi ex me llamó para decirme que en el papelito del regalo me había tocado el nombre de un santo. Fue el mejor homenaje a un amor muerto: en cada Navidad que pasábamos juntos, yo recibía de regalo un santo y un chocolate. Todo envuelto en las flores pardas de la pasión. Traer eso a colación de forma extemporánea me pareció valiente y, sobre todo, muy justo. No comí el chocolate porque todo el mundo sabe lo indigesto que es, pero confieso que guardé el papelito. Sólo el papelito, no la inscripción: nunca olvidé por tanto tiempo el nombre de alguien, y en especial de un santo. Nunca callé por tanto tiempo las palabras naturales. Pero hoy, sin previo aviso, el Verano me despertó con dos frases: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor”. Hoy, hoy no es el día de Sebastián, ni el de Tomás, ni el de Jorge ni el de las vueltas al mundo. Hoy, que es el día de San Agustín, en mi ventana inaugural apareció la torre de las termitas de quince metros. Y de la cima del palacio de tierra un soldado gritaba: “Señor, Arráncame El Corazón De Piedra”.
Traducido por EZEQUIEL ZAIDENWERG
POEMAS DE MATILDE CAMPILHO
Príncipe no roseiral
Escute lá
isto é um poema
não fala de amor
não fala de cachecóis
azuis sobre os ombros
do cantor que suspende
os calcanhares
na berma do rochedo
Não fala do rolex
nem da bandeirola
da federação uruguaia
de esgrima
Não fala do lago drenado
na floresta americana
Não diz nada sobre
a confeitaria fedorenta
que recebe os notívagos
para o café da manhã
quando o dia já virou
Isto é um poema
não fala de comoções
na missa das sete
nem fala da percentagem
de mulheres que se espantam
com a imagem do marido
aparando a barba no ocaso
Não fala de tratores quebrados
na floresta americana
não fala da ideia de norte
na cidade dos revolucionários
Não fala de choro
não fala de virgens confusas
não fala de publicitários
de cotovelos gastos
nem de manadas de cervos
Escute só
isto é um poema
não vai alinhar conceitos
do tipo liberdade igualdade e fé
Não vai ajeitar o cabelo
da menina que trabalha
com afinco na caixa registadora
do supermercado
Não vai melhorar
Não vai melhorar
isto é um poema
escute só
não fala de amor
não fala de santos
não fala de Deus
e nem fala do lavrador
que dedicou 38 anos
a descobrir uma visão
quase mística
do homem que canta
e atravessa
a estrada nacional 117
para chegar a casa
ou a algum lugar
próximo de casa.
Época da colheita de lã
Faz hoje um ano e meio que inundaram o canal de Danesdale para dar passagem à procissão dos castores. Ainda estou sem saber como é que se faz um poema mas pelo menos já sei dobrar a roupa. Tenho-me recusado a falar sobre aquelas coisas habituais, como o coração de Deus, a corrida dos gaiatos, a visão macroscópica que incide sobre a dobra dos calções do atleta, o cílio do peixe preto que todos os dias roça o peito do mergulhador das manhãs, o resultado da partida de baseball no Connecticut ou a forma mais correcta de escrever baseball. Acho que o esporte é uma coisa reconfortante porque se realiza sempre sobre um solo fértil e também porque o posso abandonar a qualquer instante ou voltar a ele em qualquer instante. Fred ainda está vivo, ainda limpa o balcão do bar com o pano encardido e sei que sempre que regressar à cidade posso entrar no bar, sentar-me ao balcão e perguntar-lhe sobre a performance de Hank Aaron. Fred sabe tudo sobre o voo. Descobri inúmeros elementos transformadores da vontade, mas também não vou distender-me aqui em palavrões ou frases demasiado compostas só para encontrar um sentido no decorrer da sentença. O melhor pianista do país morreu esta tarde e tinha os cabelos iluminados de fogo. Sônia diz que ele fazia lembrar erupções de querubins no asfalto, Eric não para de chorar. A amendoeira do canal foi rasgada a canivete mas o desenho gravado não é de todo a tatuagem mais feia do mundo. Etc. Etc. Etc.
Badland
Não sei se sou homem
já não sei se sou
homem
se sou besta
se tenho olhos azuis
ou mesmo se visto
camisa azul.
Também já não sei
se seguro um toco
meio ardido, aqui sentado
na esplanada desta cidade
cujo nome é Tavizkam.
Não sei se sobre meu ventre
foi depositada uma concha, há uns
1000 dias atrás.
Não sei se sou automático, se devo
trabalhar, pagar o revólver a prestações,
fazer remo, correr na calçada, usar
camisa esquadrinhada, escrever em
cedro esquadrinhado. Eu não sei
se possuo uma barca, se possuo
ossos que podem apodrecer
a qualquer hora. Eu não sei os nomes
dos poetas todos mas sei que os poetas
todos são os novos roqueiros. Eu não
sei, só sei que antes julguei que
os poetas eram escavadores.
Aquele amor
aquele que eu pensei
que se despedaçaria como
um meteorito no Minnesota
(uma coisa assim
estrondosa abusiva
gritante maravilhosa
estilhaço prolongado
cheio de uivos)
afinal caiu silencioso
como um aviãozinho de papel
passeando em Itaparica
em dia da apanha dos morangos.
Não sei se sou homem,
se sou mulher. Mas este
é o caminho do estio
e por perto passam os bois.
Explicação do sopro
Século XXI. Certos homens se fecham em quartos de hotel porque nos lugares anônimos é muito possível ficar encostado numa parede branca vendo a água correr no chão do chuveiro. Dois rapazinhos pegam as bicicletas e pedalam quatrocentos e vinte quilômetros até achar a costa. Ao alcançá-la, tiram suas roupas e não mergulham: só encostam a zona lombar na areia e repetem até ao infinito a ladainha da tabuada do sete. Um bombeiro termina seu turno de vinte e quatro horas e entra no boteco junto à estátua de São Tarso. Pede um conjunto de sete pães de queijo e nos espaços entre cada um dos pães ele fica procurando um pedaço da túnica de Deus. O motorista do ônibus sabe perfeitamente que dentro da mala da senhora de rosto limpo tem uma caixa de jóias que contém uma caixa de medicamentos que contém uma caixa de anel que contém uma bala. O tocador de kalimba está muito consciente de que hoje o mantra nasce da mistura de um cântico de procissão com o latir do cachorro, e está consciente também de que todo o desenho acha sua acústica perfeita nas pequenas eremitas. Aquele que pinta a natureza, o ladrão de ossos, sabe que deve empreender seu trabalho em posição horizontal, de corpo muito junto ao chão. E se por acaso o observarmos no processo por mais de oito minutos, podemos reparar que sua caixa torácica constantemente toca a tela, sempre na mesma cadência. Porque ele, herdeiro de todos os impressores e selvagens, sabe que só tem uma forma de desenhar as flores: na terra. A moça de vinte e sete anos ainda está sentada ao toucador, de frente para o próprio rosto, absolutamente indecisa sobre qual dos objetos escolher. Entre o baton alaranjado, a carabina calibre 12, o pó de arroz eo crucifixo em miniatura vai uma distância de dois passos a galope.
Fur
com cara de Whitman
foi assim que você pensou que eu viria ao mundo
foi assim que que você me viu na floresta
foi assim que você me viu pendurado no poste elétrico
sempre pendurado num ramo qualquer, sempre usando
o verão.
você se lembra daquele verão no Brooklin
em que ficámos perseguindo os bombeiros
durante todo o dia apenas para ver
uma vez e depois outra vez
o leque aquático que se abria sobre o fogo?
você citava poetas húngaros mas nesse tempo
eu só queria saber de inventar uma língua
que não existisse.
você se lembra do concierge que nos recebia
na pensão do Brooklin como se nunca
nos houvesse visto antes?
e não havia semana que passasse
em que nós não dormíssemos
pelo menos uma madrugada
na pensão do Brooklin.
me lembro dos dólares amassados
que eu semanalmente tirava do bolso
para pagar a Doug
eu sabia o nome de Doug
o Doug nos tratava disfarçadamente
por menina e menino.
você falava que os dólares vinham
sempre com uma forma diferente
eu adoro como você consegue tirar um coelho do bolso
eu adoro como você consegue tirar uma lâmpada do bolso
eu adoro como você consegue tirar a Beretta 92fs do bolso
foi assim que você pensou que eu ficaria
no mundo
com corpo de besta vestida
usando um lápis pousado na orelha
foi assim que você me viu
pedindo três ovos para Miss Elsie
a senhora da mercearia na Court Street
ela me deu oito ovos
porque ela sempre dava alguma coisa
ela me achava uma graça e ela não acreditava
em números ímpares. eu também não.
me lembro de você na mercearia
do Brooklyn
você costumava ficar lá atrás
brincando na secção das ferramentas.
se eu tivesse mais do que um coelho,
uma lâmpada ou uma pistola
eu teria te comprado um Black n' Decker
eu acho que você seria a pessoa mais feliz da ilha
com um Black n' Decker enfiado no cinto.
foi assim que você pensou que eu ficaria no mundo,
usando flores em meu cabelo negro,
sempre escondidas no emaranhado dos cachos
sempre escondidas no emaranhado do caos
de minha cabeça negra.
só você sabia quantas flores eu usava
porque agora eu já sei
que você dedicava as noites
à contagem. Deus não dorme
e você também não.
(publicado originalmente na página "Risco", do Jornal O Globo )
Obituário de J. Anderson Pritt, pela mão da viúva
um pedaço de aço?
- vai lá e rouba.
a entrada da barcaça no Ganges?
- vai lá e rouba.
os dentes do jaguar japonês?
- vai lá e rouba.
corações? pele, pelo, retina?
- vai lá e rouba.
o efeito supralunar de janeiro?
- vai lá e leva.
a receita mágica do refrigerante ou
o mecanismo do relógio de corda?
- vai lá e rouba.
a hora do despertar do monge?
- vai e usa.
anel de ouro?
- todo seu.
setenta e oito braçadas do salmão
que agora já sabe onde é a foz?
- vai lá e rouba.
a canção tradicional da ilha
entalada entre meridianos?
- vai lá e rouba.
o farolim do carro armado?
- leva, para o que der e vier.
o desenho fosforescente suspenso
na parede colombiana?
- vai lá e toma.
o fantoche que João o carpinteiro
levou anos para esculpir?
- vai lá e rouba.
constelações desmanteladas
fora da orbita terrestre?
- vai lá e abusa.
a cautela previsivelmente
vencedora, loteria de Natal?
- vai lá e rouba.
pulseira de palha do discípulo
natural?
- vai lá e rouba.
Morreu sozinho e pobre
raspando farpa por farpa
a lasca presa no coração
de Dimas, o santo a quem
no céu chamaram Rakh.
Piscinão blue
the real reason why we never jumped into the pool was
well freddy never was a good jumper betty never was a
good sport aunt amy always talked about tea pots and
tea plates and spoons and her lost loving pomegranates
and dad kept drawing leopards on every wall of our house
please don't ask about mom or mom's dress made of flowers
made of silk made of every shade of desmond's fears
little timmy sang a song about our only friend kazakalim
whose skin was dark whose blood was dim whose chest
was shiny as the wooded flute that father used to clean
every morning every midday every night and every dawn
as mother danced around the oak tree which surely did
contain a bird contain a whale contain a stack of all our tears
I´ll have what she´s having
nunca vou ser bom para ti
quero dizer
i talk to you for 5 hours
and then i can't sleep
vejo a meg ryan
and then i can't sleep
sou a cara do billy crystal
and then i can't sleep
isto aqui não é manhattan
and then i can't sleep
acho que o teu corte
de cabelo faz lembrar
vagalumes no sangue
do menino Emanuel
que como eu disse
era feito de veias
perfume e ossos
campo elétrico uniforme
i talk to you for 5 hours
sobre genética divina
sobre genética humana
sobre jejum e urologia
and then i can't sleep
porque fico pensando
em Deus no filho de Deus
nos filhos de Deus
nos cachos amarelados
nas camisas de colarinho blue
no espadachim do anjo torto
na estrada para Umbaúba
na barraquinha de
frankfurters and rolls
and then i lose my glasses
and then i can't sleep
e tenho o rosto coberto de pó
O acrobata
I am too late for the birth of birds
but have come just in time for the
opening of a red chocolate bar
Learning to make fire
Let's go back into writing, Ed. No more broken bones and thrown out arrows. Quit, you and I, the wounded driving, the electric wet lanes, the shame of beards. There is no greater prince than the prince of solidity. I've been eating two apples a day: one at dawn and one in bed, as I watch the boats cast out the nets. Brilliant night visions, all made of fruit and fish. Flashlights make perfect compasses, kid. Rage doesn't. I still keep your tapestry underneath the wooded bed, whenever the structure is moved the rug is taken with it. Sorry about the word rug, sorry about the misspelling of lessons, sorry for not telling you about the rain or the effects of rain and yells all mixed together. No greater doom. Get your stuff, Ed. Nature is distressingly perfect around here.
Desmembramento de um semicírculo
Certo que nos dedicamos
a místicas peregrinações.
Exercitamos a respiração,
lutamos brigas orientais,
praticamos uma e sete vezes
a tradução do poema chileno.
Mas no fundo sabemos
que o que importa mesmo
é roçar a superfície negra
da pele do peito do anjo
que está vivo
que não dorme.