
Alba Ceres Rodrigo, por Pepe Maiques
ALBA CERES RODRIGO
Alba Ceres Rodrigo (Nápoles, 1986), inició y abandonó sus estudios de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza y actualmente aprende con entusiasmo a abrazar a su violonchelo en el Conservatorio Profesional de Música de Alicante. Escribe en el blog: http://embellecerloexhausto.blogspot.com.es/
"infancia, aquí hace tanto silencio y todo es tan irrevocable"
(Brigitta Trotzig)
lavarse las manos antes, después de todo
era una obligación prescrita que no quería
de nosotros el amor por las arcillas,
no quería para nosotros, niños
huellas sobre huellas dactilares
trepando como el liquen húmedo sobre los árboles.
educados en la limpieza, borrábamos
aquel rastro que habríamos de perder, si no,
de un modo menos inocente
que bajo el chorro generoso de agua fría.
preludiábamos sin saber, niños que dejaríamos atrás
la muda impotencia ante el tacto de lo vacuo
Vuelo herido
Tengo la garganta de un pájaro
y también me ocurre esto:
dejo cosas atrás,
olvido nombres, borro rostros,
tengo remordimientos de conciencia...
Luego se me pasan y digo
ya nunca más me ocurrirá ―y clavo
mis dientes en las alas de mi lengua
sabiendo que eso no es una certeza.
SUTILMENTE
No por nada
me parece que el tiempo
es ese velo que cae liso sobre la lisura
o se arruga a nuestras arrugas
según las palabras que decidimos
usar para no nombrarlo,
para no creer que pasa y va, va
alejándose del silabario
con el que aprendimos a decir
huiré, correré sin mirar este visillo
o este corazón se desenhebra,
más lejos todavía de alcanzarnos
allí donde escondimos las palabras
que decidimos no aprender.
acordono
detrás de un silencio otro
a esperas de un porvenir que me tienda la mano
azul de la serenidad o quizás
por no dar pie al escándalo de vociferar
que tengo un dolor dilatado en las pupilas
cuyo campo de visión lo sembraron los demonios
con la indómita violencia de una loca
de una impúdica
de una desesperada
me hago nudos de silencio
próximos al corazón
hasta sentir la asfixia
de mi latir de azufre y chamusquina
acoto
lo incomprensible en pequeños cercos-trampa
y barrunto desde el borde
alternativas para este desconsuelo:
volverme injusta para con la injusticia,
estrangular palabras que no me dicen nada,
un nudo más, y otro, y otro, y otro,
y otro, y otro, y otro...
Cimiento el futuro de una arquitectura melancólica,
pequeñas esquirlas óseas harán de mí
una jaula vacía
.......................................
Hundo mi dedo
en el hoyuelo de mi garganta
y lo muevo buscando
y me hago círculos y buceos y cosquillas
y la boca se me abre y digo
ahí está
qué -anhelando ser la voz
Entre tantas ramas rotas
El árbol verdísimo primero
El violín de media tarde lento
Que lo envuelve y
Que lo riega
Tras la ventana
Nada más
Entre dos palabras
Se haya el níveo hueco
Ella entera que
Conoce
Conoce ‘sin embargo…’
Como yo lo sé
De memoria
Y también los cacareos
Que se deslizan
De una herida hacia otra herida
Sin que al hacerlo la sangre manche o delimite
Sus dedos
Dedos diminutos los imagino
No los he visto nunca
Tan de cerca
Tan de cerca como una vida tolerable
Esa que a veces, pocas veces
Pero sí
Parece ser la misma presencia
Del cuerpo
Y tengo la impresión de que también los
Cacareos cicatrizan mis versos
A veces, algunas veces
Quizá en esta ocasión no sea
O sí sea y mañana pueda ver (lo)
Escrito
Como cae la noche entera
Sobre esta página
Y la inunda
Y aún así no
Me ahoga
Y sanea sin quererlo mis
Todas mis
Enfermedades