Aída Flores Escalante, escritora y editora, ha producido importantes libros de arte de El Salvador y de literatura infantil.
Ha publicado 3 libros de poemas: Los peces nacen en los árboles, Concierto de grillos y libélulas (haiku) y Canción de luna y silencio.
Es invitada continuamente a dictar charlas y conferencias sobre arte, literatura y sobre la condición de la mujer.
Título del libro:
Los peces nacen en los árboles, ha sido calificado por la crítica como una obra poética excepcional, con un lenguaje muy moderno, rico en imágenes y en metáforas de alta significación espiritual y humana.
La poeta incursiona en los grandes temas el mundo y la vida.
Cuanto amor y cuanto dolor encierran estos versos. Cuantos nombres. Cuantas fechas... señala el padre Jon Sobrino, s. j. prominente teólogo contemporáneo.
Lo que no debemos olvidar
IV
14 de mayo de 1980.
La luna roja, roja,
como un clavel rojo,
como una rosa roja.
El río rojo, rojo,
es un río de sangre.
Llora un niño, una niña,
una abuela, una muchacha.
El miedo aúlla entre las hojas.
El Sumpul corre, rojo, rojo.
V
12 de diciembre de 1981.
El viento bate las puertas
de las humildes casas solitarias.
Hombres, mujeres, niños, niñas.
Sombras ateridas.
Unas brasas en un fogón.
Los perros solitarios, aúllan, solos.
Un gato se volvió loco.
VIII
Cayeron mil, diez mil,
veinte mil... sesenta mil.
De la izquierda y de la derecha.
¿Perdón? ¿A quién? ¿A quiénes?
¿Olvido?
El corazón de las madres
es un río de lágrimas.
XIII
La gente sigue buscando sus muertos.
La madre que se fue mojada la espalda
regresa cada dos años a buscar a la hija perdida.
Sólo quiere saber donde quedó.
Poner una cruz con su nombre,
Una flor el Día de Difuntos,
para que puedan las dos, dormir en paz.
XIV
Debemos recordar
no por venganza.
Y debemos curar la gran herida
porque es lo saludable para el alma.
Ellos, ellas, nos ven
con ojos ciegos.
Recordar, curar, reconciliar
para saldar la deuda con la Historia,
para cerrar los ojos de los muertos
y para abrir los ojos de la vida.
En busca de la luz
XIII
Xipe Totec,
traes contigo las lluvias.
El tiempo sagrado
de la siembra del maíz.
Es mayo.
Renuevas la vida en el árbol de jiote
y en las figuras de papel de colores.
Los ríos, lo pájaros y los niños
cantan el canto de la vida.
¡Qué hermoso es verte
mi Señor Desollado
coronado de frutas y de sol!
Que hermoso es verte
como rayo de luz
fluyendo al corazón de los hombres,
las mujeres y los niños
de Cuscatlán.
Título del libro:
Canción de luna y silencio
VII
El regalo
A don Moisés
Había pasado la noche
cuidando el sueño de los demás.
Le regalé un limón
de dos que recogí
de un arbolito callejero.
Lo recibió con una gran sonrisa,
lo colocó en la palma de su mano
y lo acarició con ternura
como acariciaría una flor
o el pecho de la mujer amada.
XXXII
Las piedras
son palabras congeladas
de tiempo y de distancia.
Las palabras
son piedras estelares,
estrellas suspendidas,
gravitando
entre el cielo y la ceniza.
XXXVII
Los que se van
Entrecruzado entre el jaguar y la espada
el hilo de sangre pipil. La identidad esencial.
Pero como antes y antes
el pipil hecho de fuego y lágrimas
abandona su tierra
para realizar sus sueños.
Y la mujer sola, amasada con barro y con ceniza
con masa de maíz y olor de olla de frijoles,
también se va.
Desgarrada... sola... valiente.
Cruza el río terrible, el desierto devorador,
acosada y sedienta. Perseguida.
Hambrienta, herida,
cargada con su fardo de amor y de dolor.
Logra llegar. Ahí la espera la soledad y el frío.
Aquí, el olvido.
Solamente se espera la remesa.
XXXIX
Saboreo tu piel
como una fruta.
Eres anona y cacao;
pimienta y dulce de panela;
caña de azúcar y mar.
Tierra sobreviviente de terremotos,
eres madre y madrastra.
Agotada por tus hijos, reverdeces
una vez y otra, y otra vez,
como los almendros de río
de las calles de San Salvador.
XLI
El canto del agua
es el canto del tiempo.
El canto del agua,
los pinos y el viento.
El tiempo
es un canto de pájaros.
Catedral de piedra
hecha gota a gota
de agua fluyendo.